Capítulo 11

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Tras unas semanas bastante rutinarias, papá nos informó que Maximiliano y Lorenzo se venían a San Francisco, a trabajar con papá desde la sede de aquí.

No se volvió a hablar del tema de aquella noche, aunque sabiendo que para mis padres simplemente había sido un despiste mío, pues lo veía normal.

Yo seguía mis clases y alguna que otra vez me veía con Lea. Tampoco había cruzado palabra ni había vuelto a coincidir con Maximiliano.

— Liv, han llamado al timbre.— dijo Zeus sacándome de mis pensamientos. Caminé hacia la puerta encontrándome a Maximiliano en mis narices.

— Hola.— dije tímidamente. No podía evitar ponerme nerviosa con él cerca.

— Buenas tardes, Olivia. ¿Está tu padre?

Negué.

— Ha salido.

— ¿Y tú madre?

— Tampoco.— contesté.

— ¿Estás sola?.— preguntó mirando por encima de mi cabeza, ya que era bastante más alto que yo.

— Estoy con Zeus.

— Ya veo. ¿Podemos hablar un segundo?

Me tensé sabiendo que iba a hablarme sobre esa noche.

— ¿Es necesario?

— Lo de aquella noche tu no debiste verlo.— empezó a decir en un tono bajo.— Y quería pedirte disculpas por como te traté, fui un poco brusco.

— No me tiene que dar explicaciones, señor Abati-

— Trátame de tú, no soy tan mayor.— soltó una risa. Sonreí al sentir que su risa había sido gracias a mi, y resultaba reconfortante teniendo en cuenta que yo no me consideraba divertida.

— Lo siento.— susurré. Él sonrió mirándome y noté mis mejillas ponerse coloradas.

— Voy a realizar una cena de inauguración, ya que mi hermano y yo nos vamos a venir a vivir por una temporada aquí. Dale este sobre a tus padres, es la invitación.— tomé el sobre que me daba.— Tu también puedes venir.

— No me gustan las fiestas.

— Es una reunión de amigos.— dijo quitándole importancia.— Espero verte.

— Me lo pensaré.— dije, él asintió yéndose de nuevo a su coche y yo cerré la puerta.

Una extraña sensación se apoderó de mi estomago al oír sus palabras.

Maximiliano era un hombre atractivo y que podía llamar la atención de cualquier mujer. ¿Pero qué mujer llamaba su atención?

Evidentemente yo no, era obvio.

— ¿Qué te ha dado?.— preguntó Zeus desde el sofá.

— Es para mamá y papá.— contesté mostrándole el sobre.

A las dos horas volvieron mis padres, dijeron que irían a la inauguración y yo debía ir con ellos, Emma se quedará en casa con Zeus y varios guardaespaldas.

— ¿Debo ir elegante?.— pregunté mirando mi armario. Mamá se asomó a mi habitación y sonrió.

— Es una cena importante, cariño, y tu ya eres toda una mujer.

— Una mujer rota.— susurré tristemente mirando mi cuerpo en el espejo. Mamá me miró desde atrás con una sonrisa triste.

— Desearía poder abrazarte cada vez que te dices esas cosas, eres una mujer hermosa y fuerte, Olivia, que no se te olvide jamás.

Sonreí mirándola en el espejo y solté un suspiro. Cogí un vestido verde oscuro largo de palabra de honor, de corte midi y ajustado al cuerpo. Escogí unos tacones dorados y mi bolso de confianza.
Me maquillé sutilmente y alisé mi cabello corto.

Echaba mucho de menos mi cabello largo, la verdad.

(.)

Llegamos a la casa donde Lorenzo y Maximiliano se iban a hospedar por un tiempo indefinido.

La casa era bastante bonita, estaba a las afueras de San Francisco pero relativamente cerca del mar. Constaba de 2 plantas, un jardín y una piscina cubierta.

La decoración y estética era un tanto moderna pero a la vez con un toque barroco. Era muy, muy bonita.

— Buenas noches. ¿Tienen invitación?

Un hombre enorme vestido de negro nos paró al entrar. Mi padre le dio el sobre que me dio Maximiliano y el -supuesto- guardaespaldas nos dejó pasar.

— ¿Estás segura de que quieres entrar, Liv?

Mamá me miró al notar el burullo de gente que había en esa casa. Me revolví un poco incomoda al pensar de que la gente podría estar tocándome y rozándome todo el rato.

— Creo que me quedaré en la zona del jardín.— dije.

— Ten cuidado, cualquier cosa me llamas.— dijo papá. Asentí y ellos se dirigieron hacia el interior. Suspiré mientras yo me dirigía hacia la zona del jardín.

Habían muy, muy pocas personas, podría contarlas con las manos. Me senté en un pequeño banco que había y miré al cielo estrellado que nos cubría esta noche.

Era increíble, éramos seres tan chiquititos al lado de la gran galaxia.

No me toques Donde viven las historias. Descúbrelo ahora