Capítulo 22

115 12 1
                                    

— Estás malditamente loco, Max.— dije en voz baja abriendo la ventana y viendo su cuerpo tras ella. Se había cambiado de ropa y llevaba un chandal deportivo.

— Lo sé.— susurró entrando por el ventanal. Cerré el ventanal y lo miré.

— ¿Qué haces aquí?.— susurré acomodándome en la cama. Él se sentó en la orilla a menos de un metro de mi.

— Quería verte.

Y esas malditas mariposas de nuevo.

— ¿A estas horas? Y si te llega a ver mi padre...

— Ya hablé con tu padre.

¿Que qué?

— ¿Qué? ¿Cuando?.— pregunté con el ceño fruncido.

— El día que dormiste en mi apartamento, me llamó alarmado para ver donde estabas, y bueno, le dije que conmigo.

Dios mío. Papá se habría puesto como un loco...

Tal y como se puso conmigo.

— ¿Y tú que haces despierta?

— No puedo dormir.— susurré con una sonrisa apenada.

— Tu madre me ha dicho que ayer fue un día duro para ti.

Asentí desviando mi mirada a la ventana.

— Todos los días son duros para mi, pero este el que más.

— ¿Puedo preguntar por qué?

— No estoy lista para hablar de ello.— le contesté mirándolo. Sus ojos me miraban con luz, y su rostro me escuchaba atentamente.

— Lo respeto, pero sacudiría cielo y mar para saber que es lo que te pasó y cómo ponerle fin a tu dolor.

Quería contarle.

Quería hacerlo pero sentía que se iba a alejar de mi.

Y eso no lo quería 100%.

— ¿Vas a estar toda la noche aquí?

— No, mañana me voy a Italia por unas gestiones y solo venía a despedirme.

— ¿Te vas?.— mi tono de voz desilusionado no pasó desapercibido.

— Volveré, Olivia.

— ¿Cuando?

— No te puedo decir tiempo exacto, aproximadamente una semana o algo más.

Asentí bajando mi mirada a sus manos y suspiré. No se porque me afectaba el saber que no lo vería en ese tiempo.

A fin de cuentas, no éramos nada.

— No me eches mucho de menos.— sonrió.

— No te voy a echar nada de menos.— dije levantando una ceja. Él soltó una risa y negó con la cabeza.

— Ay Olivia, Olivia...

— ¿Puedo hacerte una pregunta?

— Las que quieras.

— ¿Tú... estás casado, o tienes a alguien...?

Me sonrojé al hacer esa maldita pregunta pero la curiosidad me invadía.

— Estoy soltero, Olivia, mi interés está en ti ahora mismo.

— Oh.

Él se levantó de la cama dispuesto a irse y yo lo imité.

— Me voy a ir yendo ya, es tarde y tu también deberías descansar algo.— sus ojos me miraron desde la altura, ya que me sacaba una cabeza, era mucho más alto que yo.

— Ya nos veremos, ten cuidado.— dije mirándolo con una sonrisa. Nuestros cuerpos estaban separados pero no tanto, había una distancia prudente.

— Lo tendré, ten cuidado tu también.— sonrió abriendo el ventanal. Iba a salir pero algo pasó por su cabeza, ya que volvió su mirada a mi y habló.— ¿Puedo darte un abrazo?

Mi corazón empezó a bombear al escuchar esa pregunta. Mi cuerpo empezó a tensarse y a sentir las palpitaciones en cada poro de mi ser, pero yo también sentía esa necesidad.

Quizás era la última vez que lo viese.

— Si.— susurré con la voz temblorosa. Sus ojos se oscurecieron y se acercó poco a poco a mi. Mi respiración se aceleraba a pesar de que yo trataba de controlarla.

Por inercia di un paso hacia atrás cuando alzo uno de sus brazos.

— No quiero que te sientas obligada a esto, Olivia.— susurró mirándome a los ojos.

— Lo siento, lo siento.— susurré nerviosa notando las lágrimas en mis ojos. Cerré mis ojos sintiéndome agobiada y avergonzada por la situación. Me sentía una niña pequeña frente a él, sin ser capaz de dar ni un abrazo.

— Mírame.— susurró, su voz estaba cerca, muy cerca. Abrí mis ojos y subí mi mirada hacia los suyos.— No llores, por favor.

Sollocé tapándome la boca y noté algunas lágrimas caer por mis mejillas. Sus manos subieron a la altura de mi casa pero las alejó de inmediato.

— Lo siento tanto.— susurré tapándome la boca para no hacer ruido con mis sollozos.

— No me hagas esto, por favor.— susurró cerrando sus ojos y apretando sus puños.— No quiero verte así por mi maldita culpa.

No me toques Donde viven las historias. Descúbrelo ahora