Capítulo 4

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— ¿Qué tal, cariño?.— la voz de mamá resonó en mis oídos al abrir la puerta de casa.

— Bien... había una chica que quería ser amiga mía.— sus ojos se iluminaron.— Pero ya sabes...

— Poco a poco, Olivia, se que lo conseguirás. Esta tarde tienes sesión con la psicóloga, terapia online.

— Vale, gracias mamá.

Subí escaleras arriba y me dirigí hacia mi habitación. Cerré la puerta tras de mi y me dejé caer en la cama.

Físicamente no había hecho nada pero me sentía agotada. La tensión muscular, la tensión cada vez que alguien me tocaba o me rozaba, me hacía sentir muchos nervios e incluso... temor.

A veces me siento un poco sola, siento que jamás voy a superar esta fobia. Siento que jamás voy a poder formar una familia, o tener hijos, o simplemente trabajar de maestra. ¿Qué haré cuando un niño se me acerque o me toque? ¿Qué haré si un chico me besa?

Parecía una niña asustada cada vez que alguien se me acercaba demasiado. Y ni hablar de si se trataba de hombres, eso simplemente era impensable para mi.

¿Qué hombre tendría una cita con alguien que no puede ni tocar?

Absolutamente nadie. Moriría sola, y con gatos.

(.)

Me senté con el portátil delante y suspiré. Me había duchado y me había puesto fresquita para la sesión con la psicóloga. Una videollamada entrante me apareció en medio de la pantalla.

— Hola.— dije al contestar. Una mujer joven apareció en la imagen. Diría que tiene mi edad aproximadamente.

— Buenas tardes, Olivia. Mi nombre es Gabriella.

— Encantada de conocerte.

— Bien, lo primero de todo, quiero que sepas que soy psicóloga pero ante todo quiero que me veas como una amiga. Quiero que me cuentes lo que se te pasa por la cabeza, y todo lo que necesites soltar. Estoy para escucharte y ayudarte.

— Muchas gracias.— sonreí tímidamente.

— Bien, comencemos, necesito conocerte un poco, así que dime cuéntame sobre ti.

Solté un suspiro antes de comenzar.

— Pues soy Olivia, tengo 23 años, y tengo hafefobia, es una fobia que desarrollé debido a un... problema.— ella asintió, y apuntaba cosas en una especie de libreta.— Estudio Educación Primaria, este es mi último año, y bueno... no tengo mucho más que decir.

— ¿Qué es tu cosa favorita en el mundo?

— Los atardeceres, podría pasarme horas mirando el cielo.

— Que guay, Olivia. Y bien, ¿qué es eso que te causó la fobia?

Me tensé.

— Yo... Pues, fue una...

— No tienes que contestar sino te sientes preparada.

— No he hablado mucho de ello, pero... debería contártelo.— dije haciendo una mueca.

— Si te sientes preparada, hazlo, de la forma que tu quieras; pero sino, no lo hagas.

— Todo fue... una noche de fiesta con amigas en mi antigua casa. Decidimos salir de fiesta por un cumpleaños. La celebración iba a ser en una casa grande del novio de la cumpleañera. Bailamos, nos emborrachamos, reímos... estaba siendo una buena noche.— dije, mis manos hormigueaban recordando aquellos recuerdos.— En un momento, yo quise ir al baño y no sabía donde estaba, pero decidí no molestar a ninguna amiga y buscarlo sola.— suspiré, mi pierna empezó a dar pequeños golpecitos en el suelo de los nervios.— Subí las escaleras al piso de arriba, y seguía habiendo mucha gente, era dificilísimo moverse por allí. De golpe alguien tiró de mi a una habitación, y me encerraron.

— Tranquila, Olivia.

— Me encerraron, me taparon los ojos, y... habían hombres, creo que cuatro. No conseguí verle la cara a ninguno de ellos, solo... abusaron de mi.— cerré los ojos y dos lagrimas cayeron en mis mejillas.— Me violaron de una manera salvaje, me hicieron tomar droga dejándome totalmente fuera de mí misma.— sollocé.— Quedé inconsciente, me desperté en un hospital, y por los informes de los médicos, esos... me violaron varias veces, diferentes personas, y en mi sangre había un tipo de droga que te dormía, te dejaba completamente manipulable. Me dijeron que... me encontró una chica en la habitación, completamente desnuda y destrozada. Ni mis propias amigas fueron capaces de buscarme.

— Eso debió ser doloroso, Olivia, eres una mujer muy fuerte.

— No lo soy.— sollocé tapándome la cara. Odiaba recordar a esos hijos de puta. La rabia me consumía cada vez que pensaba en que salieron impunes, sin un solo rasguño en su vida.

Y a mi, me la destrozaron.

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