9. Perdona (ahora sí que sí)

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—¿Entonces, por qué al final no puedes acompañarme esta tarde a Carrefour?

La voz de Nieves entrando en la cocina le sobresaltó, había dejado el lomo en salsa preparado para que sus padres comieran más tarde, pero él tenía que comer antes si quería llegar puntual a la posada.

—Porque la recepcionista de Martin se ha puesto enferma y me he ofrecido a ayudarle.

—Ah, bueno, si es por eso no pasa nada, me alegro de que al fin hayas reaccionado hijo, que vas a pasarte aquí el verano más solo que la una como no dejes de una vez tu timidez y vuelvas a hacer planes con Martin. No entiendo qué cuesta tanto si erais inseparables, antes nos costaba que te quedaras con nosotros y ahora parece que te paguen por mantenerte alejado de él. De verdad hijo que no hay quien os entienda, pero eso, que me alegro de que vayas a ayudarle, es tan bueno, debería hacerle más magdalenas.

La verborrea de su madre era complicada de seguir, soltaba diez palabras por segundo y la mitad de veces necesitaba pararse a procesarlas.

—Sé cómo dirigir mi vida, mamá, gracias —contestó, cansado de siempre lo mismo.

Su madre ignoraba las indirectas con una destreza espectacular y estaba seguro de que no iba a descansar hasta verle hacer las paces con Martin, como si fuera tan fácil.

—Bueno hijo, no sé, a veces no lo parece. A los jóvenes de hoy en día os falta chispa, habéis crecido rodeados de pantallas y os habéis quedado atontados pero en fin, ese no es el tema. Puedes invitar a Denna, o a ¿cómo se llamaba el chiquillo este? Alex, o bueno a los dos, aquí nos apretamos, pueden venirse unos días, que das penica cada mañana solito en la piscina.

—No estoy solo, estoy con vosotros —se defendió aún sabiendo lo patético que eso sonaba —. Pensaba que queríais pasar el verano conmigo ¿por qué ahora intentas echarme?

—Hijo claro que quiero y no te estoy echando, como se te ocurra irte no te voy a volver a comprar un regalo de cumpleaños en tu vida —Juanjo no pudo negar que le hizo gracia la amenaza de su madre—. Sólo me preocupo por ti, si la vida os ha vuelto a hacer coincidir a lo mejor es por algo.

No tenía guasa ni nada, pensó Juanjo, la vida no les había hecho coincidir, había sido ella y su insistencia en que abandonara todos sus planes de verano para poder ir allí. No se quejaba, bueno un poco sí, pero un verano con sus padres no era nada si a ellos les hacía ilusión, ahora bien, la carta del destino que estaba intentando jugar su madre no iba a funcionar.

—¿Para qué querías ir a Carrefour? —preguntó desesperado por cambiar de tema.

—Nada, por hacer algo distinto, no te preocupes, tenía pensado pedirle a tu padre que viniera conmigo.

Juanjo acabó de comer y se aseguró llenar un tuper hasta arriba de comida, había hecho de más aposta. Martin podría decir lo que quisiera de que comía en la posada y estaba bien, pero a todo el mundo le apetece un plato casero de vez en cuando. Se aseguró de hacerlo cuando su madre no le viera, porque eso solo alimentaría su obsesión de hada de la amistad.

Juanjo llegó a la posada con tiempo de sobra, vio a Martin enseguida en una de las mesas de la recepción con el ordenador abierto y cara de preocupación. Estaba tan concentrado en lo que fuera que tuviera delante que ni se había dado cuenta de su llegada.

Martin no se percató de la presencia de Juanjo hasta que una impotente figura se puso delante de él, tapándole parte de la luz natural que entraba por la ventana. Sólo conocía a una persona que tuviera una presencia tan arrolladora y era justo la persona a la que estaba esperando.

14 Veranos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora