Capítulo 33. La Edad de Jesucristo

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Nota de la autora: Hermana, ¡ponte los audífonos y escucha mi disco de piano de Shingeki no Kyojin mientras lees! No te arrepentirás. Puedes encontrarla en diferentes plataformas a través de este link:https://links.altafonte.com/jujutsukaisen

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03 de febrero

Jane's POV

A pesar de haber retomado mi vida, era incapaz de sonreír. Ni la luz del sol, ni la luz del otoño a través de las hojas, ni la nieve brillante podían iluinarme. Había pasado 4 meses en penumbra a pesar de la gente que me rodeaba en el colegio, a pesar de la compañía de mis dos amigos más fieles, Nanami y Satoru, que nunca se separaban de mi lado.

Observé mis dos estaciones favoritas ocurrir, como si no significaran nada. Como si el otoño fuera tan espantoso como un cadáver con los ojos abiertos y el invierno fuera su tumba.

La nieve se había aferrado más de lo habitual. Como si la vida hubiera decidido quedarse congelada. Sin avanzar. Estancándose en charcos negros de temores y miedos debajo de capas de hielo. Este año, febrero estaba durando como dos años.

Aquel día, pedí a todo el mundo que me dejara estar sola. Amenacé a Satoru para que no se me acercara ni a un kilómetro de distancia. Me adentré en el bosque que se encontraba en los territorios del colegio, junté los troncos más hermosos y los apilé en un claro.

Me senté lánguidamente sobre una cama de hojas y encendí un cigarro, el humo blanco del tabaco se mezclaba con el vapor de mi respiración.

—33. La edad de Jesucristo —le dije al viento en voz alta mientras colocaba el cigarro en posición vertical, a falta de una velita de cumpleaños —Como no estás aquí para pedir un deseo, voy a pedirlo por tí —cerré los ojos solemnemente mientras tomaba aire —Deseo que a donde quiera que vayas, siempre estés rodeado de bendición, que tu energía brille en su máxima potencia y que tus ojos nunca tengan razones para oscurecerse.

Entonces vino a mi mente un cúmulo de objetos color lila. Qué magnífico color para un par de ojos que solo tenían amor para dar.

Saqué una pequeña botella de licor de mi bolso, dí un trago por él y luego dí otro por mi. El resto, lo esparcí por los troncos apilados. Dí una última fumada a ese cigarro para sellar mis deseos y lo lancé a los troncos.

Una lengua amable de fuego color rojo se levantó frente a mí, dándome calor, bailando para celebrar ese cumpleaños.

Apreté el anillo que tenía colgando en mi cuello de una cadena.

Por más que entrenaba, me había acostumbrado a una falsa comodidad. Durante los últimos meses no había ocurrido nada peligroso, emocionante o remotamente interesante. No había tenido pesadillas. No habíamos tenido ningún atentado. Nada. Solo un letargo de intención me mantenía despierta, junto con las constantes amenazas de Satoru. No sé qué hubiera sido de mí si él no hubiera estado a mi lado todo este tiempo.

Expulsé el humo del segundo cigarro, contemplando la llama que comenzaba a apagarse cuando sentí, en lo más profundo de mi pecho, una presencia detrás de mí.

Al girar mi cuerpo, apenas las sombras de los árboles nevados se movieron. No había nada y sin embargo ahí estaba, el rastro de una mirada que me había estado observando.

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