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Capítulo 23. Okinawa

Nota de la autora: Hermana, ¡ponte los audífonos y escucha mi disco de piano de Shingeki no Kyojin mientras lees! No te arrepentirás. Puedes encontrarla en diferentes plataformas a través de este link:https://links.altafonte.com/jujutsukaisen

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07 de septiembre

Jane's POV

Cuando abrí los ojos el cielo comenzaba a tener destellos de azul cyan y la temperatura había bajado hasta ese punto justo antes de salir el sol.

Suguru me abrazaba con fuerza, pero estaba completamente dormido, podía sentir su respiración tranquila en mi cuello.

Sentí que algo me había despertado, algo de lo que tenía que encargarme lo antes posible.

A los pocos segundos, lo descubrí. Suguru tenía una fuga de energía en dos puntos del cuerpo, en el pecho y en la pierna. Examiné de inmediato su pecho pero no pude encontrar ninguna herida, me dispuse a levantarme para revisar su pierna.

—No te vayas —me susurró, rodeando mi cintura con sus brazos.

—No tardaré, lo prometo —dije, dándole un beso en los labios.

No fue necesario revisar demasiado, antes de llegar a la herida pude ver las sábanas manchadas de sangre. Aunque no era una herida grande al parecer era muy profunda.

Nuestra carrera como hechiceros había desarrollado en mí una atención especial por tener ciertas herramientas conmigo casi siempre. Saqué hilo y aguja de la pequeña maletita donde había guardado los frascos con las hierbas. Suguru se había quedado dormido, tal vez pensando que su herida iba a dejar de sangrar en algún momento, pero no fue así, al parecer su herida había tocado una vena.

Cuando examiné la herida no podía creer lo que estaba viendo, tenía un trozo de cristal de unos 10 cm clavado casi completo en la pantorrilla.

Suguru no era de los que tenían accidentes, él era un hombre con una capacidad física increíble y con una conciencia muy desarrollada de su entorno y su espacio, ese cristal había llegado ahí de alguna forma no accidental. ¿Acaso se había hecho esa herida él mismo para activar la medicina?

El cristal salió completo, me aseguré de no dejar ningún pedacito dentro de la herida, lo suturé de inmediato y le puse un vendaje. Suguru no se despertó.

Me metí a la ducha, abrí la llave y tuve que contener un grito cuando sentí las gotas heladas en mi piel, salí de inmediato para envolverme en una bata de baño.

Estaba acostumbrada, por recomendación de Suguru, a bañarme con agua fría pero al parecer el efecto de éxtasis de la medicina aún seguía en mi sistema. No podía creer lo mucho que me costó encontrar una temperatura que no me hiciera sufrir.

Al salir de la ducha, encontré un camino de sangre que comenzaba en la cama. Lo seguí hasta la barra de la cocina donde encontré los restos de un vaso de cristal. Como lo suponía, Suguru se había provocado esa herida a sí mismo.

Las cortinas del ventanal abierto se levantaron lentamente y pude sentir como un aire gélido me abrazó. Los efectos de mi medicina solían durar 8 horas, pero esta última dosis que había preparado resultó muy diferente a las anteriores por alguna razón que aún desconocía.