26. Los chicos hoy saltarán a la pista

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ACTUALIDAD

Los días de verano pasaban uno tras otro y Martin y Juanjo se habían adentrado en una nueva rutina en la que separarse no era una opción.

Juanjo pasaba gran parte de los días en la posada, su ayuda con la parte de gestión había permitido a Martin poder descansar de vez en cuando y ocuparse de lo que más le gustaba, como era hablar con los huéspedes y recorrer el pueblo en su ruta de periódicos, pan y otras cosas que necesitara para la posada. La realidad era que siendo un sitio tan pequeño, no era necesario tanto trabajo, era lo que más le gustaba a Martin, la vida calmada en el pueblo en contraposición con la ajetreada vida en la ciudad.

—Te voy a prohibir venir como sigas trabajando tanto —riñó Martin a Juanjo poniendo un pie en su despacho, que ahora más bien podría ser compartido. Siempre había dos sillas, dos ordenadores y Violeta les había regalado una foto de los dos juntos que les había hecho sin que se dieran cuenta el día del atardecer para decorar—. Esto era para ayudarme, no para que tú te quedaras sin vacaciones.

Juanjo levantó la mirada del ordenador para posarla sobre la de Martin, levantándose y rodeando la mesa a la vez que sonreía y se acercaba a él, pasando sus brazos por la espalda del más pequeño para así aprisionarlo contra él.

—Ahora no finjas que no te gusta verme.

Martin respondió con una sonrisa aún más grande que la de Juanjo si es que eso era posible. Le encantaba verle, le encantaba saber que cada día encontrarían el momento o la excusa para cruzarse, si no era durante la mañana, siempre les quedaban las noches a escondidas en la habitación de Juanjo. Hacía tiempo que Martin no dormía tan bien como cuando dormía entre los brazos de Juanjo, arropado por el calor que su cuerpo desprendía. Podría jurar que hacía siete años que no dormía tan profundamente, desde la última vez que habían dormido juntos.

—Te lo tienes muy creído —respondió burlón, todavía sin despegarse de él—. Eres tú el que me busca, yo soy el dueño de esto pero ¿qué haces tú aquí cada día?

—No sé ¿qué haces tú en mi cama cada noche?

Martin tiró la cabeza atrás en una pequeña risa, una carcajada que había sido la única forma que su cuerpo había encontrado de exteriorizar toda la felicidad que sentía, toda la plenitud de su corazón cuando estaba así de cerca de Juanjo.

—Está bien, es un empate.

—Creo que he ganado yo, Martinxu, pero lo que tú digas.

En su rutina diaria, Juanjo buscaba motivos inventados y trabajo inexistente para visitarle en la posada, había avanzado tanto que el contable que entrara en septiembre no tendría nada que hacer hasta Navidad. Tampoco le importaba, así pasaba tiempo con Martin y de paso le ayudaba a conseguir tranquilidad en su nuevo puesto como director de la posada, Juanjo era feliz viéndole feliz y estaba claro que su reciente vida allí le importaba mucho.

Dentro de sus planes habituales estaba el descanso para comer. Juanjo cocinaba para los dos cada mañana y a mediodía salían juntos al parque que había cerca de la posada a comer, era un picnic improvisado cada día que se había convertido en uno de sus momentos favoritos. Era una hora en la que estaban ellos solos y podían reconectar y disfrutar de la compañía del otro sin ninguna otra cosa en la cabeza.

—Entonces, que me quede claro —recapituló Martin uno de esos días mientras comían—. Te has despertado esta mañana y has hecho un pollo al horno para cuatro, para que así tus padres tuvieran la comida hecha y nosotros también.

Juanjo asintió, todavía masticando el trozo de pechuga que se acababa de meter en la boca.

—Eres un partidazo —volvió a hablar Martin, tumbándose en el suelo tras acabar con su ración, cerrando los ojos cuando el sol apuntó directo a su cara.

14 Veranos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora