2. Puedes contar conmigo

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VERANO, HACE 20 AÑOS

Los niños deberían estar con niños, o eso es lo que los padres de Juanjo siempre habían pensado. Es cierto que su destino de verano no se lo ponía fácil, pero si había un sitio donde conocer niños, ese sería la piscina municipal. Por ello, aquella mañana, ignoraron la piscina de su casa y se dirigieron con un Juanjo de 5 años a la piscina del pueblo.

Martin era un niño bastante social, había hecho su primer grupo de amigos en el cole y había pasado incontables horas con ellos en el parque y en sus casas, fue una pena cuando todos esos amigos tenían otros sitios de veraneo, dejando a Martin solo en el pueblo. Por eso no es raro que sus padres tuvieran el mismo pensamiento que los de Juanjo y esa misma mañana, el destino o casualidad quiso que también fueran a la piscina. Era la primera mañana que iban ambos y cualquier otra mañana no habrían encontrado a ni un solo niño allí, pero ese día estaba el otro.

Los padres de ambos se identificaron en seguida como los únicos acompañados de un niño, sintiendo un alivio instantáneo, tal vez sus hijos no tendrían que pasar todo el verano solos. Tal vez harían un nuevo amigo.

Juanjo, que hasta que Martin había llegado había estado jugando con unos muñecos de dinosaurios que le habían regalado ese año por su cumple, se acercó a Martin alentado por sus padres. Tenía un año más que él y eso se notaba a estas edades.

-Hola ¿quieres jugar conmigo? -dijo un pequeño Juanjo a un más pequeño Martin, que estaba siendo embadurnado en crema solar por su madre.

-Mamá ¿puedo? -preguntó ansioso. Rebeca sólo tuvo que asentir y ambos niños se sentaron juntos en medio del césped, siendo ese el comienzo de una bonita amistad.

-Me llamo Juanjo.

-Yo me llamo Martin.

-¿Quieres bañarte?

-Vale.

Ambos niños corrieron a que sus padres les pusieran los manguitos, corrieron como si no pudieran esperar ni un segundo más para meterse en la piscina con su nuevo amigo, como si no hubieran estado entretenidísimos hace nada con los muñecos. Les hizo una ilusión desmesurada ver que ambos tenían los mismos manguitos de Bob Esponja y se alegraron todavía más cuando descubrieron que el favorito de ambos era Patricio Estrella. Al final de la mañana ya eran inseparables y los padres quedaron para verse al día siguiente en el parque.

Fueron al parque, el día después Nieves les invitó a su piscina, incluso sacó la piscina hinchable de cuando Juanjo era más pequeño para que pudieran refrescar también a la hermana de Martin. La piscina en casa de los Bona se convirtió en rutina y cada mañana iban, igual que cada sábado había barbacoa en casa de los Urrutia. Los planes eran monótonos, teniendo en cuenta las edades de los niños, pero ellos cada día encontraban algo distinto por lo que emocionarse.

-Mi amiga Kiki tiene una igual, siempre me la deja -dijo Martin en el parque cuando Juanjo sacó de una mochila la Nancy sirena-, pero ahora no está aquí, está en Mazorca con su familia.

-En Menorca, cariño -dijo Rebeca sin poder ocultar su risa.

-Eso, eso.

-Es mi favorita -dijo Juanjo moviendo la muñeca-. La tenía mi amiga Denna y me gustaba tanto que se la pedí a los reyes.

-A mí los reyes me trajeron un cuaderno para colorear, mañana pintamos juntos.

Eso hicieron, se pasaron el verano garabateando, bañándose, tirándose por toboganes y enseñándose sus juguetes preferidos. Había días que Martin se quedaba a dormir en casa de Juanjo o Juanjo en casa de Martin porque no querían separarse. Los padres de ambos encantados por como el verano se estaba desarrollando para sus hijos y encontrando en los padres del otro niño compañía para ellos también.

El día favorito tanto de Martin como de Juanjo fue uno de los días de las fiestas del pueblo. Las fiestas indicaban el fin del verano, pero ellos todavía eran muy pequeños para entender eso. Ellos solo sabían que durante un día había castillos hinchables en la plaza principal por la mañana, un pintacaras antes de comer y payasos y un mago por la tarde. Ese día aparecieron más niños, pero Juanjo y Martin no les necesitaban, se tenían el uno al otro. Ni siquiera Martin quiso cenar ese día en casa de su amiga Ruslana que ya había vuelto de sus vacaciones, no quería que conociera a Juanjo, Juanjo era suyo.

-Quiero pintarme la cara con un tigre -dijo Martin en la cola para que la chica que había contratada les pintara.

-Podemos ir iguales -contestó emocionado Juanjo.

Con los dos con las caras pintadas como un tigre, sus padres les hicieron una de las fotos que acabaría siendo de las favoritas de ambos, los dos con las caras pegadas, fingiendo que sus manos eran garras y con la sonrisa más genuina en sus caras. Al día siguiente esas mismas caras fueron lloros cuando Juanjo tenía que volverse a la ciudad para la vuelta a las clases.

-¿Por qué no os hacéis un dibujo para acordaros del otro? -propuso Rafa esa última mañana, consiguiendo entretener a los niños lo suficiente como para olvidarse de sus llantos.

Ambos se concentraron en exceso, el dibujo tenía que quedar perfecto, era un regalo para el otro, Martin se esforzó por no salirse de las líneas de cada silueta que había pintado y Juanjo eligió minuciosamente cada color.

-Mira, esta es tu casa y estos somos tú y yo en la piscina -explico emocionado su dibujo Martin-. Estamos riéndonos porque es el día que empujamos a tu padre al agua.

-Mi dibujo somos nosotros comiendo hamburguesa en tu casa.

Ambos dibujos eran garabatos difíciles de entender sin la explicación previa, pero para los dos eran como oro en paño. La madre de Martin se lo pegó con celo encima de su cama, mientras que la de Juanjo lo sujetó en el corcho de su cuarto.

-¿El año que viene vas a volver? -preguntó Martin delante del coche ya cargado con las maletas de los Bona.

-¿Podemos volver por favor? - Juanjo se giró a sus padres con toda la ternura del mundo, todavía no entendía que siempre iban al mismo sitio en verano. Aun así, con esa cara sería imposible decirle que no, con los mofletes más rojos de lo normal y la mirada de pena.

-Claro que sí -contestó su padre.

-¡Han dicho que sí! -exclamó Juanjo abrazando a Martin.

Durante el curso escolar, cada vez que se echaban de menos, miraban el dibujo que el otro les había regalado.

14 Veranos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora