Los días que siguieron a la conversación entre Ana y Marcos estuvieron llenos de un silencio palpable. Habían decidido darle una nueva oportunidad a su relación, pero ambos sabían que las palabras no serían suficientes para sanar las heridas. La confianza, rota en pequeños fragmentos a lo largo del tiempo, no se restauraría de la noche a la mañana.
Ana se encontraba en un estado de incertidumbre constante, oscilando entre la esperanza de que las cosas mejorarían y el miedo de que nada realmente cambiara. Marcos, por su parte, se mostraba más comprometido que nunca, consciente de que cualquier paso en falso podría significar el final definitivo de su relación.
Una noche, después de una semana de tensión latente, Marcos propuso algo diferente.
—Ana, creo que deberíamos empezar de cero, como dijimos, pero de verdad. Me gustaría que hiciéramos algo juntos, algo que nos saque de esta rutina y nos permita reconectarnos. ¿Qué te parece si tomamos un pequeño viaje? Algo simple, para despejarnos y reencontrarnos —sugirió Marcos, su tono lleno de esperanza.
Ana lo miró, sorprendida por la idea. Aunque parte de ella seguía luchando con la desconfianza, sabía que necesitaban un cambio de escenario para poder salir de la espiral en la que estaban.
—No es una mala idea —respondió Ana, después de pensarlo unos segundos—. Quizá alejarnos de todo por unos días podría ayudarnos a ver las cosas con más claridad.
Marcos sonrió, visiblemente aliviado de que ella aceptara la propuesta.
—Podemos ir a ese pequeño pueblo en la montaña del que siempre hablabas. Será tranquilo, sin distracciones —dijo Marcos, y Ana asintió, recordando lo mucho que siempre había querido visitar ese lugar.
El viaje fue corto, unas pocas horas en coche, pero el ambiente ya se sentía diferente. A medida que se alejaban de la ciudad y los paisajes urbanos se transformaban en colinas verdes y montañas, Ana notaba cómo la tensión de los últimos días empezaba a desvanecerse. Las largas conversaciones que solían tener antes de que todo se complicara regresaban poco a poco, aunque de manera más cautelosa.
Cuando llegaron al pequeño pueblo en la montaña, el silencio y la calma del lugar fueron un bálsamo para ambos. Se alojaron en una cabaña acogedora con una vista espectacular de las montañas, donde el ruido del viento y los árboles parecía ser la única interrupción en la quietud.
El primer día lo pasaron explorando el lugar, caminando por senderos y hablando de cosas ligeras: el paisaje, la comida local, recuerdos de sus primeras citas. Era como si, por un breve momento, el peso del pasado no estuviera sobre ellos. Pero Ana sabía que no podían evitar las conversaciones difíciles por mucho tiempo.
Esa noche, mientras cenaban bajo las estrellas, Marcos decidió abordar el tema que ambos habían evitado todo el día.
—Ana, sé que hemos intentado dejar de lado las cosas que han pasado, pero quiero que sepas que estoy comprometido a hacer lo correcto de aquí en adelante. Si en algún momento sientes que estoy fallando, quiero que me lo digas. No quiero que las dudas se acumulen de nuevo —dijo Marcos, mirándola con seriedad.
Ana lo escuchó, sintiendo que su sinceridad era real, pero también sabía que las palabras eran solo un primer paso.
—Marcos, aprecio que quieras hacer esto bien, pero también necesito ser honesta contigo. Aún hay días en los que me siento insegura, en los que me pregunto si todo esto será suficiente. No podemos solo olvidar lo que pasó. Tienes que entender que las heridas que tenemos no desaparecerán tan rápido —dijo Ana, con una mezcla de dolor y esperanza.
Marcos asintió, claramente consciente del trabajo que tenían por delante.
—Lo sé, y estoy dispuesto a trabajar en ello. Quiero que sientas que puedes confiar en mí, no porque te lo digo, sino porque te lo demuestro. No quiero que nuestro pasado defina lo que podemos ser juntos —respondió Marcos, con un tono firme.
Ana lo miró, sabiendo que este era el momento de decidir si realmente podía confiar en su promesa. El viaje les había dado un respiro, una pausa en medio de la tormenta, pero el verdadero reto sería cuando regresaran a la vida diaria, cuando los viejos hábitos y los miedos volvieran a aparecer.
—De acuerdo, Marcos. Vamos a intentarlo. Pero necesito que entiendas algo: esto no será fácil. Ambos tenemos que comprometernos a ser completamente honestos, incluso cuando duela. Porque si vuelvo a sentir que me ocultas algo, no habrá vuelta atrás —dijo Ana, poniendo las cartas sobre la mesa.
Marcos asintió nuevamente, y la intensidad en sus ojos reflejaba su comprensión total de la situación.
—Lo prometo, Ana. Te lo demostraré, no solo con palabras, sino con hechos —respondió, tomando su mano con ternura.
Los días en el pueblo pasaron rápidamente, pero la reconexión entre ellos fue evidente. Las largas caminatas por los senderos, las conversaciones profundas bajo las estrellas, e incluso las pequeñas discusiones sobre temas cotidianos, todo parecía más genuino, más auténtico. Ana sentía que estaban construyendo algo nuevo, pero al mismo tiempo, sabía que la verdadera prueba sería cuando volvieran a su vida normal.
El último día, mientras empaquetaban sus cosas para regresar a la ciudad, Ana se encontró mirando la cabaña y las montañas con una sensación de nostalgia. Sabía que estos días habían sido necesarios, pero también sabía que el trabajo real apenas comenzaba.
De vuelta en la ciudad, la rutina regresó, pero Ana y Marcos se esforzaban por mantener el compromiso que habían hecho en las montañas. Marcos estaba más presente, más consciente de sus acciones, y Ana, aunque todavía lidiaba con algunas inseguridades, se permitió confiar un poco más cada día.
Una tarde, mientras Ana revisaba correos del trabajo, recibió una llamada que no esperaba. Era Clara.
—Hola, Ana. Sé que probablemente no quieras escucharme, pero necesito hablar contigo. Hay algo que no te he dicho sobre Marcos, y creo que es importante que lo sepas —dijo Clara, su tono lleno de urgencia.
Ana sintió una oleada de frustración y cansancio. Parecía que, sin importar cuánto intentaran seguir adelante, siempre había alguien o algo dispuesto a traer el pasado de vuelta. Pero esta vez, algo dentro de ella cambió. Sabía que, si volvía a escuchar una nueva historia de Clara o cualquier otra persona del pasado de Marcos, se encontraría de nuevo en ese ciclo de dudas.
—Clara, aprecio que quieras decirme algo, pero ya no voy a dejar que el pasado de Marcos nos siga definiendo. Si hay algo que deba saber, él me lo dirá. No quiero seguir jugando a este juego —respondió Ana, sintiéndose más segura de lo que había esperado.
Clara hizo una pausa, sorprendida por la respuesta de Ana.
—Entiendo... —dijo finalmente Clara, con un tono de resignación—. Lamento si he causado algún problema entre ustedes. Solo quería ser honesta.
Ana colgó el teléfono sintiendo una mezcla de alivio y firmeza. Era la primera vez que sentía que tenía el control de la situación. Ya no iba a permitir que las voces del pasado dictaran su relación. Ahora, todo dependía de lo que ella y Marcos construyeran juntos, sin interferencias.
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Poliamor - Tres corazones, un solo amor
Ficção AdolescenteAna es una chica oficinista, que toma la decisión más loca de toda su vida. La cual hace que toda su vida amorosa se vuelva un nudo, al estar enamorada de dos chicos super complicados. Acompáñame en esta historia llena de amor y confusión.