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Juanjo mandó todo a la mierda, arder en el infierno le parecía un leve castigo a pagar en comparación con cómo se sentían sus labios junto a los de Martin. En el suelo de ese teatro rompió la distancia, probó los labios que en un momento habían sido su hogar y esos labios le dieron la bienvenida con una fiesta después de tanto tiempo echándolos de menos.
Martin le permitió el acceso, extasiado con que Juanjo se hubiera lanzado a la piscina, saboreando cada roce, cada contacto, cada segundo de ese beso. Ese beso que se había imaginado tantas veces en sueños, que por fin estaba sucediendo. Los labios de Juanjo sabían tan bien como habían sabido hace siete años, sabían incluso mejor, dejando una explosión allá donde rozaban.
Ninguno se quería separar, y no lo hicieron, siguieron besándose en el suelo del escenario, con la dulzura de los reencuentros pero con la fiereza del resentimiento, porque esos labios nunca deberían haberse visto obligados a separarse, pero volvían a estar juntos, volvían a moverse al compás de una melodía inventada que solo ellos conocían.
Tenía sentido que su primer beso después de tantos años hubiera sido en el teatro, porque su historia siempre había sido de leyenda.
Esa noche a Juanjo no le importó que Rebeca y María estuvieran de visita, necesitaba dormir abrazado a Martin, envuelto en sus brazos, con sus latidos sonando como una nana.
—Me da miedo porque no sé si voy a poder parar —había susurrado al separarse de ese beso.
—Espero que eso sea verdad —había contestado Martin.
Cuando Juanjo despertó al día siguiente, Martin no estaba, como siempre que dormían juntos hace años. Martin quería estar de vuelta en su cama antes de que su madre se despertara, no le apetecía darle explicaciones y tampoco quería que Juanjo tuviera que darlas. Despertarse en su casa con Nieves allí no era una buena idea, pero si lo era presentarse por la noche con una bolsa llena de comida.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Juanjo.
Martin entró sin esperar a ser invitado, pasando por al lado del cuerpo de Juanjo con una bolsa de cartón en la mano, dirigiéndose directo a la cocina sin decir nada, con Juanjo pisándole los talones sin entender lo que estaba pasando.
—Cenar contigo —contestó, como si eso fuera lo más normal del mundo, mientras colocaba comida sobre la mesa—. No se me da tan bien cocinar como a ti así que no podía hacer algo muy elaborado, he hecho unas pechugas con nata, pero también he comprado picoteo.
—¿Cómo sabías que estaba solo? —volvió a preguntar Juanjo, todavía extrañado con la situación que se desenvolvía delante de él.
Juanjo seguía borracho por la serotonina que desprendían los labios de Martin, no se había esforzado todavía ese día en formular algún pensamiento coherente, se había dejado guiar por sus instintos más primarios, esos que le hacían ver a Martin cada vez que pestañeaba.
—Tus padres han pasado esta mañana por la posada para reservar en el restaurante, han dicho algo de una cena romántica —explicó.
—¿Y entonces tú has decidido allanar mi cocina?
—Si quieres ponerlo así... Yo he llamado al timbre y tú has abierto, Juanji —sonrió pillo—. Si no sabes usar la mirilla tampoco es mi problema.
—Eres un sinvergüenza —protestó, pero lo hizo mientras abría el armario para sacar dos platos.
—Ahora no actúes como si no te acabara de alegrar la noche.
Lo había hecho, la silueta de Martin tras la puerta había sido suficiente para olvidarse de toda la sensatez, pero quizás en algún momento debería bajar al mundo real. Uno de los dos debería recordar que no podían correr una maratón sin calentar antes, que no podían volar tanto como lo estaban haciendo, que tenían un pasado y un presente y que Martin siempre había sido el más soñador. Que quería explorar todo aquello que estaban empezando a vivir, pero a la vez necesitaban ambos permitirse procesar cada paso que daban. En algún momento lo haría, pondría los pies en la tierra, no sería esa noche, no con Martin metiendo en el microondas la comida que había preparado específicamente para él.
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14 Veranos
RomanceJuanjo ha pasado todos los veranos de su vida en el mismo sitio, un pueblo pequeño, sin nada que hacer y lleno de gente mayor. Sería fácil quejarse del aburrimiento o de la falta de gente de su edad, podría decir que preferiría quedarse con sus amig...