Capítulo 22

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Cada tarde desde que Blas había muerto, Juani se dormía con imágenes suyas filtrándose por su mente. Hasta la última noche.

Parecía extraño preocuparse por otro hombre que no fuera Blas, especialmente cuando él era tan diferente. Recordando el rostro duro de Enzo y la delicada maestría de su contacto, Juani se sintió culpable, cautivado e intranquilo. Sí, bastante diferente de Blas.

Su prometido no había sido un hombre complicado. No había capas de oscuridad en él, nada que le impidiera dar y aceptar amor con naturalidad. Provenía de una familia de gente agradable, que era rica, pero nunca arrogante, y escrupulosamente atento a su deber para todos aquellos en circunstancias menos afortunadas. Blas había sido sumamente atractivo, con ojos oscuros como la noche y el pelo rizado negro ébano, y un favorecedor rostro marcado. Había sido delgado y muy alto.

Apenas sorprendió que se hubieran enamorado, ya que para todos era obvio lo bien que encajaban. Blas sacaba a la luz un lado de la naturaleza de Juani del cual el nunca había sido totalmente consciente. En sus brazos, Juani se había vuelto desinhibido.

Ahora que Blas había muerto, Juani había estado sin un hombre durante mucho tiempo.

Juani deambuló por el bosque de robles y avellanos, que estaba excepcionalmente oscuro durante la mañana, mientras el cielo todavía estaba cubierto de una neblina gris plateada.

No era consciente que alguien más seguía la vereda hundida hasta que oyó una serie de pasos subiendo con fuerza detrás de el. Dándose la vuelta, vio la alta figura de un hombre acercándose, respiró con más rapidez cuando se dio cuenta que Enzo Vogrincic lo había encontrado.

Tan espectacular como había estado a la luz de la luna, Enzo estaba aún más impresionante a la luz del día, su rostro hermoso pero completamente masculino, la nariz angosta y larga, los pómulos llenos, los ojos increíblemente calidos. Por alguna razón Enzo se detuvo cuando sus miradas se encontraron, como si él hubiera entrado corriendo en una pared invisible.

-Buenos días, señor -el sonido de su voz parecía arrastrar a Enzo hacia adelante. Él se acercó despacio, como si temiera que un movimiento repentino pudiera hacerlo huir asustado.

-Anoche soñé contigo. -dijo él. Como táctica conversacional, la declaración era algo alarmante, pero aún así Juani sonrió.

-¿De que trataba el sueño? -preguntó, inclinando su cabeza mientras le miraba fijamente -¿O es una pregunta peligrosa? -El viento despeinó un mechón de pelo que había caído sobre su frente.

-Sin duda una pregunta peligrosa -Juani se dio cuenta que estaba coqueteando con él, pero parecía no poder evitarlo.

-¿Ha venido a pasear conmigo, Sr. Vogrincic?

-Si no tiene ninguna objeción a mi compañía.

-Lo único a lo que me opondría es su ausencia. -le dijo, disfrutando al verle repentinamente sonreír relajadamente. Haciéndole señas para que se le uniera, se dio la vuelta y siguió por de la vereda hundida, hacia el jardín de casa del guardabosques a lo lejos.

-Sabes -dijo de manera despreocupada -no voy a permitir que te apartes de mí otra vez sin decirme quien eres.

-Prefiero permanecer misterioso.

-¿Por qué?

-Porque hice algo escandaloso en el pasado, y ahora es terriblemente delicado salir en sociedad.

-¿Qué tipo de escándalo? -Su tono sardónico le aclaró que él esperaba que su trasgresión fuera menor -Fue a algún sitio sin carabina, supongo. O dejó que alguien le robara un beso en público -Juani sacudió la cabeza con una sonrisa sardónica.

-Sin duda no tiene ni idea del mal comportamiento que nosotros los jóvenes podemos tener.

-Me gustaría que me ilustrase -Ante el silencio indeciso de Juani, Enzo dejó el tema, y fijó su mirada en el enredado jardín de la casita de campo excesivamente sembrado delante de ellos -Muy bonito -comentó. Balanceando su sombrero, Juani le condujo al invernadero, un rincón acogedor que no podrían ocupar más que dos personas al mismo tiempo.

-Cuando era una niño, solía sentarme en este invernadero con mis libros y mis muñecas, y fingir que era una princesa en una torre.

-Creciste en la hacienda, entonces. -dijo Enzo. Juani abrió la puerta del invernadero y miró dentro. Estaba limpio y ordenado, el asiento de madera brillaba por un reciente pulido.

-El señor Romero es mi hermano. -admitió finalmente -Soy Juan Romero, pero me dicen Juani.

-Francisco mencionó que tenía una hermano. Sin embargo, yo tenía la impresión que usted vivía lejos de la hacienda.

-No, sin duda soy residente acá. Pero me lo guardo para mí mismo. El escándalo, entiende.

-Me temo que no. -Las comisuras de su boca se elevaron en una sonrisa relajada
-Cuéntemelo, Princesa Juani ¿por qué tiene que quedarse en su torre? -El suave ruego le hizo sentir a Juani como si se derritiera por dentro. Rió intranquilo, deseando durante un momento atreverse a confiar en él.

-Sr. Vogrincic -comenzó, cometiendo el error de mirarle.

-Enzo. -susurró él -Quiero saber tus secretos, Juani -Una amarga medio sonrisa tocó sus labios.

-Los oirá tarde o temprano de otra gente.

-Quiero oírlos de ti -Como Juani comenzó a retirarse en el invernadero, Enzo hábilmente agarró el pequeño cinturón de tela de su vestido de paseo. Sus largos dedos se engancharon bajo el tejido reforzado. Incapaz de alejarse de él, Juani sujetó con fuerza su mano sobre la suya, mientras un agitado rubor inundó su rostro. Sabía que Enzo estaba jugando con el, y que alguna una vez podría haber sido capaz de manejar esta situación con relativa facilidad. Pero no ahora. Cuando habló, su voz era ronca.

-No puedo hacer esto, Sr. Vogrincic -Para su asombro, él pareció entender exactamente lo que quería decir.

-No tienes que hacer nada, -dijo suavemente -Solamente déjame acercarme más y estar junto a ti. -Su cabeza se inclinó, y él encontró su boca con facilidad.

La persuasiva presión de sus labios hizo que Juani se balanceara vertiginosamente, y él lo agarró firmemente contra sí. Enzo Vogrincic lo estaba besando, el libertino sinvergüenza nada moderado sobre el que su hermano le había advertido. Y oh, él era tan bueno en eso. Juani había pensado que nada sería jamás tan agradable como los besos de Blas, pero la boca de este hombre era caliente y paciente, y había algo maliciosamente erótico en su completa carencia de urgencia. Para su asombro, se encontró rodeándole el cuello con los brazos e inclinándole la cabeza hacia atrás para exponer su garganta del todo. Todavía delicado y controlado, besó la piel frágil, bajando hacia el hueco en la base de la garganta.

Juani sintió su lengua girar en el cálido hueco, y se le escapó un gemido de placer. Enzo levantó su cabeza para acariciar con la nariz el lado de su mejilla, mientras le acariciaba la espalda con la su mano. Sus reparaciones se mezclaban en rápidos y calientes soplos, su pecho duro se movía contra el suyo en un ritmo errático.

-Dios mío -dijo Enzo finalmente contra su mejilla -eres un problema -Juani rió.

-No, vos lo eres. -logró acusar a cambio, justo antes de que Enzo lo besase otra vez.

Magia ; Kuku x Fran Donde viven las historias. Descúbrelo ahora