VII

210 35 0
                                    

Ahora Danielle y Minji se dirigían a la pequeña reunión de sus compañeros. Minji la había convenciendo, era fácil sobornarla con postres y un poco de comida.

Se sentía ansiosa de alguna manera, si bien, había arreglado las cosas con Haerin, tenía nervios de verla. Quería darle una buena impresión, mostrarle que había cambiado. Pero creía que no era tan buena idea probarlo en una reunión como esas.

Toda esa semana había hecho su mayor esfuerzo, y al no tener ninguna recriminación por parte de la coreana podía confiar en su buen trabajo.

—Bueno, necesito demasiado apoyo emocional.

—Minji... creo que es mejor que, al menos hoy, le des espacio. Parece incómoda contigo.

—Tú me dijiste que me esforzará. — recriminó la morena al verse atacada.

—Lo sé. Sé lo que dije, pero eso fue hace bastante y no funcionó, a lo mejor simplemente debes darte por vencida.

—¿"Simplemente"? ¿Crees que es simple? Tú más que nadie sabes que intente dejar mis sentimientos de lado, pero no es simple, no lo es, Danielle.

—Te creo, pero también debes entender que no es simple lidiar con tu coqueteo todos los días... Solamente digo que le des un poco de espacio, mínimo hoy.

Minji no contesto nada, solo siguió el camino hacia la casa de uno de sus compañeros.  Danielle sabía que su amiga estaba enojada, triste y hasta dolida, pero quería que se dejara de lastimar y que dejara de molestar a la chica. La incomodidad de Hanni era evidente, y el dolor de su amiga también. Lo mejor era que se alejaran.

—Hola, chicas. Pasen, todos están en el jardín. —Las recibió el dueño de la casa, Sunoo.

Así como les indico el chico, fueron al jardín. Los nervios de la australiana estaban a flor de piel, sentía su pulso más rápido de lo normal, mucho más rápido. Sentía un cosquilleo en todas extremidades, como si se hubieran entumido. No entendía el porqué, y tampoco tuvo mucho tiempo para pensar es las posibles razones, porque tan pronto como sus cuerpos fueron vistos por sus amigos y compañeros, las recibieron cálidamente.

...

¿Ahora qué?

Ya había oscurecido, y la habían dejado fuera con Haerin, a solas. Solo ella y Haerin, Haerin y ella. No sabía que decir, o hacer. Llegaba a sentir una leve incomodidad por ambas partes.

Por lo poco que veía de Haerin, al no querer voltear completamente, sabía que su acompañante veía el cielo, muy concentrada. Cómo si cada una de las cosas que quiera saber estuvieran en las estrellas poco visibles.

—Es lindo.

—¿Qué? — estaba confundida, creía que ese silencio no se iba romper jamás.

—El cielo, es lindo.

—Ah, si. Claro— Soltó una leve risa, y copio la acción de la chica que tenía al lado; volteo al cielo, y pudo entender a lo que se refería—. Lo es.

La otra volvió al silencio, pero está vez no había incomodidad, solamente dos chicas disfrutando del ambiente y el resplandeciente cielo nocturno.

—¿Cómo te va siendo responsable? — Volvió a escucharla y se volteo a verla, pero rápidamente desvío su mirada de nuevo al cielo.

—No lo sé, es pesado. Pero es lo necesario.

—Lo es.

—Sí...

—Gracias. — ¿Qué? ¿En qué se estaba convirtiendo esto? De pronto Haerin se disculpaba, y agradecía. Si hace tan solo setenta y dos horas alguien le hubiera dicho que eso pasaría, lo llamaría loco y correría lejos de esa persona.

—¿Por?

—Por haber cambiado, sé que es difícil hacerlo, y aún así lo hiciste.

Ambas seguían viendo el cielo, y Danielle no sabía que decir, seguía creyendo que esto era una locura. No creía que estaba tan cerca de Haerin, que mantenían una conversación académica sin reclamos e indiferencia. Sino todo lo contrario, se sentía cómoda, sin necesidad de estar a la defensiva.

—Lo debía de hacer, debo tener una buena nota si quiero entrar a la facultad de artes, y digamos que un par de gritos sirvieron de maravilla. — Se rio. Escucho a su lado un resoplido y una pequeña risa nasal.

—Lamento eso...

—Ya lo hiciste ayer, no es necesario que también lo hagas hoy.

—No solo ayer. He tenido demasiados días agobiándome por mis acciones, y lamentando cada una de las palabras dichas en ese momento.

—Me lo merecía, era un dolor de culo.

Sintió la mirada de la coreana y se volteo para verla. Compartieron una sonrisa y se echó al pasto. Y Kang la siguió.

Ya no sentía esos nervios rondando por cada centímetro de su cuerpo, ni su corazón latiendo a mil, ni sus extremidades entumidas, ahora todas esas sensaciones fueron reemplazadas por comodidad, alegría y complicidad.

—Entonces, ¿cuál es la peor materia? — la chica de ojos gatunos quiso seguir con la conversación, y así lo hizo.

—Química, obviamente. Es tan aburrida.

—¿Qué? Claro que no...

Y así fue como sus malentendidos se arreglaron, y un nuevo compañerismo nació. Hablaron hasta que se cansaron y tuvieron que irse.
Aunque no encontró a Minji por ningún lado, solo un mensaje de ella. "Lo siento, me tuve que ir", ni un sticker ni nada. Tendría que preguntarle al día siguiente.






Es la segunda parte del maratón, serán tres. Espero que les esté gustando.
Ahora los dejo, disfruten el siguiente capítulo y último del maratón.

Basorexia (Daerin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora