La realidad del desinterés

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Hace poco vi un vídeo que me hizo entender una situación que estoy viviendo, desde una perspectiva completamente distinta, y de alguna manera, le dio sentido a todo. El vídeo decía que cuando estás conociendo a una persona, lleváis un tiempo quedando y hablando, pero te dice que no está listo para tener una relación amorosa, en parte, no es que no esté listo para un relación amorosa en si, sino que es contigo con quien no lo está. Si fuera otra persona quien le interesara —esa persona especial que lleva gustándole desde hace años— probablemente no dudaría en aceptar. Y eso lo cambia todo.

Para el amor verdadero no existen excusas. No hay “no tengo tiempo,” “estoy cansado,” “acabo de salir de una relación” o “aún no estoy preparado.” Si realmente te enamoras, todas esas frases desaparecen de tu mente. El amor genuino hace que las prioridades cambien de forma casi automática; de repente, encuentras la energía, haces el tiempo, y no hay pasado que frene el deseo de estar con esa persona. Cuando hay excusas, por muy comprensivas o razonables que suenen, suelen ser un reflejo de que esa persona no siente lo mismo, aunque no quiera decírtelo.

He conocido personas que estaban convencidas de no querer involucrarse con nadie. Juraban que preferían estar solas, que aún necesitaban tiempo, que no querían repetir errores. Pero entonces, apareció alguien que les hizo cuestionarse esas ideas, alguien que les hizo cambiar de perspectiva. El amor verdadero tiene el poder de transformar, de hacer que superemos nuestros propios límites, que saquemos a la luz partes de nosotros que nunca imaginamos. Nos obliga a confrontar nuestra timidez, nuestro orgullo, nuestros miedos, entre otras muchas cosas.

La verdadera razón del porque la gente usa tanto esa frase es porque piensan que no somos capaces de lidiar con el hecho de que no sientan nada por nosotros, pero si fueramos de frente y lo dijéramos nos ahorrariamos tener que poner este tipo de excusas o directamente que la otra persona no sobrepiense tanto las cosas. Porque en aquellos momentos en el que a mí me han dicho esa frase me quedé esperando, manteniéndome cerca, tratando de ser comprensiva y de darle apoyo, intentando ayudarle en todo lo posible, con la esperanza de que, en algún momento, el también sintiera lo mismo que yo sentía. Pero la verdad es que si decides quedarte, corres el riesgo de que algún día te digan: “Yo nunca te pedí que lo hicieras, eso fue decisión tuya.” Al final, te das cuenta de que lo único que te espera en esa situación son heridas emocionales que podrían haberse evitado.
Por eso, si alguna vez te encuentras en esta posición, mi mejor consejo es que te alejes. No porque el otro sea una mala persona o no merezca tu apoyo, sino porque a veces alejarse es la forma más sabia de cuidarte a ti mismo.

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