Capítulo 18

84 7 0
                                    

El día se había torcido significativamente, y Maximiliano se estaba dando cuenta. Apenas habíamos hablado desde la comida, y simplemente estábamos admirando nuestro alrededor y el mar.

En el fondo ya me esperaba que todo fuese así, yo no era una chica normal. Yo vengo de problemas, traumas, y una fobia que me impide vivir bien, y eso sería muy difícil de soportar.

Y más viniendo de un hombre como él, capaz de tener a cualquiera.

— Estás muy callada, Olivia.

Su voz me hizo salir nuevamente de mis pensamientos. No lo miré, mi mirada se mantenía fija en el mar.

— No tengo nada que decir.

— ¿Qué pasa?.— preguntó acercándose un poco. Lo miré de reojo viendo como de cerca estaba.

— No pasa nada, Maximiliano... Me quiero ir a casa.

— ¿Ya? Pero...

— Lo siento.— lo corté. Me giré sobre mis talones y empecé a caminar en dirección al coche sin darle opción a otra cosa.

Sentí sus pasos detrás de mi y su cuerpo tenso me adelantó hasta adentrarse en el coche. Me subí en el copiloto y en silencio, arrancó y pusimos rumbo a San Francisco.

— Solo me gustaría saber si he hecho algo mal.— habló en un tono bajo, como si no quisiera asustarme.

— No.— dije mirando hacia la ventana y tratando de relajar mis demonios internos.

— ¿Por qué te quieres ir ya entonces? Olivia no tengo 15 años, me gusta que me hablen claro y sincero, no tengo miedo a que me puedas decir, pero si a que malinterpretes acciones o palabras.

Su voz sonaba sincera, sonaba bien, pero...

— No me siento bien, no quiero hablar, Max.

Yo no me atrevía a decir nada. A fin de cuentas solo habíamos tenido un encuentro, y mira como había acabado. Con que derecho podría decirle que me había molestado que se guardase la nota de esa chica.

Estaba sonando como una loca hasta para mi. Y es que no era su culpa, era mía. Mis inseguridades, mis miedos, y mis problemas.

(.)

— Ya hemos llegado.

Asentí quitándome el cinturón de seguridad y lo miré. Su rostro lucía serio, sin felicidad alguna en su rostro.

— Lo siento mucho, Maximiliano.— dije de corazón.— De verdad que lo siento.

— ¿Qué sientes?

— Que haya terminado así el día.

— Algún día espero que confíes en mi.— dijo quitando la mirada de mi cara. Asentí sin decir mucho más y salí del coche. Toqué el timbre de mi casa, y pocos minutos después mamá abrió la puerta.

— Olivia.— sus brazos me envolvieron de golpe y me tensé.— ¿Estás bien?.— ella se dio cuenta de su error y se apartó rápidamente.— Perdón, perdón cariño.

— Si, mamá, no pasa nada.

Ambas entramos dentro de la casa y vi que papá estaba en el sofá junto a Zeus.

— Liv, ¿Maximiliano te ha traído?

— Sí, justo acaba de dejarme en la puerta.— dije.

— Zeus ve a tu cuarto.— ordenó papá seriamente, y eso solo significaba que me tocaba bronca.

Mi hermano corrió arriba sin rechistar y me senté en uno de los sofás.

— ¿Eres consciente de lo que te podía haber pasado si Maximiliano no hubiese ido detrás de ti?

Papá estaba enfadado.

— Lo siento.— dije apretando mis manos entre ellas de los nervios.— Estuvo mal pero...

— No hay peros, Olivia. De noche, sola, y en calles que no conoces, ¿en qué estabas pensando?

— Papá no pasó nada, ya está, se acabó.

— Y luego, te quedas a dormir en la casa de prácticamente un desconocido, un hombre mayor que tu.

Sentí mis lágrimas agolparse en mis ojos, sentía que me estaba sacando más mierda de la que había ahora.

— Robert...

— Cállate Madeline, sabes que no ha tenido cuidado después de todo lo que pasó.

Mi cuerpo se tensó al oír esas palabras.

— Solo ha sido una maldita noche.— contesté con la voz rota.

— No quiero volver a verte con ese hombre.

Lo miré alarmada y con los ojos lagrimosos. Papá me miraba enfadado y mamá simplemente escuchaba desde el otro lado.

— No puedes prohibirme verlo, soy mayor de edad, y no estoy haciendo nada malo.

— ¡Eres una niña, Olivia!

— ¡Tengo 23 años!.— grité levantándome.

— ¡Y después de todo no has aprendido a ser precavida!

— ¡Robert!

Jadeé abriendo los ojos con sorpresa. ¿Precavida?

— ¿Has terminado?.— pregunté notando una lágrima rodar por mis mejillas. Su semblante cambió mostrándose arrepentido de lo que había dicho.

— Liv...

— Me voy a mi habitación.

Limpié con el dorso de mi mano las lágrimas y me fui a las escaleras que llevaban a mi habitación.

Que fuese precavida... quizás no era suficiente el tener esta fobia de mierda, quizás tampoco era suficiente que renunciase a conocer personas por miedo a que fuese alguno de esos hijos de puta que me violaron, quizás no era suficiente negarme a conocerme al primer hombre con el que me sentía cómoda después de tanto tiempo.

Quizás simplemente tenía que desaparecer.

No me toques Donde viven las historias. Descúbrelo ahora