Los días pasaban, y la claridad que Ana había sentido durante su conversación con Carla comenzaba a desvanecerse. A pesar de su determinación inicial, seguía sintiéndose atrapada entre dos mundos, uno que representaba el pasado y otro que encarnaba la posibilidad de un futuro estable.
El sábado por la mañana, Ana se levantó temprano, decidida a aprovechar el día para despejar su mente. Decidió salir a correr por el parque, una actividad que siempre la ayudaba a pensar con más claridad. Se puso su ropa deportiva, ajustó los cordones de sus zapatillas y se dirigió al parque, donde el sol comenzaba a elevarse en el horizonte.
El parque estaba casi vacío, lo que le permitió concentrarse en sus pensamientos mientras corría por los senderos bordeados de árboles. A medida que avanzaba, su respiración se sincronizaba con el ritmo de sus pasos, y poco a poco, la ansiedad que había sentido durante los últimos días comenzó a disiparse.
Mientras corría, Ana no podía evitar reflexionar sobre la conversación que había tenido con Marcos. Recordaba cómo él había sido tan comprensivo, dándole el espacio que necesitaba para aclarar sus sentimientos. Pero también sabía que no podía seguir aplazando la decisión. Marcos merecía saber qué lugar ocupaba en su vida, y ella necesitaba encontrar la paz consigo misma.
Después de una hora de correr, Ana se detuvo, respirando con dificultad. Se sentó en un banco cercano, secándose el sudor de la frente con la manga de su camiseta. Desde allí, tenía una vista clara de un pequeño lago en el centro del parque, donde los rayos del sol se reflejaban en la superficie del agua.
Mientras contemplaba el lago, su teléfono vibró en el bolsillo. Lo sacó y vio que era un mensaje de Daniel.
"Buenos días, Ana. ¿Te gustaría tomar un café hoy? Me encantaría verte y hablar un poco más. 😊"
Ana miró el mensaje durante unos segundos, sin saber qué responder. Sabía que el encuentro con Daniel podría ayudarla a aclarar sus sentimientos, pero también sabía que, si no tenía cuidado, podría complicar aún más las cosas.
Tomó una respiración profunda y escribió una respuesta rápida: "Claro, Daniel. ¿Nos vemos en el café de siempre a las 11?"
Después de enviar el mensaje, Ana se quedó sentada un rato más, mirando el lago. Sabía que la conversación con Daniel sería importante, pero también estaba decidida a no dejarse llevar por la nostalgia o la presión. Quería ser honesta, tanto con él como consigo misma.
A las 11 en punto, Ana llegó al café donde había acordado encontrarse con Daniel. Era el mismo café donde solían pasar horas juntos cuando eran pareja, y el lugar estaba lleno de recuerdos para ambos. Al entrar, lo vio sentado en una mesa cerca de la ventana, con una taza de café delante.
Daniel levantó la vista y sonrió al verla. Se levantó para saludarla con un abrazo, y Ana sintió una extraña mezcla de familiaridad y distancia en el gesto.
—Hola, Ana. Me alegra que hayas venido —dijo Daniel, mientras ambos se sentaban.
—Hola, Daniel. Gracias por invitarme. Creo que necesitamos hablar —respondió Ana, tratando de mantener la calma.
Daniel asintió, tomando un sorbo de su café antes de hablar.
—Lo sé, y estoy dispuesto a escuchar lo que tengas que decir. Entiendo que todo esto debe ser muy confuso para ti, y quiero que sepas que, independientemente de lo que decidas, solo quiero lo mejor para ti —dijo, mirándola con una sinceridad que hizo que Ana se sintiera aún más confundida.
Ana suspiró, pasando los dedos por el borde de su taza de café.
—Gracias, Daniel. Aprecio mucho que lo entiendas. La verdad es que he estado pensando mucho en nosotros, en lo que fuimos y en lo que somos ahora. Y aunque es difícil, necesito ser honesta contigo y conmigo misma —dijo, sintiendo que las palabras comenzaban a fluir.
Daniel la miró en silencio, esperando a que continuara.
—Lo que tuvimos fue muy especial para mí, y sé que también lo fue para ti. Pero han pasado muchas cosas desde entonces, y aunque una parte de mí siempre tendrá un lugar para ti en mi corazón, creo que ambos necesitamos seguir adelante —dijo Ana, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza mientras hablaba.
Daniel asintió lentamente, procesando lo que Ana había dicho.
—Lo entiendo, Ana. Siempre pensé que, si alguna vez volvía a verte, podríamos tener una segunda oportunidad. Pero ahora me doy cuenta de que tal vez eso no es lo que necesitas, y lo respeto. Solo quiero que seas feliz, y si eso significa que nuestros caminos deben separarse, entonces acepto tu decisión —respondió Daniel, con una seriedad que reflejaba el peso de sus palabras.
Ana sintió un nudo en la garganta al escuchar su respuesta. Sabía que había tomado la decisión correcta, pero eso no hacía que fuera menos doloroso.
—Gracias, Daniel. Significa mucho para mí que lo entiendas. No quiero que esto sea un adiós para siempre, pero sí creo que necesitamos tiempo para sanar y seguir adelante —dijo Ana, sintiendo que, por primera vez en semanas, podía respirar con más facilidad.
Daniel asintió de nuevo, con una leve sonrisa en su rostro.
—Siempre tendrás un lugar especial en mi vida, Ana. Y si alguna vez necesitas a un amigo, estaré aquí para ti —dijo, antes de levantar su taza de café en un gesto de brindis.
Ana levantó la suya y chocó suavemente la taza contra la de él.
—Gracias, Daniel. Yo también estaré aquí para ti —respondió, sonriendo mientras ambos tomaban un sorbo de sus cafés.
La conversación continuó, pero con un tono más relajado. Hablaron de sus vidas, de sus planes para el futuro, y aunque el dolor de la separación seguía presente, ambos sabían que estaban haciendo lo correcto.
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Poliamor - Tres corazones, un solo amor
Ficção AdolescenteAna es una chica oficinista, que toma la decisión más loca de toda su vida. La cual hace que toda su vida amorosa se vuelva un nudo, al estar enamorada de dos chicos super complicados. Acompáñame en esta historia llena de amor y confusión.