Capítulo 29: Ecos Persistentes

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Después de regresar de las montañas, Ana y Marcos intentaron volver a la normalidad, pero algo había cambiado. Aunque ambos fingían que todo estaba bien, Ana no podía evitar sentir que la confesión de Clara había dejado una marca en su relación. Era como una sombra que seguía presente, incluso cuando trataban de disfrutar de su tiempo juntos.

Una semana después del viaje, Ana decidió hablar con Carla. Sentía que necesitaba el consejo de alguien imparcial, alguien que la conociera bien y que pudiera ayudarla a procesar sus sentimientos. Quedaron de encontrarse en su café habitual, un lugar que siempre había sido su refugio para conversaciones importantes.

Cuando Ana llegó, Carla ya estaba sentada en su mesa favorita, con dos tazas de café humeante frente a ella. La expresión de Carla era cálida, pero también preocupada, como si pudiera leer el conflicto en el rostro de Ana desde lejos.

—Hola, Ana. ¿Cómo estás? —preguntó Carla, invitándola a sentarse.

—He estado mejor, la verdad —respondió Ana, con una sonrisa cansada mientras se acomodaba en la silla.

Carla asintió, tomando un sorbo de su café antes de hablar.

—¿Es por lo que pasó con Marcos en las montañas? —preguntó, y Ana asintió en respuesta.

—Sí... No sé cómo explicarlo, Carla. Marcos me aseguró que no hubo nada entre él y Clara en el pasado, y quiero creerle, pero no puedo dejar de sentirme insegura. Esa confesión me hizo pensar que quizás hay cosas que no sé, o que él no se ha dado cuenta de lo que realmente siente —explicó Ana, con un tono de frustración.

Carla se quedó en silencio por un momento, como si estuviera considerando cuidadosamente sus palabras antes de responder.

—Ana, es normal que te sientas así. Cuando alguien del pasado de tu pareja reaparece con sentimientos no resueltos, es natural que surjan dudas. Lo importante aquí es cómo decides manejar esas dudas. ¿Crees que puedes hablar abiertamente con Marcos sobre esto? —preguntó Carla, con la misma franqueza que siempre había caracterizado su amistad.

Ana suspiró, jugando con la taza de café entre sus manos.

—Lo intenté, y él me aseguró que estoy siendo irracional, pero no puedo evitar que la incertidumbre me consuma. No quiero ser la novia celosa, pero a veces siento que hay algo más que no estoy viendo —respondió Ana, su voz reflejando la confusión interna que la había estado atormentando.

Carla asintió, entendiendo la lucha de su amiga.

—Tal vez lo que necesitas es tiempo para procesar todo esto, y para ver si tus sentimientos cambian o si esas dudas persisten. A veces, lo que parece un problema de confianza puede ser solo una señal de que hay algo que necesitas resolver en ti misma —dijo Carla, tratando de ofrecer una perspectiva diferente.

Ana reflexionó sobre las palabras de Carla. Sabía que había algo de verdad en lo que decía. Quizás parte de su inseguridad provenía de su propio miedo a ser herida, algo que había experimentado en relaciones pasadas. Pero también sabía que, sin importar cuánto confiara en Marcos, necesitaba encontrar una manera de lidiar con esos sentimientos, o de lo contrario, seguirían afectando su relación.

—Tienes razón, Carla. Tal vez esto es algo que necesito trabajar en mí misma. No puedo culpar a Marcos por mis propios miedos, pero tampoco puedo ignorar cómo me siento —dijo Ana, sintiendo una mezcla de alivio y responsabilidad.

Carla sonrió, orgullosa de la madurez de su amiga.

—Lo importante es que no te quedes callada. Habla con Marcos, pero también escucha a tu corazón. Y si en algún momento sientes que esas dudas están destruyendo lo que tienen, entonces tal vez es hora de tomar una decisión más grande —aconsejó Carla.

Ana asintió, agradecida por el consejo de su amiga. Sabía que necesitaba encontrar un equilibrio entre confiar en Marcos y ser honesta consigo misma sobre lo que estaba sintiendo.

Después de despedirse de Carla, Ana caminó por la ciudad, dejando que el aire fresco de la tarde la ayudara a despejar su mente. Sabía que el amor no siempre era fácil y que las relaciones requerían trabajo, pero también sabía que no podía ignorar las señales que su corazón le estaba enviando.

Esa noche, cuando se encontró con Marcos para cenar, decidió ser honesta con él, pero desde un lugar de amor, no de reproche.

—Marcos, he estado pensando mucho en lo que pasó con Clara. No quiero que esto sea un problema entre nosotros, pero necesito que me ayudes a entender algo —comenzó Ana, mirándolo a los ojos mientras tomaba su mano.

Marcos la miró con una mezcla de sorpresa y preocupación.

—Claro, Ana. ¿Qué es lo que necesitas entender? —preguntó, claramente dispuesto a escuchar.

Ana respiró hondo antes de hablar.

—Necesito saber que estamos en la misma página, que no hay nada oculto entre nosotros. No es que dude de ti, pero esa situación me hizo darme cuenta de que necesito sentirme segura en nuestra relación. Y para eso, necesito que hablemos abiertamente de cualquier cosa que pudiera estar afectándonos —dijo, con una voz suave pero firme.

Marcos la miró en silencio por un momento antes de responder.

—Ana, te prometo que no hay nada que esté ocultando. Entiendo que la situación con Clara fue incómoda, pero no quiero que eso te haga dudar de lo que tenemos. Estoy aquí para ti, y quiero que hablemos de lo que sea necesario para que ambos estemos en paz —respondió Marcos, apretando su mano con suavidad.

Ana sintió que algo se liberaba en su pecho al escuchar esas palabras. Sabía que la confianza no se construía de la noche a la mañana, pero también sabía que estaban en el camino correcto.

—Gracias, Marcos. Eso es todo lo que necesito: honestidad y compromiso, de ambos lados —dijo Ana, sintiendo que habían dado un paso importante.

Pasaron el resto de la noche hablando sobre sus miedos, sus esperanzas, y lo que querían construir juntos. Aunque las dudas de Ana no desaparecieron por completo, supo que al menos estaban trabajando en ellas, juntos, y eso era un gran consuelo.

Poliamor - Tres corazones, un solo amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora