12.-rescate.

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Alicia con destreza cocinaba, era un amor heredado de su madre, aún recordaba el aroma de la sopa en el aire al llegar a casa de la escuela.

Guiso de conejo y caldo de conejo.

Fue el plato que sirvió para sus amores .

—¡huele muy rico!—

Boreal babeo.

Ethan sonrió orgulloso, el ya sabía que Alicia podía cocinar... básicamente habían sobrevivido gracias a ella.

—¿de donde conseguiste el conejo?—

Oro pregunto, ya que el platillo principal era caldo de piedra.

—lo case, necesitabamos proteína así que...—

Boreal tomo un plato y se sirvió, de repente sus ojos se iluminaron.

—¡esto está demasiado bueno, es lo mas rico que he comido!—

Ethan y Oro se aterraron, era una tradición que la mujer comiera primero, se consideraba una ofensa ante la autoridad de la mujer.

Boreal quien comía alegremente se dio cuenta de su error, por mucho que fuera paciente lo más seguro es que Alicia lo golpearía ante tal falta de respeto, sudo en frío, ella era capaz de cazar lobos, su fuerza y precisión debían de ser espectaculares...no, ya lo sabía, después de todo vio como golpeó a la dueña del burdel.

—¿En serio? ¡Muchas gracias!—

Alicia sonrió, era lindo saber que aún tenía el toque, con alegría les sirvió a Ethan y Oro un plato caliente y los invito a sentarse.

Boreal suspiro de alivio, tal parecía que a ella no le importaba ese tipo de detalles, sonrió enternecido, ahora definitivamente tenía la esperanza de que su vida cambiaría para bien.

Oro, por otra parte estaba estético, en su casa por más caprichoso que haya sido nunca faltaba los golpes de su madre, pero ver a Alicia actuar con tanta naturalidad fue pacifico, se sentía extraño.

Ethan por otro lado rebosaba de amor por Alicia, ahora estaba seguro de que no era una mujer irracionalmente violenta, eso solo lo hacía quererla más.

Alicia fue la última en servirse y comer, después de cuatro platos recupero la consciencia y decidió detenerse, volteo a ver la olla y se sorprendió al verla vacía.

—¡estaba tan bueno que comí de más!—

Ethan estaba avergonzado, un hombre no debía de comer mucho pero al probar algo tan bueno termino comiendo tres platos.

—no más que el gordo de Oro, se comió cuatro—

Oro se sonrojo, pero con una sonrisa agrego.

—tal vez yo seré gordo pero tú eres obeso, ¡te has comido cinco!—

Alicia dejo de escuchar la conversación, puso una manta en el suelo y se acostó ahí, haría uno de sus placeres más increíbles.

Dormir con el estómago lleno.

[...]

Despertó de un salto, anochecía afuera y ella tenía que ir a rescatar al rubio.

Se maldijo a si misma y salió corriendo de la casa, escuchando los gritos de sus tres esposos.

—¡tengo algo que hacer llegando les cuento, regresare, los amo!—

Y corrió con hacha en mano y cincuenta monedas de oro escondidas y guardadas en su voluminoso pecho.

Corrió con todo lo que sus pies le daban, y no se detuvo hasta ver la reja  de la institución, la cual estaba cerrada.

( ¡Ahhh váyanse a la mierda todos, espero que se pudran en el infierno!)

—¡Abran!—

Alicia tomando su inseparable hacha escalo la pared de piedra del internado, y siguió corriendo a la puerta principal, chocando con lo que parecía un monje.

—lo siento, ¿disculpe donde serán las elecciones?—

—¡No corras por aquí!, al fondo en el segundo piso—

Murmurando un gracias corrió hacia la puerta y la abrió encontrando lo que parecía una subasta.

Llamando la atención de todos se dirigió al centro, justo donde estaba parado el rubio, al ver con atención veía a la que parecía una mujer muy guapa, cabello y ojos color blanco, era alta y de piel blanca, está estaba a punto de ponerle un collar de bronce a el rubio.

(A tiempo perras)

—ofrezco más que ella—

—¿Tu?, ¿Cuánto más?—

La que parecía ser la directora del lugar hablo.

—cincuenta de oro, al contado—

El público soltó una exclamación y empezaron a cuchichear.

La mujer de blanco bajo su mano y sonrió, aquella castaña era igual de hermosa que ella, y la determinación en sus ojos le hacía sentir un escalofrío.

Mordió su labio.

—...lo siento señora monrise, ¡Vendido a ...!—

—Alicia Montreal—

—la señora Montreal.—

Alicia suspiro, la directora le indico que se acercara, al hacerlo pudo ver con más detenimiento a Monrise, ella no dejo de verla por un segundo y Alicia tampoco aparto la mirada, la contraria sonrió y paso de largo.

Alicia al llegar donde se encontraba el rubio la directora hablo frente a todos.

—sigamos con la boda, ¿donde está la alcaldesa? necesitamos otro collar.—

( Ay que bonito va a haber boda, ¿Quien se casará?)

—¡Aquí estoy!, ¡a la lichita ya le toca la de oro, es su primer esposo de la rama principal!¡Ya se va a casar con un hombre hecho,derecho, y bien fructífero!—

La alcaldesa le entrego a Alicia una cadena con una placa sin grabar, ella la tomo con confusión, después analizo el terreno y...

(¿¡Otra vez?!)

—n-no espera yo solo quería que no sufriera con ella, yo no planeaba...yo solo quería que fueras libre ¡Te lo juro!—

Alicia vio al rubio a los ojos, el rubio noto los ojos llorosos de Alicia, el pánico la carcomia, el suspiro, tomo sus manos y se puso el mismo el collar, todo esto procurando no dejar las manos de Alicia, el lunar rojo de su frente brillo, el collar brillo y en la placa dorada comenzó a grabarse el símbolo de Alicia.

Sellando así el matrimonio.

—¡Felicidades lichita! Ya tienes a tu mano derecha, y padre de la familia—

Alicia no quería escuchar lo que pasaba, solo veía al rubio, no sabía que paso, pero algo le decía que ya no había vuelta atrás.

—eres joven pero...de ahora en adelante estoy a tu cuidado y servicio mi amada esposa, incluso después de la muerte—

El rubio tomo sus manos, su inclinó y beso cada una.

Alicia seguía sin salir del estupor, pero de algo estaría segura.

(Boreal me va a matar...)



Continuará...

Mis amados esposos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora