Under the Rain of Truths

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Las dinámicas en el grupo de amigos habían cambiado sutilmente. Michelle y Alexa parecían más distantes con Rose, especialmente cuando Harper no estaba presente. No había palabras directas ni confrontaciones abiertas, pero Rose notaba las miradas frías y los silencios incómodos. Se sentía cada vez más apartada, y aunque trataba de entender la razón, no lograba descubrir qué había cambiado.

Afortunadamente, en medio de la confusión, Evans se seguía convirtiendo en un apoyo constante. Cada salida que ya prácticamente era diaria confirmaba lo atento y considerado que era, y siempre encontraba la forma de hacerla sentir especial. En una de esas citas, mientras caminaban bajo la lluvia compartiendo un paraguas, Evans la miró y dijo:

—Rose, contigo, hasta los días grises parecen llenos de color.

Esas palabras resonaban en la mente de Rose constantemente, como un eco imposible de ignorar. No podía evitar sonreír cada vez que recordaba esa tarde. Incluso cuando se dedicaba a su fanfic, la imagen de Evans bajo la lluvia se colaba en su mente, distrayéndola e inspirándola como nunca.

Una tarde, Rose había quedado en encontrarse con Albert. A pesar de las inseguridades iniciales de Evans respecto a Albert, los dos chicos habían llegado a un entendimiento silencioso. Albert, siempre reservado, había decidido confiarle a Rose algo muy personal durante su encuentro.

Se encontraban en una esquina tranquila de una cafetería, alejada de las miradas curiosas. Rose notó que Albert estaba más callado de lo habitual, jugueteando con su taza de café sin levantar la vista. Finalmente, con un suspiro profundo, habló en un tono apenas audible:

—Rose, necesito compartirte algo, pero quiero que quede entre nosotros. No suelo decirlo a muchas personas, no por vergüenza, sino por privacidad y... por el legado de mi abuelo.

Rose asintió, mostrándole su apoyo y comprensión sin necesidad de palabras. Albert continuó:

—No me gustan las chicas, Rose. Me gustan los chicos. Sé que en estos tiempos no debería ser algo tan complicado, pero para mí lo es, debido a mi familia y todo lo que se espera de mí. Quería que lo supieras porque valoro mucho nuestra amistad y no quiero malentendidos entre nosotros.

Rose parpadeó sorprendida, sintiendo un nudo en la garganta, pero su corazón se llenó de calidez al ver la vulnerabilidad de Albert. Inmediatamente sonrió con alivio y ternura.

—Albert, eres increíble, y eso no cambia en lo absoluto. Gracias por confiar en mí. Prometo que este secreto estará seguro conmigo.

La sinceridad de Rose tranquilizó a Albert, y una sonrisa genuina se dibujó en su rostro. Impulsivamente, la abrazó, sintiendo un alivio inmenso. Justo en ese momento, Evans entró en la cafetería para unirse a ellos. Se detuvo en seco al ver a Albert abrazando a Rose, una mezcla de celos y confusión cruzando por su rostro. Caminó hacia ellos con una sonrisa forzada.

—Hola, Rose, Albert. ¿Interrumpo algo? —preguntó Evans, tratando de sonar despreocupado.

Rose se apartó del abrazo de Albert, sonriendo a Evans.

—¡Evans! No, claro que no. Albert solo me estaba contando algo importante.

Evans asintió, aunque su mirada seguía fija en Albert. Se sentó con ellos, pero no pudo evitar observar cada gesto entre Albert y Rose, buscando algún indicio de algo más que amistad. Albert, notando el malestar de Evans, decidió jugar un poco para romper la tensión.

—Tranquilo, Evans. Rose y yo solo somos amigos. Además, tú eres el único que logra sacarle esa sonrisa tonta —dijo Albert con una sonrisa traviesa, mientras le guiñaba un ojo a Evans.

Esa noche, Evans acompañó a Rose a casa. Durante el camino, la tensión en el aire era palpable. Rose, siempre intuitiva, decidió enfrentar el tema.

—Evans, ¿estás molesto por algo? —preguntó, deteniéndose para mirarlo a los ojos.

Evans la miró, su expresión seria.

—Rose, solo quiero saber... ¿Albert significa algo más para ti?

Rose sonrió suavemente, buscando las palabras adecuadas.

—Evans, Albert y yo solo somos amigos, de verdad. Él... tiene sus propios intereses y no está buscando nada con ninguna chica en este momento. Solo confía en mí, ¿sí?

Evans frunció el ceño ligeramente, aún sin entender del todo.

—¿Sus propios intereses? ¿A qué te refieres?

—Solo puedo decirte que Albert es alguien en quien confío mucho, y él confía en mí. No tienes de qué preocuparte, Evans. —Rose trató de ser clara sin revelar el secreto de Albert, esperando que sus palabras fueran suficientes para tranquilizar a Evans.

Evans pareció relajarse un poco, aunque aún había una sombra de duda en sus ojos.

—Está bien, confío en ti, Rose. Es solo que... no me gusta verte tan cerca de otros chicos.

Rose se rió suavemente y, reuniendo toda su valentía, tomó la mano de Evans. Sintió cómo sus mejillas se calentaban y, con el rostro completamente sonrojado, bajó la mirada sin atreverse a verlo a los ojos.

—No tienes que preocuparte por eso. Tú eres quien me hace sentir especial —murmuró, apretando ligeramente su mano.

Mientras tanto, en los días que siguieron, Rose no pudo evitar notar que Michelle y Alexa parecían más distantes que nunca. Sus sonrisas eran frías, y las bromas que compartían ya no incluían a Rose. Además, comenzaron a surgir rumores maliciosos sobre Rose, susurrados en los pasillos y las aulas. Aunque nadie sabía exactamente quién los había iniciado, Rose empezó a sospechar que podían venir de las personas en quienes había confiado alguna vez.

Michelle y Alexa no parecían contentas con la repentina alegría de Rose junto a Evans. Había una chispa de celos o envidia en sus ojos cada vez que veían a Rose sonreír. Sin saber quién era el responsable de los rumores, Rose trató de ignorarlos y enfocarse en las cosas buenas: su amistad con Albert, los momentos especiales con Evans, y las maratones de K-Drama con Takeshi. Pero, en el fondo, sabía que tendría que enfrentar esos problemas tarde o temprano.

La amistad y las tensiones comenzaban a entrelazarse, creando un enredo de emociones que Rose aún no sabía cómo desenredar. Sin embargo, estaba decidida a seguir adelante, a pesar de los murmullos y las miradas de recelo. Sabía que la verdad saldría a la luz eventualmente, y cuando eso sucediera, quería estar lista para afrontarla, sin importar quién estuviera a su lado.

Primer AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora