Capítulo 9

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Muchos años después

—Parece que han llegado los españoles —el y su hermano, Juani, regresaban a la casa después de una caminata matutina.

Se detuvieron al lado de la fachada rocosa color miel para tener una buena vista de los cuatro vehículos adornados que estaban parados en el frente de la casa. Los sirvientes se chocaban a través del patio amplio enfrentado a la casa, desde los establos localizados en un lado, a los cuartos de los sirvientes en el otro. Los invitados habían llegado con una gran cantidad de baúles y equipaje para su estadía de un mes en la hacienda. Juani volvió para aguardar a Francisco. El era una atractivo joven de veintidós años, con cabello castaño dorado, rizos, y ojos azules zafiro. Por sus modales alegres, uno podía pensar que a el no le importaba nada en absoluto. Pero era evidente para cualquiera que mirara en sus ojos que había pagado un alto precio por los raros momentos de felicidad que había conocido.

—Tontos —dijo Juani con indiferencia, refiriéndose a sus invitados —¿no les han dicho que no se estila llegar tan temprano en el día?

—Pareciera que no.

—Bastante ostentosos, ¿no? —Murmuró, observando las molduras doradas y los paneles pintados a los lados de los carruajes. Francisco sonrió.

—Cuando los españoles gastan su plata, lo hacen para mostrarlo.

Rieron e intercambiaron miradas maliciosas. Esta no era la primera vez que su hermano, Rafael, ahora el nuevo señor Romero, había hospedado españoles para sus famosas cacerías y sus reuniones de tiro. Todos los asuntos de negocios eran tratados en estas reuniones, que usualmente duraban semanas e incluían figuras políticamente influyentes o ricos profesionales. Durante estas visitas, Rafael persuadió astutamente a ciertos huéspedes para tomar parte con él de un asunto o de otro, o para concordar en una materia de negocios que serviría a sus intereses.

Los españoles que llegaron a la hacienda eran usualmente ricos nuevos, sus fortunas provenían de embarques de transporte, y herencias reales, o de fábricas que producían cosas como láminas de jabón, o rollos de papel. Francisco siempre había encontrado a los españoles bastante agraciados. Le gustaban sus espíritus altivos, y le impresionó su anhelo por ser aceptados. Fuera de sentirse demasiado elegantes, usaban ropas que estaban una temporada o dos por detrás de la moda actual. En la cena estaban terriblemente ansiosos por si sus asientos habían sido ubicados después del marinero o si se les había dado el lugar más prestigioso cerca del hospedador. Y generalmente estaban preocupados acerca de la calidad, estaban notablemente ansiosos por concretar matrimonios mestizos, utilizando fortunas para atrapar empobrecidas sangres azules argentinas. Y ninguna sangre era más elevada que la de los Romero, quienes poseían uno de los condados más antiguos de la nobleza.

A Juani le gustaba bromear acerca de su linaje, clamando que la reconocida ascendencia Romero podría hacer que una oveja negra como el pareciera atractiva para un ambicioso español.

—Considerando que ningún español decente me tomaría, quizá debiera casarme con uno de esos simpáticos y ricos porteños y navegar con él a través del Pacífico —Juani dijo, y Francisco había sonreído y lo abrazó con fuerza.

—No te atreverías —susurró en los rizos de su hermano —Te extrañaría demasiado.

—Que par que formamos —respondió con una lastimosa risa —Te das cuenta de que ambos terminaríamos viejos y solterones, viviendo juntos con una gran horda de gatos.

—Dios me salve —dijo con un quejido risueño —Nada de eso, aún sos demasiado joven para decir algo semejante —deslizó un brazo alrededor de los hombros de su hermano —Bueno, gordis —dijo suavemente —esta es la oportunidad para que consigas un ambicioso español con grandes bolsillos. Justo lo que estabas esperando.

Magia ; Kuku x Fran Donde viven las historias. Descúbrelo ahora