Capítulo 28

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Juani estaba desilusionado. Enzo no había aparecido al día siguiente. Después del ofrecimiento de la Sra. Sandra de hacer discretas averiguaciones sobre que le había pasado, Juani aprendió que Enzo simplemente se había encerrado a si mismo en la casa de solteros y había dejado dicho que no lo molestaran con ningún problema.

—¿Está enfermo? —había preguntado, imaginándolo sólo y afiebrado en su enfermedad —¿Podría querer estar tanto tiempo sólo?

—Está con la bebida, cualquiera podría adivinarlo —Contestó Sandra con desaprobación —En ese caso, el Sr. Vogrincic definitivamente querría estar solo. Hay sólo unas pocas cosas más desagradables que ver a un caballero con sus copas encima.

—¿Qué razón tendría él para hacer una cosa así? —dijo preocupado —¿Qué le puede haber pasado para aislarse de esa manera? A mí me pareció que estaba perfectamente bien la tarde pasada —La Sra. Sandra esperó para contestar hasta que las criadas habían tomado los pasteles para llevarlos a la otra sala.

—Las borracheras no necesitan nada en particular para provocarlas —A Juani no le agradó la imagen que se le formo en la cabeza, de un poco agradable, desaliñado y ridículo hombre que decía desagradables cosas y que tropezaba con muebles invisibles y que terminaba rubicundo y gordo. Juani había conocido muy pocos hombres así. De hecho, el nunca había visto a Blas intoxicado, él siempre había mantenido un perfecto autocontrol.

—Enzo no puede estar borracho —Dijo en un medio susurro, la mitad de los sirvientes tenían la oreja parada —Él esta sólo, bueno… —Parando, arrugó la frente hasta que se pareció a un postigo de una ventana —Tenés razón, él es un alcohólico –admitió Juani —¡Como quisiera que no lo fuera! Si sólo algo o alguien lo inspirara a cambiar…

—Esa clase de hombres nunca cambian —murmuró Sandra con una certeza desmayada.

—Alguien debería ir para cerciorarse que él está bien.

El ama de llaves le contestó con desaprobación. —Si yo fuera vos, dejaría la cosa tal como está —Juani sabía que la Sra. Sandra tenía razón, como siempre. Sin embargo, mientras los minutos y horas pasaban, y la hora se aproximaba, el se fue a buscar a Francisco.

Por primera vez en el día, Juani se salió de sí mismo y de su obsesión por Enzo Vogrincic, lo suficiente para preguntarse qué estaba pasando entre su hermano y Esteban. Juani los había visto caminando juntos en la feria, y por supuesto, el había escuchado sobre la serenata de la "Rosa de Tralee". Juani había encontrado muy interesante que Esteban, que era la personificación de la autocontención, hiciera esa demostración pública de cuanto le interesaba Francisco.

Nadie estuvo muy sorprendido, porque estaba claro que Francisco y Esteban se pertenecían el uno al otro. Había algo invisible y a la vez irrefutable que los hacía parecer una pareja. A lo mejor era la manera en que intercambiaban miradas cuando pensaban que nadie los estaba mirando, miradas de pregunta y de deseo. O tal vez, la manera en que le cambiaba el tono de voz a Esteban cuando hablaba con Francisco, era un tono profundo y suave a la vez. No importaba cuan correcto fuera su comportamiento, cualquiera podía ver que ambos estaban ahogados el uno con el otro por una fuerza muy potente.

Parecía que querían respirar del mismo aire. La necesidad por el otro era penosamente obvia.

Juani estaba absolutamente convencido que Esteban adoraba a su hermano. A lo mejor eso estaba mal, pero Juani no podía evitar desear que su hermano encontrara el coraje necesario para contarle la verdad acerca de su accidente.

Absorbido por sus pensamientos, Juani se las arregló, para encontrar a Francisco en el escritorio privado de Rafael.

Aunque Francisco visitaba frecuentemente a Rafael para discutir asuntos de la casa, Ahora parecía que estaban discutiendo algo de una índole más personal.

Magia ; Kuku x Fran Donde viven las historias. Descúbrelo ahora