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MARTIN

Esa música infernal ha dejado de sonar, nuestros compañeros han salido de la habitación y nos han cerrado la puerta. Normalmente no nos quedamos rezagados, uno porque suele haber fitness, y dos porque nos pueden llamar la atención. Pero llevamos dos días de bajones, cuando no he sido yo ha sido Juanjo, y ambos tenemos la necesidad de pasar un rato a solas en la habitación.

Es viernes, por lo que al ser día de grabación de disco no hay prisa por ir a desayunar. Juanjo está tumbado sobre mí mientras me besa el cuello, no está teniendo cuidado, se que me puede dejar alguna marca, pero me da igual, hace que se me erice cada vello de mi cuerpo y tengo que dejar que un gemido salga por mis labios.

Mis manos recorren su cuerpo mientras bajan hasta el elástico de los calzoncillos. Dormir en calzoncillos es algo que facilita las cosas en momentos como estos. Las meto dentro y aprieto sus nalgas, haciendo que nuestra entrepierna se una más de lo que ya estaba, y podamos notar la erección del otro con total claridad y lujos de detalles.

Muevo mi cabeza sonriendo y consigo agarrar el lóbulo de la oreja de Juanjo, haciendo que se separe de mi cuello, echando su cabeza hacía atrás facilitando que esta vez sea yo quien vaya dejando un reguero de besos por todo su cuello, y mandíbula, hasta llegar a sus labios y atraparlos con ansias con los mios.

Lo volteo y me pongo sobre él profundizando en el beso, y bajándole con agilidad los calzoncillos, para poder acariciar su miembro. Lo acaricio con deleite mientras que mi lengua juega a placer en su boca. Juanjo termina por llevar ambas manos a mi cara para separarnos, y veo como coge aire a bocanadas.

- Mi amor, tienes que dejarme respirar- dice Juanjo antes de que su espalda se arquee ante el movimiento de mis manos.

- Si quieres paro y así respiras- digo con una sonrisa socarrona.

- Lo que quiero es que te quites esos calzoncillos también- dice llevando sus manos hacía mi culo y bajándomelos con premura, llevando también sus manos hacía mi erección- igualdad de condiciones.

- Me gusta la igualdad de condiciones-digo sentándome sobre él dándole la espalda, elevando mis caderas, para poder agacharme y lamer su erección.

Escucho de fondo un nuevo gemido de Juanjo, el cual agarra mis caderas con ambas manos y tira de ellas hacía sí.

- A mí también me encanta, ven aquí- dice tirando un poco más de mis caderas comenzando también a besar y lamer mi erección.

Ambos disfrutamos del otro a la par, mi cuerpo tiembla de placer mientras siento el calor de la boca de Juanjo envolviendo mi ser, igual que yo, que intento que entre hasta el fondo de mi garganta, haciéndole sentir escalofríos, los cuales hacen que los dedos de sus pies se agarren a las sabanas con fuerza, mientras que sus manos aprietan mi trasero con ansias.

No tardamos demasiado en llegar a sentir el máximo placer del otro, nos vamos casi a la par, y nos quedamos tumbados el uno junto al otro sudorosos, con el flequillo pegado a la frente y las mejillas coloradas.

- Que ganas de poder hacer lo que nos de la gana, cuando nos de la gana, sin miedo a que alguien aparezca por esa puerta sin avisar.

Y como si Juanjo lo hubiera invocado, escuchamos como alguien toca a la puerta de la habitación. Miro a Juanjo abriendo mucho los ojos y tiro de la sabana para taparnos, por si les da por abrir la puerta y encontrarnos en cueros a los dos. Pero nadie abre la puerta.

- Siiiii?- digo gritando para que se escuche al otro lado de la puerta.

- Hay cruasanes

El destino, tras las cámaras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora