-Por favor Santana … entiéndeme, tengo que hablar con él –tome sus manos en las mías mientras ella apartaba la vista.
¿Qué era lo que había pasado? No mucho realmente, después de que Kellen y Artie se habían ido Sam había pedido hablar conmigo y Santana simplemente no me quería dejar a solas con él, no le tenía confianza, tampoco yo. Pero teníamos que hablar, necesitaba saber que era lo que planeaba.
-¿Por qué no puedo estar presente mientras hablan? –Su voz sonaba molesta y preocupada.
-Tengo que hacer esto sola… necesito saber que quiere –solté sus manos para sujetar su rostro y obligarle a mirarme.
-Pero… pero… -no lograba decir nada más.
Podía mirar como buscaba alguna excusa para quedarse conmigo, pero no podía hacerlo… no debía, era momento de que enfrentara mis propios problemas sola. Aunque no del todo, pues ella estaría para mí aún después de saber que era lo que realmente quería Sam.
-Britt… por favor –suplico una vez más.
-No va a ocurrir nada –acaricie su rostro mientras le regalaba una sonrisa –Hablaremos en la oficina de Ally.
-¿Qué? ¿Por qué allí? –Levante una ceja mientras sonreía un poco de lado –Okay, no pienso irme de aquí hasta que él… –lo señalo sin importarle nada –…se vaya.
-Y yo estaré ansiosa por regresar a ti –dije antes de dejar un beso suave en sus labios para luego dirigir mi atención a mi amiga -¿Estás de acuerdo Ally? –pregunte lo más calmada posible.
-Claro, estaremos aquí esperando –simplemente asintió la cabeza.
-Tienes unas amigas bastante dramáticas –Sam susurro mientras caminaba hacia el despacho.
-Y protectoras –contesto Santana observándolo mientras la sostenía del brazo.
-Tranquila, no tardare –deje un beso en su mejilla y camine hasta encontrarme con el chico de ojos color azul verduzco.
Cerré la puerta al entrar y lo vi sentado en el mismo lugar donde Kellen estaba antes de que recibiera la llamada de Quinn.
Tenía una sonrisa de autosuficiencia en el rostro, su ceja derecha estaba levantada y ambos brazos extendidos en la parte superior del sillón. Trague seco al notar su mirada, sin saber cómo interpretarla realmente.
-¿De qué querías hablar? –intente ir directa al grano.
-¿Cuánto tiempo tienes de embarazado? –su sonrisa se borró.
-¿Te interesa? –me recargue del escritorio pues a estas alturas me cansaba al estar mucho tiempo de pie.
-¿Cuánto tiempo? –volvió a insistir.
-Estoy a punto de cumplir siete meses –me cruce de brazos.
-¿Niña o niño? –seguía con la ceja levantada.
Mordí mi lengua al querer contestarle de mala forma, lo único que quería era poder decir todo lo inapropiado que pasara por mi mente para que se fuera y nos dejara volver a nuestra vida tranquila que habíamos tenido hasta antes de su llegada.
-No lo sé… no pienso saberlo hasta que nazca –mordí mi mejilla interna.
-¿Por qué? –otra pregunta. Si, esto era un maldito interrogatorio.