Las semanas siguientes pasaron en un equilibrio constante entre lo cotidiano y lo emocionante. La relación entre Ana y Marcos había entrado en una nueva fase, una en la que la confianza y la comunicación fluían de manera más natural, pero con un toque adicional de intensidad que ambos parecían disfrutar.
Una noche, Ana y Marcos decidieron salir a un bar en el centro de la ciudad, un lugar conocido por su ambiente sofisticado y su música en vivo. Ana eligió un vestido negro ajustado, que dejaba poco a la imaginación, pero que mantenía un aura de elegancia. Marcos no pudo evitar mirarla con admiración cuando la recogió en su apartamento.
—Estás increíble, Ana —le susurró al oído mientras la ayudaba a ponerse el abrigo. Ana sonrió, disfrutando de la sensación de tener su atención completa.
El bar estaba lleno, pero encontraron un lugar en la barra desde donde podían observar la pista de baile. La música jazz llenaba el ambiente, envolviendo a los presentes en una atmósfera casi sensual. Marcos pidió un par de cócteles y, mientras esperaban, Ana se inclinó hacia él, rozando intencionadamente su pierna con la suya.
—¿Qué tienes en mente esta noche? —preguntó Ana con una sonrisa traviesa, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y deseo.
Marcos la miró de reojo, disfrutando del juego.
—Lo que tú quieras, Ana —respondió, manteniendo la mirada fija en sus ojos.
Ana tomó un sorbo de su bebida, sintiendo cómo la tensión entre ellos aumentaba con cada segundo que pasaba. No era solo el alcohol lo que hacía que el ambiente se sintiera cargado; era la acumulación de semanas de atracción contenida, de miradas prolongadas y de caricias que habían quedado en el umbral de lo prohibido.
Cuando la banda empezó a tocar una melodía más lenta, Marcos se levantó y extendió su mano hacia Ana.
—Baila conmigo —dijo, y aunque no fue una pregunta, Ana tomó su mano sin dudarlo.
En la pista de baile, los cuerpos de ambos se movieron al compás de la música, pero con una cercanía que hacía imposible ignorar la electricidad entre ellos. Ana apoyó su cabeza en el hombro de Marcos, disfrutando del contacto y de la sensación de sus manos firmes en su cintura. Cada giro y cada paso los acercaba más, borrando cualquier espacio entre ellos.
Sin previo aviso, Marcos deslizó su mano por la espalda de Ana, acariciando su piel desnuda justo en el borde de su vestido. Ana contuvo el aliento, disfrutando de la sensación de su tacto y de la forma en que él sabía exactamente cómo encender una chispa en ella.
Cuando la canción terminó, se quedaron quietos, todavía en la pista, mirándose intensamente. Ninguno de los dos dijo una palabra, pero el mensaje era claro. Marcos se inclinó hacia ella, su voz apenas un susurro.
—Vámonos de aquí —dijo, y Ana asintió, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza.
Salieron del bar con la misma intensidad con la que habían entrado, pero esta vez, la electricidad entre ellos era palpable. Llegaron al apartamento de Ana en cuestión de minutos, y apenas cruzaron la puerta, Marcos la empujó suavemente contra la pared, inclinándose para besarla.
El beso fue profundo, lleno de la pasión que habían estado acumulando. Las manos de Marcos exploraron su cuerpo con urgencia, mientras Ana respondía con igual intensidad. Aunque el deseo entre ellos era innegable, también sabían que el verdadero placer estaba en la anticipación, en la espera que hacía que cada toque fuera más significativo.
Con una sonrisa en los labios, Ana se separó ligeramente de Marcos, sus ojos brillando con malicia.
—No te lo pondré tan fácil —dijo en un susurro, dejando que la promesa de lo que vendría después se mantuviera en el aire.
Marcos sonrió, aceptando el desafío. Sabía que con Ana, cada momento era una mezcla perfecta de pasión y control, y no había nada que disfrutara más.
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Poliamor - Tres corazones, un solo amor
Genç KurguAna es una chica oficinista, que toma la decisión más loca de toda su vida. La cual hace que toda su vida amorosa se vuelva un nudo, al estar enamorada de dos chicos super complicados. Acompáñame en esta historia llena de amor y confusión.