28. Dilo sin hablar

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ACTUALIDAD

Juanjo entró en la posada. El camino hacia allí se había convertido en habitual, conocía las instalaciones como la palma de su mano, era otro de los escenarios protagonistas en el verano de Juanjo y Martin. Caminaba con paso directo a recepción, donde Violeta y Martin se encontraban hablando, no conscientes de su presencia hasta que se paró justo delante de ellos, al otro lado del mostrador.

La idea había cruzado su mente como un rayo, de forma repentina y fugaz, después de haber estado el día anterior sentado en recepción cubriendo prácticamente todo el turno de mañana. No le importaba hacerlo, de hecho lo disfrutaba, era un trabajo de hablar con la gente y eso era una cosa que él sabía hacer. Sabía meterse en el bolsillo a cualquier persona que se cruzara en su camino, había sido siempre una de sus cualidades, pero porque le gustaba preguntar, le gustaba aprender sobre la persona con la que hablaba y hacer sentir a todo el mundo a su alrededor cómodo.

—No te esperaba aquí hoy —dijo Martin cuando le vio llegar.

Teóricamente no le tocaba pasarse por la posada, Martin insistía en que no podía estar ahí todo el día trabajando, porque aunque Juanjo muchas veces apareciera con la excusa de verle, la realidad es que Martin se había dado cuenta de que todavía le costaba tratar los asuntos con calma y no encerrarse como si estuviera en una de las grandes empresas en las que estaba acostumbrado a trabajar. Se habían prometido ayudarse, así que poco a poco le iba poniendo límites para sanar la relación de Juanjo con su trabajo.

Si pensaba en ello, no era difícil recordar que Juanjo siempre había sido un poco así, siempre había estado preocupado por sus estudios, siempre que hacían videollamada le pillaba sentado en el escritorio. Había crecido exigiéndose más a sí mismo de lo que probablemente era normal, porque una vez empezabas no podías parar. Juanjo no recordaba cuál había sido el primer diez que había sacado, él solo recordaba las caras de sus padres cuando lo dijo, recordaba el orgullo que había sentido él mismo por ver su trabajo recompensado, a partir de ahí necesitaba más. Era el listo de la clase, el favorito de los profesores y, por tanto, en el que más expectativas tenían. Las expectativas habían sido su problema, el querer demostrarles a todos que no se equivocaban con él. No le apetecía nada su nuevo trabajo, pero aún tenía gravada en la mente la cara de su profesor de bachiller cuando se lo había encontrado por la calle y le había dicho que en septiembre empezaría en esa empresa. Aún escuchaba a sus padres presumir con sus amigos del nuevo puesto de su hijo.

Bélgica había terminado siendo un respiro de todas esas voces, que habían reaparecido casi de inmediato al poner un pie en España.

—No vengo a trabajar —aclaró.

—¿Vienes a verme? —preguntó entonces con una sonrisa vacilona.

—Tampoco —contestó, negando con la cabeza como un niño.

—Viene a verme a mí —bromeó Violeta, pero Juanjo volvió a negar—. Te quedan pocas cosas que puedas hacer aquí.

—Esto es una posada ¿no? Vengo a reservar una habitación —dijo con decisión.

Lo dijo desviando la mirada hacia Martin, tratando de mantenerla en él, retándole de alguna forma, pero a la vez tratando de demostrar que estaba implicado en lo que fuera que estuviera pasando entre ellos. Porque esto era un paso valiente de Juanjo, era una jugada que sorprendería a Martin y él se había sentido muy orgulloso cuando había tenido la idea, cuando había caminado hasta allá.

—¿Qué dices? —preguntó Martin, no terminaba de asumir si los tiros iban por donde él pensaba. Porque sabía que sí, pero no estaba acostumbrado a que Juanjo fuera tan descarado públicamente.

14 Veranos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora