Hefesto

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El lugar estaba poco iluminado, pero se podían ver baratijas y artefactos extraños.

>> ¿Dónde estoy? Este lugar es extrañamente familiar…<< pienso observando el lugar.

-Daria…-era la voz seca de un hombre cansado y maltrecho, eso sin duda.

El lugar se ilumina permitiendo la visibilidad de un hombre con canas en la mayoría de su cabeza, arrugas en su rostro que reflejaban cuan dura había sido la vida y la muerte con él.

-¿Quién eres? –digo y la tristeza en sus ojos casi es palpable.

-Mi niña. –dice acercándose, su ropa era polvorienta y levantaba el polvo a cada paso. –Mi dulce niña…-retrocedo.

-No lo repetiré de nuevo ¿quién eres? –aún sentía miedo, no sabía si esto era verdad o mentira, no sabía si estaba viva o muerta, solo quería regresar, pero no al Olimpo, quería regresar a otro lugar, pero no sabía a cuál.

-Te olvidaste de mí ¿cómo…? –se calla y una lágrima desciende por su mejilla.

Deja escapar un gran suspiro y niega sonriendo.

-Eres igual a tú madre.

-¿Conoce a mi madre? –asiente. - ¿Cómo?

-Sé que te olvidaste de mí, pero…

-Te estuve buscando. –era la voz de Zeus. Me giro y lo veo caminando hacia mí con preocupación, su camisa estaba ensangrentada y llena de algo negruzco, tenía moretones en su rostro y de su brazo derecho salía un poco de humo.

-No sé cómo llegué aquí y este hombre…-me giro y no está. –Aquí había un hombre.

-Aquí no hay nadie. –dice y lo miro.

-Juro que aquí había un hombre. –él niega suavemente. –En fin ¿estás bien? –rodeo su rostro con mis manos y él sonríe.

-Lo estoy. –me abraza rodeándome con un solo brazo, su respiración era irregular y sus músculos estaban tensos.

-No estás bien ¿cierto?

-Solo tengo que descansar. –susurra. –Vamos. –asiento y pasa su brazo por mis hombros.

-¿Por dónde? –él sonríe y alza su mano con el puño cerrado, al abrirlo hay una llave.

-Por la puerta. –la voy a agarrar y cierra la mano, lo miro intrigada. –Si la agarras sentirás como el poder de 3 rayos pasan por tu cuerpo.

-¿Por eso siento como cosquillas cuando te acercas? –se ríe.

-Y porque te atraigo. –hace que me ría.

Caminamos y nos detenemos frente a una puerta, él la abre y estamos en casa de Apolo.

-Pensé que iríamos al Olimpo. –lo miro y su mirada es de confusión.

-Eso mismo pensé yo.

-Quizás si la cerramos y volvemos a abrirla…-la risa de la criatura hace que deje de hablar.

-Maldita sea. –murmura y cierro la puerta de golpe. Escuchamos sus pasos y como pasa sus espadas por la puerta.

-¿Qué son esas cosas? –digo.

-Cuidadores del Inframundo, son un fastidio. –lo miro.

-¿Qué se supone que haremos? -agarro su camisa.

-Eso es lo que estoy pensando. –cierra la puerta y el ruido cesa. –No podemos ir a otro lado que no sea aquí…-se suelta de mí y se voltea murmurando algo.

Dioses Griegos. La llave de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora