10. Bajo del mar

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VERANO, HACE 15 AÑOS

Con 9 y 10 años Martin y Juanjo fueron por primera vez juntos a la playa. Sus padres consideraron que ya eran lo suficientemente mayores como para que no fuera un caos trasladarse hasta allí con ellos y cada verano tenían que buscar formas nuevas de mantener entretenidos a los niños, aunque realmente, se bastaban el uno con el otro.

Los dos niños recibieron la noticia de que iban a pasar el día en la playa con una ilusión desmesurada, tenían ganas de hacer castillos y bucear bajo el agua salada, pero sobre todo de sumar otra experiencia juntos.

—¡Yo quiero ir en el coche con Juanjo! —gritó Martin en cuanto se enteró de los planes.

—¡Sí, mamá, yo no quiero ir solo con vosotros, que rollo! —exclamó Juanjo.

Los dos niños lo tenían claro, corriendo el uno hacia el otro como si así nadie pudiera separarlos.

—No vale, siempre me dejan sola —se quejó María.

El problema estaba claro, tres sillitas de niño no cabían en la parte trasera de un coche, además era ridículo ir tres apretados detrás pudiendo dividirse, tampoco compensaba el lío que iba a ser cambiar sillas de un coche a otro. Lo más sencillo sería que fuera cada uno con sus padres, así lo veía Rebeca, que tenía que pensar en sus dos hijos. Entendía la amistad tan especial que su hijo tenía con Juanjo, pero al final siempre se veía perjudicada María y eso tampoco era justo para ella. Le repetía a Martin que tenía que hacerle más caso, pero compartir a Juanjo le resultaba complicado.

—Martin, tú vas con nosotros y tu hermana, ya vais a estar todo el día juntos después —terció Rebeca.

Martin no era un niño de rabietas, pero en ese momento sus chillidos se escucharon por todo el pueblo. Se puso a gritar, a llorar, se tiró al suelo pataleando y les dijo a sus padres que eran los peores del mundo, sin que ningún intento de diálogo consiguiera que se calmara y entrara en el coche, ni siquiera la severa amenaza de su padre de dejarlo en casa, a sus 9 años ya entendía que sus padres no harían eso. Puede que esa noche se quedara sin helado o que no le dejaran ir a casa de Juanjo al día siguiente, pero no podían dejarle solo mientras iban a la playa, eso lo sabía. Solo Juanjo fue capaz de tranquilizar a Martin y conseguir que se metiera en el coche.

—Martin, no pasa nada —dijo Juanjo agachándose a su altura en el suelo—. Es un ratito y después estamos juntos otra vez.

A tan corta edad, Juanjo ya entendía a la perfección los sentimientos de su amigo en cada momento.

—Pero es que yo quiero ir contigo —dijo sin dejar de sollozar.

—Y yo, pero no pasa nada, es muy poquito tiempo, seguro que pasa volando.

Poco más de una hora después ya estaban untados en crema y correteando por la arena hasta el mar con sus padres siguiéndoles de cerca. Chapotearon, saltaron las olas y nadaron hasta cansarse, salpicándose el uno al otro, causando que Martin se quejara y Juanjo se riera, el pique les duraba poco porque en cuestión de segundos volvían a estar saltando juntos. Se mantuvieron así hasta que recordaron que habían llevado cubos para hacer castillos y se convirtió en todo lo que querían hacer. Empezaron una competición por quien hacía el castillo más grande, el que ganara elegiría el libro que leerían antes de dormir, porque ya habían decidido que esa noche Juanjo iba a quedarse en casa de Martin, aunque sus padres todavía no lo supieran.

—¿Sabes que la familia de mi amiga Chiara vive en el mar? —dijo Martin inocentemente, arrojando una piedra del suelo al la marea mientras que Juanjo llenaba uno de los cubos de arena.

—Eso es imposible —contestó Juanjo bastante seguro, volcando el cubo para construir la primera torre del castillo.

—Que sí, que lo vi en clase en un mapa y estaba en medio del mar.

14 Veranos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora