Capítulo 16

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Había habido pocas personas en la vida de Francisco en las que el había confiado bastante para amar. Sin embargo, amar a Agustín, el señor Pardella había sido una de las cosas más fáciles de hacer.

La suya era una amistad en su forma más pura, sin manchar con algún matiz de sexualidad. Muchos rumores sobre una aventura habían circulado durante los últimos cinco años, que sirvieron a ambos sus propósitos. Francisco gustaba del hecho de que pocos hombres se atrevieron a acercársele debido a su supuesta implicación romántica con Agustín. Y Agustín, para su parte, estaba agradecido que el chisme sobre ellos previno otros rumores más destructivos.

Francisco nunca había curioseado en el tema de las preferencias sexuales de Agustín. Pero Fran sabía los rumores que rondaban por ahi, el gusto de Pardella por hombres convencionalmente masculinos. El encanto de Agustín, su inteligencia y su ingenio afilado como piedra lo habrían hecho deseable sin importar su aspecto físico. Pero sucedía que él era también esplendorosamente hermoso, con el pelo grueso de color dorado, ojos verdes oscuros y un cuerpo bien ejercitado.

Cuando Francisco estaba con Agustín, no podía evitar más que disfrutarlo. Él lo hacia reír, lo hacia pensar y presentía lo que iba a decir incluso antes de que lo dijera. Agustín podría levantarlo de sus ocasionales depresiones espirituales como ningun otro, y en ocasiones, Fran había hecho lo mismo por él.

—A veces me haces desear ser tu tipo —Fran le dijo una vez, riendo. Su sonrisa era deslumbrantemente blanca en su rostro palido.

—No, eres demasiado perfecto así.

—Lejos de perfecto —murmuró, consciente de la horrible cicatriz que cubría su pierna. Siendo Agustín, él no había recurrido a lugares comunes o a mentiras, sino que simplemente le había tomado la mano en la suya y lo había sostenido durante mucho tiempo. Fran ya le había contado sobre su accidente, y el daño que había sufrido en sus piernas, no mucho tiempo después de que se hubieran conocido. Extraño, realmente, ya que el lo había guardado en secreto a amigos de años, pero no podía ocultarle nada a Agustín. Fran también le había contado cada detalle de su amor prohibido con Kuku, y cómo lo había enviado lejos. Agustín había recibido sus confidencias con una tranquila comprensión y la cantidad justa de compasión.

Con una sonrisa tiesa, Francisco tomó sus manos en un apretón, y habló cautelosamente.

—Kuku …  —logró decir —Ha vuelto —Agustín sacudió su cabeza incrédulamente.

—¿A esta hacienda? —Francisco sonrió trémulamente.

—El está quedándose en la casa de solteros, vino con los españoles.

—Pobrecito —dijo él pesarosamente —Al parecer la mala suerte no te abandona. Ven conmigo al jardín, así podremos hablar.

—Debo permanecer y recibir a los invitados.

—Esto es más importante —le informó, llevando su mano al recodo de su brazo —Sólo unos minutos, te traeré de vuelta antes de que se den cuenta. Ven —Caminaron hacia el balcón de piedra que daba a las terrazas traseras, donde una fila de puertas francesas estaban abiertas para recibir la brisa perdida del aire. Francisco habló rápidamente, contándole todo mientras que él escuchaba en silencio pensativamente. Deteniéndose brevemente en las puertas abiertas, Agustín echó un vistazo detrás a la multitud de invitados —Dime cuál es él —murmuró.

Francisco apenas tenía que echar un vistazo dentro del salón de baile, estando tan adaptado a la presencia de Esteban.

—Él está allá, cerca del friso dorado. Mi hermano le está hablando —Después de echar un vistazo discreto, Agustín volvió su mirada y hablo secamente —Bastante guapo, ahora entiendo tu sufrimiento.

A pesar de lo perturbado que se encontraba, Francisco no pudo suprimir una risa seca.

—¿Hay alguien a quien no le guste?

Mientras se sentaban, él tomó la mano de Francisco en la suya y la presionó ligeramente.

—Dime, Fran ¿que es lo que haremos sobre este problema tuyo?

—Aun no estoy seguro.

—¿Te ha dicho Esteban qué es lo que desea de vos?... Olvídalo, sé exactamente lo que él desea. La pregunta es, ¿hay alguna posibilidad de que él te fuerce de alguna manera?

—No —dijo inmediatamente —No importa cuanto haya cambiado Esteban, él nunca recurriría a eso. Estoy asustado, Agus —confesó en un susurro poniendo su cabeza en su hombro —No de lo que suceda ahora, o durante las próximas semanas, estoy asustado por lo que sucederá después, cuando Esteban se vaya otra vez. Sobreviví a él una vez, pero no sé si podré hacerlo nuevamente.

Él deslizó su brazo alrededor de Fran y lo abrazó de modo tranquilizador.

—Sí lo harás, yo estará aquí para ayudarte —Una pausa larga sobrevino mientras que él consideraba sus próximas palabras —Fran, lo que estoy a punto de decir puede parecerte algo poco oportuno, es sólo que he estado considerando una idea últimamente, y este puede ser un buen momento para mencionarlo como cualquier otro.

—¿Sí? —Agustín lo miró, sus narices apenas tocándose. Él sonrió, sus ojos verdes destellaban mientras que reflejaban el claro de luna.

—Somos un buen par, Fran. En los cinco años que nos hemos conocido, he llegado a adorarte como a ninguna otra persona en la tierra. Podría pasar la próxima hora enumerando tus virtudes, pero tu estás bien enterado de ellas ya. Mi propuesta es esta, pienso que debemos continuar como ahora, con una alteración de menor importancia. Deseo casarme con vos.

—¿Has estado bebiendo? —preguntó, y él rió.

—Piénsalo, te convertirías en esposo de un  Pardella. Seríamos la más rara de todas las combinaciones, esposos que realmente se llevan bien.

Fran lo miró fijamente confundido.

—Pero vos nunca desearías…

—No. Encontraremos un tipo de satisfacción en el matrimonio, y otro fuera de él. La amistad es condenadamente mucho más durable que el amor, Fran. Y yo soy bastante tradicionalista en un sentido, veo la sabiduría en mantener la pasión enteramente separada del matrimonio. No te culparé por buscar tus placeres donde puedas encontrarlos, y vos no me culparás por hacer lo mismo.

—No buscaré esa clase de placeres —murmuró —A cualquier hombre que viera mis piernas le sería imposible…

—Entonces no lo dejes verlas ocasionalmente —Fran le dio un vistazo escéptico.

—Pero cómo…

—Utiliza tu imaginación, querido —El brillo diabólico en sus ojos lo hizo ruborizarse.

—Nunca he considerado la posibilidad antes. Sería extraña y complicada

—Se reduce a un simple tema de logística —le informó sardónicamente —Pero volviendo a mi propuesta ¿lo pensaras un poco más? —Fran sacudió su cabeza con una sonrisa renuente.

—Puedo ser demasiado convencional para tal arreglo. ¿Puedo tener un poco más de tiempo para considerar tu tan tentadora oferta?

—Todo el tiempo del mundo —cambió de posición repentinamente, aunque sus brazos permanecían alrededor de Fran, y habló tranquilamente en su oído —El Sr. Esteban está viniendo para acá, Joven Romero ¿Qué deseas que haga me quedo o me voy? —Francisco se soltó de él.

—Vete —susurró Fran —Puedo manejarlo.

—Haremos que ese sea tu epitafio —bromeo, y rozó sus labios por su mejilla —Buena suerte, Fran. Da un grito si me necesitas.

—¿No deseas conocerlo antes de irte?

—Dios, no. Mate sus propios dragones, milady —dijo, y lo dejó con una mueca.

Magia ; Kuku x Fran Donde viven las historias. Descúbrelo ahora