𝗧𝗦𝗦𝗠 | Tras quedar con cicatrices, tanto físicas como psicológicas, Chiara Catalano toma la arriesgada decisión de alejarse de su ciudad natal y mudarse a Montecarlo, la desconocida capital de Mónaco. Junto a su hijo de dos años, producto de un...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Montecarlo, Mónaco.
✿
Charles dejó la palanca de cambios en punto muerto y se giró hacia mí con su sonrisa de siempre, la que me hacía sentir que todo iba bien. La radio seguía encendida y la suave voz de Eric Woolfson flotaba en el aire como un pensamiento que no quería desvanecerse. El sol de la mañana iluminaba la calle con una tibieza engañosa; el aire aún tenía el frío de la noche que habíamos dejado atrás.
No me moví de inmediato, y Charles tampoco lo hizo. Habíamos pasado la noche en su departamento, juntos. Íntimamente juntos. Solo de pensarlo, el calor subió a mis mejillas, y mantuve la vista fija en mis manos, incapaz de mirarlo a los ojos.
──Gracias por traerme, Cha ──murmuré gratificándolo, todavía sin mirarlo──. No tenías por qué hacerlo.
──No tienes que agradecerme... ──respondió. Su tono era suave, como si ya supiera exactamente por qué me costaba mirarlo.
La razón no era solo por lo que habíamos hecho, sino por lo fácil que me resultó rendirme ante ello, sin oponerme en lo más mínimo.
Durante mucho tiempo, aceptar mi propio cuerpo y la idea de ser amada me había parecido imposible, como si esas cosas no fueran para mí. Pero ahora, después de compartir tanto con Charles, después de la forma en que sus manos recorrieron mi piel sin prisa, sin dudas, parecía como si esos miedos nunca hubieran existido. Y eso era lo que más me asustaba.
──¿Te veré más tarde? ──preguntó tranquilo. No tenía prisa y, aparentemente, tampoco ganas de irse.
──Tal vez ──sabía que no era la respuesta que él quería, pero quería un tiempo a solas para reflexionar, por más de no haber hecho nada malo.
Me resultaba extraño haber pasado ese límite. ¿Finalmente sería libre de mis pesadillas? ¿De ese miedo acorralador?
Charles asintió, como si entendiera algo más allá de mis palabras.
──Entonces, nos vemos, Chiara ──se despidió y dejó un delicado beso en la comisura de mis labios.
Bajé del auto antes de que la sensación en mi pecho se volviera insoportable. La grava crujió bajo mis pasos mientras me dirigía a la puerta. Busqué las llaves en mi bolso con la cabeza baja, maniobrando para que ninguna bolsa de regalo cayera, pero algo en el aire me obligó a detenerme.
Alcé la mirada y ahí estaba él.
Dino De Santis.
El tiempo se contrajo y expandió en un solo segundo. Mi respiración se volvió superficial. Lo primero que sentí no fue enojo ni tristeza, fue incredulidad, porque él nunca había estado aquí antes. Nunca había venido a buscarme cuando lo necesité, nunca preguntó por mí después de haberle mencionado el embarazo, nunca quiso saber nada de Fausto. Para él, era como si no hubiéramos existido. Hasta ahora.