La siguientes escenas, aún no son parte del canon pero algunas si. Omitire sierras partes para no espoilear demaciado la novela.
En un vasto mundo desmesuradamente enorme, uno que supera a sus mismas estrellas, habitan diversas razas en continentes interminables. A lo largo de los siglos, estas razas se asentaron en territorios adecuados a sus afinidades naturales, prosperando en armonía con su entorno. Fue entonces cuando nacieron las deidades, emergiendo de los fenómenos naturales que azotaban el mundo.
Entre estas deidades estaban Yggdrasil, el dios del bosque, venerado por su conexión con la abundancia y la naturaleza; Urupen, el dios del sol, cuyas llamas daban vida; Fiora, la diosa de la piedad y pureza; Galfra, el dios de la herrería; Perretraka, el dios dragón; Alumen, el dios del cosmos; y Fandor, el dios de los cielos.
Cada una de estas divinidades tenía sus propios seguidores. Cuantos más creyentes tenía un dios, más poder acumulaba, y las bendiciones que estos podían otorgar a sus fieles se volvían más poderosas y frecuentes.
Sin embargo, una raza, astuta e impaciente, comenzó a experimentar con el poder divino, queriendo entender cómo surgían las deidades. Erigieron estatuas en honor a nuevas entidades con nombres y roles específicos. Así nacieron los dioses menores:
- Kaiser, el dios de la técnica.
- Crauder, el dios del conocimiento.
- Higfreya, la diosa de la vida.
- Heymer, el dios del poder.Con estos nuevos dioses, la civilización humana avanzó a pasos agigantados, convirtiéndose en una de las razas más poderosas. Sin embargo, su ambición no tenía límites. Comenzaron a invadir los territorios de otras razas, forzándoles a adorar a sus dioses para fortalecer a los suyos. Los humanos querían más poder.
Pronto, empezaron a crear dioses destinados a infundir miedo. Sus estatuas eran grotescas, diseñadas para aterrorizar, y les ofrecían sacrificios de sangre y carne en busca de poder. Así nacieron los dioses paganos, deidades sin nombre llenas de maldad y corrupción.
"El poder… es nuestro derecho," susurraba uno de los líderes humanos al pie de una de esas estatuas monstruosas, sus manos teñidas de sangre. "A través de estos sacrificios, ¡seremos imparables!"
Los humanos que adoraban a estos dioses comenzaron a enloquecer por tanto poder maligno. En su locura, atacaron a sus propios compatriotas, y sus cuerpos mutaron en criaturas monstruosas, reflejando la naturaleza de los dioses que habían creado. Orcos,goblins, trols y bestias demoníacas nacieron de esta corrupción.
Al enterarse de este caos, los demás dioses se reunieron en el Tenkai, el reino celestial, para discutir qué hacer. Yggdrasil fue el primero en hablar, su voz profunda resonaba como el crujir de los árboles más antiguos.
"No podemos permitir que estas aberraciones continúen," dijo, su rostro sereno pero lleno de gravedad. "El equilibrio de la creación está en peligro."
Fiora asintió, su expresión compasiva endurecida por la determinación. "Debemos proteger a las razas que aún son puras."
Las razas, poniendo de lado sus rivalidades, hicieron una tregua para combatir esta nueva amenaza. Comenzó una guerra brutal contra los dioses paganos y sus descendientes, una guerra que costó muchas vidas en ambos bandos. Sin embargo, la balanza comenzó a inclinarse a favor de los humanos, gracias a un factor inesperado: los héroes convocados de otros mundos.
Con poderes más allá de la comprensión de los mortales, estos héroes traían consigo el conocimiento de la guerra y la tecnología de sus mundos de origen. Fue gracias a ellos que los dioses paganos fueron desterrados a las profundidades de la tierra, sellados en lo que se conocería como la Dungeon.
Pero el precio fue alto. Los monstruos, debilitados por la caída de sus dioses, se dispersaron por el mundo, convirtiéndose en criaturas sin conciencia. A lo largo de los siglos, **la historia de los orígenes de estos monstruos se perdió**, y los humanos, olvidando las lecciones del pasado, comenzaron nuevamente a codiciar lo que las otras razas tenían.
El conflicto resurgió.
Un día, cansado de la interminable sed de poder de los humanos, Yggdrasil descendió a la tierra para poner orden. En un solo gesto, hizo que los árboles crecieran desde el suelo y rodearan ejércitos enteros, deteniendo las guerras de inmediato.
"Basta," dijo con voz firme, mientras raíces inmensas surgían para inmovilizar a los soldados. "Si no son capaces de gobernarse, yo lo haré por ustedes."
Sin embargo, a sus hermanos dioses no les agradó que interviniera directamente. "Has roto las reglas," le advirtieron desde el cielo. "No puedes volver al Tenkai."
Yggdrasil, aceptando su destino, decidió permanecer en la tierra y se convirtió en el Árbol del Mundo. A partir de ese momento, siglos pasaron, y los dioses, aburridos de la monotonía, empezaron a jugar con los mortales, eligiendo humanos para usarlos como piezas de entretenimiento.
Pero entonces, un héroe diferente fue convocado en los territorios de Yggdrasil, por un dios sin nombre. Este héroe, conocido como el héroe del retorno, fue aceptado por Yggdrasil, quien le permitió entrenar y aprender bajo la vigilancia de su hija. Con el tiempo, el héroe decidió abandonar el bosque y explorar el mundo.
Mientras tanto, desde las profundidades de la tierra, nuevos monstruos con conciencia comenzaron a surgir. Se autoproclamaron señores demonios y lideraron a los monstruos en la conquista de territorios, buscando establecer sus propias naciones.
Un día, el héroe del retorno, ahora experimentado y conocedor del mundo, fue traicionado por aquellos a los que había jurado proteger. Los templarios enviados por los dioses, atacaron. Ala hija de Yggdrasil fue asesinada en el enfrentamiento, provocando la ira del dios terrenal.
"Mi niña…,"murmuró Yggdrasil con dolor, mientras sus ramas se agitaban furiosas en el viento. "No dejaré que su muerte quede impune."
Yggdrasil empoderó al héroe del retorno, ahora apodado el héroe loco, y le dio el poder para vengar la muerte de su hija. Los héroes y demonios responsables fueron asesinados por sus manos, y el mundo empezó a temerle.
Donde él llegaba, la muerte le seguía.
Los dioses, furiosos por su desobediencia, lo acorralaron y lo desterraron a las profundidades de la Dungeon, donde esperaban que fuera devorado por los monstruos.
"¡Malditos sean los dioses y todo lo que han creado!" gritó el héroe loco antes de ser consumido por la oscuridad. "Juro que regresaré y los destruiré."
Sus palabras resonaron en lo más profundo de la tierra, donde los dioses paganos, sellados y olvidados, escucharon su llamada. Encontraron en él el recipiente perfecto para su resurgimiento.
El ascenso del héroe loco comenzó. Desde las profundidades del infierno, emergió con un nuevo poder. Los humanos, horrorizados, comenzaron a llamarlo Enmu, el dios del caos. Bajo su mando, los monstruos recobraron conciencia y comenzaron a expandirse nuevamente, arrasando ciudades y naciones.
"El mundo que conocían se acabó," susurraba Enmu, mientras sus ejércitos se levantaban. "Yo soy el caos, y no habrá lugar donde esconderse."
La guerra entre dioses y demonios se intensificó. Finalmente, el dios del sol, Urupen, decidió descender a la tierra para enfrentarlo en persona. Una batalla épica se desató, con el cielo incendiado y la tierra temblando bajo sus pies. Al final, Enmu logró lo impensable: asesinó a un dios.
"Incluso los dioses caerán ante mí," declaró Enmu mientras sostenía el cuerpo sin vida de Urupen. "El mundo ya no les pertenece.
Así, se ganó el reconocimiento de los demonios y monstruos, quienes empezaron a venerarlo como un dios. Su ascenso continuó hasta que abandonó por completo su humanidad, convirtiéndose en Enmu, el dios de la brutalidad.
Pero en medio de este caos, una pregunta quedaba en el aire:
¿Habrá algún héroe capaz de poner fin a esta historia?