Capítulo 7

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Narra Maximiliano Abatino

— Señor, ha llegado.

Zack, mi guardián, me avisó de la llegada de mi próxima víctima. Eros Fiore, el gran hijo de puta que me llevaba tocando las pelotas un gran tiempo.

— Maximiliano.— la voz de Eros se hizo sonar en mi oficina. Llevaba su típico atuendo desaliñado, y con un asqueroso olor a alcohol.

— Siéntate.— ordené.

— ¿Qué quieres?.— él se sentó en mi sillón negro cuero y me miró.

— ¿Sabes? ¿Nunca te han enseñado a que a las mujeres no se les toca?.— su cuerpo se tensó visiblemente al oírme decir esas palabras.— Mi padre siempre me decía que las mujeres son como Dios, no se les toca, no se les grita, se les trata como una joya, que es lo que son.

— ¡Esa tía es una zorra!.— gritó.

— Silencio.— ordené fríamente.— Esa tía como tu dices, se llama Valentina, y es mi jodida compañera.

Su rostro palideció. Eros llevaba quedando con Valentina unos meses, y en este último mes Valentina había evitado quedar con el grupo que trabajábamos juntos, hasta que hace unos días la descubrimos por sorpresa completamente destrozada, golpeada, y profundamente herida.

— Maximiliano, lo siento, yo no sabía...

— ¿De haber sabido que era de mi familia no la habrías golpeado?.— me levanté furioso.

— Yo, no...

— Púdrete en el infierno, Eros.— dije antes de sacar mi arma y apretar el gatillo. El disparo resonó por mi oficina y el cuerpo de este inútil cayó desplomado, muerto.

Cogí mi chaqueta y salí por la puerta.

— Recoge la basura de mi oficina.— le ordené a Zack en cuando salí. Él asintió y se fue en esa dirección sin rechistar.

En una hora tenía que estar en mi jet privado junto a Lorenzo, teníamos un viaje de negocios a San Francisco. Una de las mejores empresas de transporte del mundo estaba a punto de ser socia de una de la mafia Italiana.

Aunque eso ellos aún no lo sabían.

Mi objetivo era mover droga a través de ellos, darles dinero y ponerles protección a todo aquel que lo necesite.

Bajé hasta mi maserati y conduje hasta el aeropuerto, donde me esperaban Lorenzo y dos de nuestros guardaespaldas.

— Buenos días, hermanito.— dijo Lorenzo con una sonrisa al verme.

— Buenos días, señores.

— Las maletas ya están en el avión, llegaremos en 10 horas.

Qué desesperación

(.)

— ¿La cena es en su casa?.— pregunté mientras terminaba de acomodar mi pajarita.

— Si, es raro siendo una empresa de tal prestigio.— dijo Lorenzo.

Me encogí de hombros, y miré el reloj.

— Vámonos.

Uno de nuestro guardaespaldas nos llevó en un coche hasta el domicilio de la familia Miller. Una casa bastante grande y bonita, por lo menos desde fuera.

— Hemos llegado un poco antes.— dijo Lorenzo mirando su reloj. Toqué el timbre de la casa al llegar a la puerta y Lorenzo frunció el ceño.

— Da igual.— respondí.

La puerta se abrió a los segundos dejando ver a un hombre y a una mujer.

— Buenas noches. Ustedes deben ser los señores Abatino.— habló el hombre. Hombre de unos 50 años, alto, moreno, y con apariencia bien seria.

— Buenas noches, si, nos hemos adelantado un poco.— contestó Lorenzo estrechando la mano del hombre.

— No se preocupen, pasen.— nos hizo pasar dentro de la casa.— Ella es mi esposa y mano derecha de la empresa, Madeline, y yo soy Robert.

— Yo soy Lorenzo, y el es mi hermano, Maximiliano.

— Es un placer.— estreché la mano de ambos.

— Pasen al jardín.

Caminamos hasta el supuesto jardín, habían 3 personas en la mesa de espaldas a nosotros, dos de ellas mujeres.

— Adelante señores, les presentaré a mis hijos.

Dichas personas se giraron y los observé. No pude evitar que mis ojos se desviaran a la chica que parecía la hija mayor.

Una mujer castaña, de ojos marrones, bajita, y con una extraña aura.

— Buenas noches, mi nombre es Lorenzo Abatino, compañero, hermano, y fiel amigo del futuro socio de su empresa, Maximiliano Abatino.

Tras unos segundos en silencio, la otra chica rubia habló.

— Buenas noches, yo soy Emma, el es mi hermano pequeño Zeus, y ella es Olivia, nuestra hermana mayor.

Olivia.

Es un placer conocerles.— dije, mis ojos no dejaban de mirar a Olivia. Había algo en esa mujer que me llamaba muchísimo.

Emma se acercó a darle dos besos a Lorenzo, y acto seguido se dirigió hacia mi rompiendo contacto visual con Olivia. El pequeño Zeus también se acercó a saludar, y cuando suponía que podría tener a Olivia más cerca, vi que ella se encontraba sentada en la mesa.

Una acción un tanto maleducada por su parte.

Nos sentamos en la mesa sin decir más y me senté frente a ella. Sus ojos se dirigieron a los míos, y supe que ella también estaba pendiente de mi.

No me toques Donde viven las historias. Descúbrelo ahora