Capítulo 59: El Inicio de la Caída

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La visita de Marcos a París fue un respiro para Ana, pero la realidad de la distancia aún pendía sobre ellos como una amenaza invisible. Tras su partida, el vacío volvió a instalarse. Las videollamadas, aunque frecuentes, no lograban sustituir la intimidad que ambos tanto anhelaban. Ana se sumergía cada vez más en su trabajo, encontrando consuelo en la rutina, mientras que Marcos, de vuelta en casa, se encontraba lidiando con su propia soledad.

El estrés del trabajo comenzaba a afectar a Ana. El proyecto en París, aunque emocionante, se estaba volviendo más exigente. Las reuniones interminables, los plazos imposibles y las noches sin dormir empezaron a desgastarla. Pronto, las llamadas con Marcos se volvieron más cortas, más mecánicas. Las conversaciones profundas se convirtieron en breves actualizaciones sobre el trabajo y la vida diaria, dejando de lado los sentimientos que ambos intentaban ignorar.

Una tarde, después de una reunión particularmente difícil, Ana recibió un mensaje de Daniel. Al principio dudó en abrirlo, sabiendo que cualquier interacción con él podría desestabilizar lo que había reconstruido con Marcos. Pero la tentación de revivir algo del pasado, algo que le había dado una chispa de emoción en un momento de crisis, fue demasiado fuerte.

Daniel: "No puedo sacarte de mi cabeza. Sé que ha pasado tiempo, pero si estás en París, ¿por qué no podemos hablar, aunque sea solo una vez? Prometo que no complicaré nada. Solo necesito verte."

Ana sintió el pulso acelerarse en su cuello. Sabía que debería ignorar el mensaje, que su relación con Marcos estaba en un lugar frágil y que abrir esa puerta solo traería problemas. Pero en ese momento de debilidad, la posibilidad de ver a Daniel, de tener una conversación que tal vez le diera claridad sobre lo que había dejado atrás, se volvió tentadora.

Respiró hondo antes de responder.

Ana: "Tal vez una última conversación nos ayude a cerrar ese capítulo. Pero solo una vez, Daniel. No quiero que esto complique mi vida más de lo que ya está."

El mensaje fue enviado, y Ana sintió que acababa de cruzar una línea peligrosa, una línea que no sabía si podría desandar.

En casa, Marcos también estaba luchando. Las semanas sin Ana se sentían como un retroceso a la época en que su relación estaba tambaleando. Los viejos temores comenzaban a resurgir, y aunque hablaba con Ana casi todos los días, algo dentro de él sentía que estaban perdiendo la conexión que tanto les había costado recuperar. Sin embargo, decidió mantenerse firme y no sucumbir a sus inseguridades.

Pero una tarde, cuando recibió un mensaje de Lara, la tentación fue más fuerte que su determinación.

Lara: "He estado pensando en ti, Marcos. Sé que decidimos seguir adelante, pero últimamente no dejo de pensar en lo que teníamos. Si alguna vez necesitas hablar, ya sabes dónde encontrarme."

Marcos se quedó mirando el mensaje durante varios minutos. Sabía que responder podría traer consecuencias que no estaba preparado para enfrentar, pero la soledad que sentía sin Ana lo empujó a hacerlo.

Marcos: "Gracias, Lara. Ha sido un poco complicado últimamente con Ana lejos. Tal vez sí podríamos hablar un día de estos."

Era una respuesta inocente, pero ambos sabían que las palabras escondían algo más profundo, algo que había quedado sin resolver.

Una semana después, Ana y Daniel se encontraron en un café en una esquina discreta de París. Cuando lo vio entrar, todo lo que había intentado reprimir volvió a la superficie. Daniel la miró con una intensidad que Ana había olvidado que existía, y aunque su cuerpo se tensó al principio, la conversación fluyó de manera sorprendentemente natural.

—No he dejado de pensar en ti, Ana. Sé que elegiste seguir con Marcos, pero no puedo sacarte de mi mente. Estar aquí, viéndote de nuevo, solo me confirma que no estaba equivocado sobre lo que sentí —dijo Daniel, su voz suave pero cargada de emoción.

Ana sintió que su corazón latía con fuerza. Aunque había intentado ignorarlo, sabía que lo que había compartido con Daniel era real, y ahora, estando tan lejos de Marcos, la realidad de lo que sentía comenzaba a desmoronar sus certezas.

—Daniel, yo... no sé qué decirte. He tratado de seguir adelante, pero verte aquí me hace cuestionar si realmente he cerrado ese capítulo —dijo Ana, sin poder evitar la sinceridad en su voz.

La conversación entre ellos fue más larga de lo que Ana había anticipado. Se hablaron de los sentimientos no resueltos, de las posibilidades que nunca exploraron, y aunque Ana intentaba mantener la distancia emocional, se dio cuenta de que ya no era posible negar lo que sentía por Daniel.

Al despedirse, ambos se quedaron en silencio, sabiendo que la chispa entre ellos aún ardía.

—Si alguna vez cambias de opinión, estaré aquí, Ana. No puedo prometer que esperaré por siempre, pero nunca te dejaré de querer —dijo Daniel antes de irse, dejándola con un vacío que ninguna decisión fácil podría llenar.

De vuelta en casa, Marcos finalmente aceptó encontrarse con Lara para hablar. Sabía que estaba jugando con fuego, pero la ausencia de Ana y los recuerdos de lo que había sentido por Lara lo empujaron a ceder a la tentación. Se encontraron en el mismo bar donde había coincidido con ella antes, y la conversación comenzó de manera inocente, pero rápidamente tomó otro rumbo.

—No sé si alguna vez te dije esto, Marcos, pero lo que tuvimos fue real para mí. Sé que tenías a Ana, y yo lo respeté, pero siempre sentí que había algo más entre nosotros —confesó Lara, con una mirada directa y sin rodeos.

Marcos sintió una mezcla de culpa y deseo. Sabía que lo que estaba haciendo era peligroso, pero las emociones que había compartido con Lara seguían ahí, y estar con ella de nuevo lo hacía sentir vivo de una manera que había olvidado.

—Lara, lo que teníamos también fue real para mí. Pero ahora estoy con Ana, y no quiero poner en peligro lo que tenemos —respondió Marcos, aunque su voz no sonaba tan firme como hubiera querido.

Lara sonrió suavemente.

—No te estoy pidiendo que dejes a Ana. Solo que no ignores lo que sientes por mí. A veces, las cosas no son tan simples como elegir una sola persona —dijo, sus palabras resonando en la mente de Marcos.

Esa noche, Marcos regresó a casa sintiéndose más confundido que nunca. Sabía que había cruzado una línea, aunque no de manera física, pero la confusión emocional lo dejaba al borde de una decisión que podría cambiar todo.

Poliamor - Tres corazones, un solo amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora