Capítulo 6

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El pequeño jardín que teníamos en casa estaba decorado con luces y música suave en directo. La mesa estaba puesta al detalle, un mantel de color beige la cubría, y encima estaban colocados todos los platos y cubiertos. En total, hoy cenaríamos 7 asistentes.

Encima de la mesa habían distintos entrantes en el centro de la mesa, y varios tipos de vino, cerveza, y agua.

— Tomen asiento.— una mujer de mediana edad con un traje de mayordoma nos ofreció asiento. Emma, Zeus, y yo nos "sentamos" juntos de espaldas a la puerta que daba paso al jardín. Digo "sentados" porque teníamos que esperar de pie a que viniesen los invitados.

— Muchas gracias, señorita.— dijo Zeus sonriente, tan educado cómo siempre.

Si algo nos había inculcado mamá, es que el gracias y el por favor siempre había que decirlo, y los saludos, claro.

— Adelante, señores. Les presentaré a mis hijos.

La voz de papá fue la señal para que nosotros nos girásemos a hacer presencia.

He de decir que mi boca quedó seca al ver a los predominantes hombres que aparecieron.

Eran dos. Dos hombres grandes y diferentes a lo que normalmente eran los socios de papá.

— Buenas noches.— dijo uno de ellos. Este era alto, piel morena, cuerpo atlético, y ojos verdes; muy atractivo.— Mi nombre es Lorenzo Abatino, compañero, hermano, y fiel amigo del futuro socio de su empresa, Maximiliano Abatino.

El segundo de ellos, Maximiliano, se veía un hombre cautivador, diría que ambos tendrían 5-6 años más que yo, no más. Era increíblemente guapo, ambos lo eran. Maximiliano era un poco más alto que Lorenzo, cuerpo musculoso, ojos verdes, piel morena, y cabello negro. Ambos vestían un traje negro elegante, pero a diferencia de Maximiliano, el traje de Lorenzo tenía como una especie de cenefa en terciopelo.

En el cuerpo de Maximiliano se veían tatuajes, por sus manos, su cuello... En el aspecto de ambos se veían adinerados, joyas grandes en sus dedos, y lo increíblemente cuidados que se veían.

Por no hablar del embriagador aroma a perfume que desprendían ambos. Muy enigmático.

— Buenas noches.— la voz de Emma me sacó de mi ensoñación, debía habernos presentado yo, fallo mío.— Yo soy Emma, el es mi hermano pequeño Zeus, y ella es Olivia, nuestra hermana mayor.

Los ojos de Maximiliano se dirigieron a los míos, y me sentí una hormiga. Sus ojos, frívolos y firmes, me escrutaban cada detalle de mi, casi parecía que podía leer mis pensamientos.

— Es un placer conocerles.— dije. Emma se acercó a darle dos besos a Lorenzo y a Maximiliano.

Y ahí me tensé. Miré a mamá en busca de ayuda y me dio una señal para que me sentase, y eso hice.

Llamadme maleducada pero mi miedo era superior a mi educación.

Acto seguido, todos se sentaron, y por mi suerte o desgracia, Maximiliano cayó frente a mi.

— Espero que les guste la cena.— habló papá.— Y díganme, se ven jovenes, ¿hace cuanto están en el mundo de los negocios?

— Desde los 18, nuestros padres eran amigos y nos inculcaron todo lo que debíamos de saber desde pequeños.— habló Lorenzo.— Somos hermanos, Max tiene 28, y yo tengo 27, apenas nos llevamos 1 año.

— Es un honor ver gente joven manteniendo el negocio de sus antepasados y padres.— dijo mamá.— Emma va a empezar a estudiar y se está preparando para seguir con la empresa familiar, estoy segura que será una gran jefa.

— ¿En serio? Te va a gustar muchísimo, aparte de que estás aprendiendo mediante la universidad, y a la vez tus padres te enseñan todo lo que la universidad no te enseñará.— dijo Lorenzo mirando a Emma. Emma asintió sonrojada, a ella también le habían cautivado los hermanos Abatino.

— Yo estoy estudiando tercer curso de primaria, pero me esfuerzo mucho porque quiero ser como mi padre.— habló Zeus sonriente y emocionado. Papá lo miró orgulloso mientras comía uno de los entrantes.

— Que bien, campeón, vuestro padre tiene que estar muy orgulloso de vosotros.

— ¿Y tú?.— la voz de Maximiliano se dirigió a mi. Lo miré y enarqué una ceja sin saber a que se refería.— ¿También trabajarás en la empresa en un futuro?

Todos los ojos se dirigieron a mi.

— No.

Me limité a negarlo, no iba a dar explicaciones a un extraño.

— ¿Por qué?.— esta vez preguntó Lorenzo.

— No es mi vocación.— contesté. Él asintió y siguió picando de la comida. Maximiliano, por el contrario, mantuvo su mirada en mi.
De verdad sentía que este hombre trataba de ver y oír dentro de mi.

Era... extraño.

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