Capítulo 18

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Enzo deambulaba por los jardines detrás de la casa, siguiendo un camino de lajas que giraba alrededor de una fila de tejos habilidosamente diseñados. Él esperaba que el aire del exterior lo distrajera de las tentaciones. La noche aún era joven, y él debía aminorar el ritmo de su bebida un poco. Más tarde, cuando los invitados se dispersen, él daría rienda suelta a su sed, y se emborracharía correctamente. Desgraciadamente, aun tenía que sufrir unas pocas horas de relativa sobriedad. Unas pocas antorchas, estratégicamente colocadas, proveían luz suficiente para alojar una caminata nocturna. En su deambular errante, Enzo dio con un pequeño espacio abierto que contenía una fuente en el medio.

Para su sorpresa, vio una muchacho desplazándose por el claro. Parecía estar disfrutando de la música distante que flotaba de las ventanas abiertas del salón de baile. Tarareando suavemente, el se deslizaba en una soñadora aproximación a un vals, deteniéndose ocasionalmente para beber un sorbo de su copa de vino. Observando un atisbo de su perfil, Enzo vio que no era un adolescente sino un joven, con hermosas facciones. Debe ser un sirviente, pensó el, notando que su vestido era viejo, y su cabello rizado estaba despeinado. Tal vez era un sirviente disfrutando de un vestido y vaso de vino robado.

El joven giro de acá para allá como una cenicienta descarriada cuyo vestido de baile había desaparecido antes de que llegara a la fiesta. El hizo que Enzo sonriera. Olvidando temporalmente su deseo de otro trago, Enzo se acercó, mientras el salpicar de la fuente ocultaba el sonido de sus pasos.

En el medio de un lento giro, el joven lo vio y se congelo.

Enzo permaneció parado delante de el con su acostumbrada elegancia desgarbada, girando su cabeza y mirándolo con una mirada bromista. Recuperándose rápidamente, el joven le clavó la mirada. Una sonrisa arrepentida curvo sus labios, y sus ojos destellaban en la suave luz de las antorchas. A pesar de su falta de belleza clásica, había algo irresistible en el, un tipo de vibrante alegría femenina que él nunca había visto antes.

—Bueno—el dijo —esto es bien humillante, y si tienes algo de piedad, olvidaras lo que has visto.

—Tengo la memoria de un elefante —le dijo Enzo con un arrepentimiento fingido.

—Que desagradable de tu parte —contestó, y rió libremente. Enzo fue seducido instantáneamente. Cientos de preguntas llenaron su cabeza. Quería saber quién era, porqué estaba allí, si le gustaba el té con azúcar, si había trepado árboles de niño, y como había sido su primer beso.

El desborde de curiosidad lo dejo perplejo. El generalmente evitaba el preocuparse por alguien lo suficiente como para evitar estas preguntas. Sin confiar en poder hablar, Enzo se acercó a el cuidadosamente. El joven se puso levemente rígido, como si no estuviera acostumbrado a la proximidad con un extraño. Mientras él se acercaba, vio que sus facciones eran llanas y su boca era suave y dulcemente formada. Sus ojos eran de un color azul, zafiro quizá, ojos brillantes que contenían profundidades inesperadas.

—Bailar un vals es de alguna manera más fácil con un compañero —comento él —¿Te gustaría probar?

El joven lo miró como si de pronto se encontrara en una tierra lejana con un amable extranjero. La música del cuarto de baile se deslizaba por el aire en una corriente intoxicante. Después de un momento, el sacudió la cabeza con una sonrisa de disculpas, buscando una excusa para rechazarlo.

—Mi vino aún no se ha acabado —Lentamente Enzo alcanzo la copa casi vacía de su mano. El joven se rindió sin una palabra, su mirada permanecía trabada con la de él. Llevando la copa a sus labios, Enzo trago el contenido en una experta maniobra, luego apoyo el frágil recipiente en el borde de la fuente.

El joven rió intensamente y sacudió sus dedos a él en una mueca de reproche.

Enzo le ofreció su mano desnuda, habiéndose quitado los guantes y colocado en su bolsillo tan pronto como él ingresó al jardín. Volteando su palma hacia arriba, el deseaba silenciosamente que el joven la tomara.

Aparentemente la decisión no era nada fácil. El miro mas allá de él, su expresión repentinamente contemplativa, el borde de sus dientes mordiendo la exuberante curva de su labio inferior. Justo cuando Enzo pensaba que iba a rechazarle, el lo alcanzo impulsivamente, sus cálidos dedos cerrándose en los de él. Enzo sostuvo su mano como si sostuviera un frágil pájaro, y lo acerco lo suficiente como para oler una pizca de agua de rosas en sus cabellos. Su cuerpo era lleno, dulcemente formado, su cintura sin corsé suave debajo de sus dedos. A pesar de lo innegable romántico del momento, Enzo sintió un tirón de deseo totalmente antiromántico mientras que su cuerpo reaccionaba con la típica conciencia masculina ante la presencia de un joven deseable. Enzo deslizo a su compañero en un lento vals, guiándolo expertamente a través del irregular camino de lajas.

—He visto duendes bailando en el jardín antes —dijo Enzo —cuando tomo lo suficiente de vino. Pero nunca había realmente bailado con uno antes —Enzo lo sostuvo más estrechamente cuando el trató de cambiar su dirección.

—No, déjame guiarte. Estábamos muy cerca del borde del pavimento —protesto el joven, riendo mientras él lo obligaba a volver a su ritmo.

—No, no lo estábamos.

—Gallego mandón —dijo, arrugando su nariz —Estoy seguro que no debería bailar con un hombre que admite haber visto duendes. Y sin duda tu esposa tendrá una o dos cosas que decir sobre esto.

—No tengo esposa.

—Si la tienes —le dio una sonrisa amonestadora, como si fuera un niño de colegio al que encontró en medio de una travesura.

—¿Por qué estas tan seguro?

—Porque vos sos uno de los españoles, y ellos están todos casados, exceptuando al Sr. Kuku. Y vos no sos Kuku.

—Hay otro español no casado en el grupo —comento perezosamente soltando su cintura y haciéndolo girar con una mano. Al completar la vuelta, lo volvió a sostener contra sí y le sonrió.

—Si. Pero ese sería el...

—Sr. Vogrincic —dijo servicialmente, mientras la voz del joven se iba perdiendo.

—Oh... —Lo miró con los ojos bien abiertos. Si él no lo hubiese estado sosteniendo tan fuertemente, se hubiera tropezado —Sos un libertino, entonces.

—De la peor clase —El joven se soltó con una risa.

—Al menos eres honesto. Sin embargo, será mejor que me vaya ahora. Gracias por el vals... fue encantador.

—No te vayas —dijo, su voz suave y apremiante —Espera, dime quien eres.

—Tienes tres oportunidades.

—¿Eres un criado?

—No.

—¿Eres del pueblo?

—No —Enzo frunció el ceño ante una idea repentina.

—No eres el amante del Conde ¿no?

—No —dijo dulcemente, sonriendo —Esa fue tu tercera oportunidad. Adiós Sr. Vogrincic.

—Espera…

—Y nada de bailar con duendes en el jardín —lo amonestó —Esta mojado, y te arruinarás los zapatos —El joven lo abandonó velozmente, dejando sólo la copa vacía en la fuente, y la confusa sonrisa en los labios de Enzo, como única evidencia de que había estado allí.

[...]

Está muy poco valorado el ship de juani y Enzo
-kam

Magia ; Kuku x Fran Donde viven las historias. Descúbrelo ahora