ACTUALIDAD
Caminar por la posada se había convertido en costumbre, su cuerpo ya no entraba en alerta al cruzar la puerta porque ya sabía de sobra qué iba a encontrarse ahí. Ya conocía que baldosas crujían cuando las pisabas, que puertas hacían ruido cuando las abrías y cuáles eran las horas a las que más gente se acumulaba en recepción. Llevaba una semana ayudando a Martin y le había costado muy poco hacerse a la rutina. Tampoco es que estuviera todo el día trabajando, la realidad es que ayudar a Martin en la posada no requería tanto de su tiempo, pero era agradable tener algo qué hacer y, sobre todo, era una buena escapada de casa ahora que su madre había empezado a hablar de guardar todo para llevárselo al final del verano.
Había pasado muchos años sin ir, pero la venta de la casa significaba que ahora otras personas ocuparían el espacio que había trazado cada verano de su infancia y adolescencia y a veces se permitía ser egoísta, él no había pensado volver nunca, no pensaba tampoco volver después de ese verano, pero aún así no quería que otras personas pintaran las paredes y cambiaran los muebles del que durante tantos años había sido su lugar seguro.
—¿Martin sabía que venías? Porque todavía no ha llegado —la voz de Violeta desde la mesa de recepción despertó a Juanjo del trance al que sus pensamientos le habían llevado. Había llegado hasta allí de forma casi automática, dejando que sus pies marcaran solos el camino.
—Que va, he venido solo porque me he dado cuenta en casa de que me faltaban unos datos —contestó, rodeando la mesa con familiaridad, apoyándose en la pared mientras Violeta le indicaba a una madre y su hija la dirección al desayuno.
—¿Va bien?¿Sigue habiendo dinero para pagarme? —bromeó Violeta cuando volvía a no haber nadie requiriendo su atención, dejando que Juanjo campara por allí detrás a sus anchas, toqueteando todo como siempre hacía.
—No sé, igual tenemos que prescindir de ti, pero no porque no haya dinero, sino porque no te lo has ganado —le siguió la broma.
—¿Tenemos? Que mono, ya hablas en plural, para que luego no me dejéis bromear diciendo que sois novios.
Juanjo no se acostumbraba a esos comentarios de Violeta, Martin había sido muchas cosas en esta vida, había sido muchas cosas en su vida, pero nunca había sido su novio.
Violeta conocía su historia, lo que hacía que esas bromas tomaran un significado diferente, nadie que no fuera ella se atrevería a hacerlas, claro que, ella era la única que miraba a Juanjo igual después de que Martin se lo contara todo. Había dejado que Martin gestionara sus sentimientos sin entrometerse o sin juzgarle, pero manteniéndose al margen, tratando a Juanjo de la misma manera que lo había hecho el primer día cuando apareció por allí con una bandeja llena de magdalenas.
—Es que no lo somos, Violeta —la voz de Martin les sorprendió, había llegado en ese mismo momento y ninguno se había dado cuenta.
A Martin le hubiera gustado poder puntualizar qué eran, ¿compañeros?¿conocidos?¿amigos? Su relación había fluctuado mucho a lo largo del verano y cada día que pasaba le confundía más que el anterior. Había levantado barreras la misma noche que había dormido en su cama, todo en su historia era igual de contradictorio, pero ahora, con esas barreras levantadas, él no podía parar de pensar en derribarlas una por una.
—No es mi culpa que yo sea capaz de ver el futuro y vosotros no —contestó todavía convencida, intercambiando su mirada de uno a otro.
—En fin —la ignoró Martin, centrando su mirada en el chico de metro ochenta que destacaba en cualquier habitación en la que estaba—. No sabía qué venías ¿habíamos quedado o algo?
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14 Veranos
RomanceJuanjo ha pasado todos los veranos de su vida en el mismo sitio, un pueblo pequeño, sin nada que hacer y lleno de gente mayor. Sería fácil quejarse del aburrimiento o de la falta de gente de su edad, podría decir que preferiría quedarse con sus amig...