La criatura del Abismo

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-Que se vaya a la mierda, Daria, no me importa él. –dice Keila limpiándose las lágrimas.

-Te gusta ¿no es cierto? –me mira.

-No. –niego. –No me gusta, solo…

-Te enamoraste de él, admítelo. –baja el rostro. Nunca la había visto así, bueno, el tiempo que llevaba conociéndola no. –Es lindo que te hayas enamorado...

-¡De un idiota!

-Eso mismo dije yo…

-Tyrone es lindo.

-Sí, pero…

-No es lo mismo. –dice negando y suelto un bufido.

-¿Por qué no hablas con él e intentas arreglar las cosas? -digo dirigiendo la conversación hacia ella.

-Ya lo hice. -dice murmurando.

-Le gritaste. –suspira con frustración y me río. –Keila, hazlo.

-¡Bien! –me río de nuevo. –Lo llamaré.

-Está bien. –ella le marca y sonrío.

-¿Podemos hablar?... sí, estoy en mi casa…está bien, te espero. –niego. >>Ese idiota sigue mintiéndole<< pienso. -Vendrá. –sonrío ampliamente.

-Tendrán sexo, así que yo me voy.

-No tendremos sexo. -me río.

-Ay ajá, hasta yo lo tendría. –ella se ríe. Tocan a la puerta y ella baja. –Espero y ese idiota no la lastime. –algo que pasa por la ventana me hace girar, me levanto y me acerco. - ¿Qué…? –en el momento en que la voy a abrir Zeus habla.

-No lo hagas. –me sobresalto y lo miro.

-Me asustaste, idiota. –se acerca.

-¿Así es como me agradeces? –dice cómicamente.

-¿Qué te agradeceré? –niega sonriendo.

-Te estaban siguiendo.

-Apolo me dijo. –asiente. - ¿Entonces es cierto? –asiente de nuevo.

-No te sucederá nada, lo prometo. –sonrío.

-¿No mientras esté contigo? –su sonrisa se amplia.

-¿Cómo sabías que diría eso?

-No lo sé ¿ya me lo has dicho?

-No. -dice alzando una ceja y me río.

-Soy adivina. –se ríe y me besa.

Nos separamos en el momento en que la tierra comienza a temblar.

-Al parecer hay personas que no se rinden. –dice de mal humor.

-¿Qué? –digo y niega.

-Tú no te preocupes, se solucionará. –sonrío. –Ahora, ven, busquemos ropa para ti.

-¿Ropa? –digo y él asiente.

-Me encanta verte desnuda, pero no que otros te vean desnuda. –me río. –Así que tendrás que usar ropa.

-Está bien, puedo ir…-en ese momento recuerdo por alguna extraña razón que la que era mi casa ahora está vacía.

-¿Daria, estás bien? –suspiro.

-Al parecer tendrás que acostumbrarte a verme desnuda porque mi casa está vacía, sacaron todo y…

-Dices que me tengo que acostumbrar. –asiento y niega sonriendo. –No me puedo acostumbrar porque no puedo, tú cuerpo es…-suspira sonriendo. –Es lo mejor que he visto y nadie se puede acostumbrar a eso. –sonrío. –Así que vamos, compraremos ropa. –agarra mi mano y salimos.

Dioses Griegos. La llave de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora