El Tártaro.

7 0 0
                                    

-¿En serio sabes? –me dice Hestia y asiento. - ¿No es ninguna broma?

-No. –me acerco a la puerta y presiono varias piedras que sobresalen, comienza a moverse para luego abrirse.

-Hefesto...-dice Hestia.

-Creo que debemos continuar. –dice Hades y lo miro. Él sonríe y Hestia lo mira. –Hestia, vigilas, vamos. –toma mi mano y entramos. La puerta se cierra y todo es oscuro. Me aferro a Hades. –Tranquila, lo tengo resuelto...-de su mano sale fuego y la eleva a lo que parece una antorcha, al encender esa todas se encienden. –Y se hizo la luz. –me río.

-Debo suponer que te sabes el camino.

-Me lo sé. –sonrío y caminamos. –Lo que me da curiosidad es como sabías abrir las puertas tú.

-No lo sé, sentí como si ya hubiese estado ahí. –cruzamos por una esquina.

El lugar era inmenso, tenía muchos pasadizos, algunos creo que se movían, solo escuchaba algo pesado arrastrarse continuamente.

-Creo que Hefes...

-No lo digas. –niega riéndose. –Tenemos que hablarlo.

-Cuando Ares lo confirme.

-Está bien, tú mandas. –sonrío. Nos detenemos cuando escuchamos un resoplido y unos pasos de caballo.

-¿Ese es...? –asiente. –Transfórmate en Apolo, rápido. –se ríe.

-Ahí voy, su majestad. –sonrío para no reír y él se transforma en Apolo.

-Qué horror, eres idéntico.

-Esa es la idea. –caminamos y al llegar había lo que parecía un hombre con cabeza y patas de toro, su torso era de un hombre, estaba enojado.

-¿Quién es la humana? –dice con voz grave resoplando. Era un animal salvaje.

-¿Acaso importa? –dice Hades con voz de Apolo.

-La humana apesta al bastardo de Hades. –dice con furia zapateando la tierra. Trago grueso.

-Lo sé, el bastardo cometió un crimen y se me dio la orden de entregársela a los titanes. –resopla haciendo que humo salga de su nariz.

-No te creo.

-Entonces atácame y desataré mi furia sobre ti. –Minos lo mira y no puedo evitar sentir terror.

-Bien, puedes pasar. –pasamos por un lado de él y resopla de nuevo, abre una puerta, Minos zapatea de nuevo, aprieto su mano y respiro hondo en el momento en que cierra una puerta.

-Respira, cariño. –dice riendo transformándose de nuevo en él.

-Cállate, idiota. –me abraza riéndose.

-Vamos, lo malo ya pasó. –toma mi mano y caminamos.

-Por un momento pensé que nos atacaría.

-Sí, yo igual. –lo miro. - ¿Qué? Es muy prepotente. –niego riendo. Nos detenemos al borde de un abismo, era ancho para saltarlo y no veía un puente.

-Aquí es donde dices que el camino es por aquí. –lo miro y está pensativo. –Cariño, este era tú parque de juegos ¿no?

-Zeus remodeló. –mira a un lado.

-Entonces pensemos como Zeus. –me mira cómicamente. - ¿Qué? –niega riendo.

-No hay necesidad de tener solo sexo en la cabeza. –me río. –Sin embargo se necesita un sacrificio para el Dios del Inframundo, menos mal y te traje. –lo miro y se ríe.

Dioses Griegos. La llave de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora