Mao no Ecuripsu 3

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En un bosque completamente desconocido, Luard Takahashi buscaba desesperadamente alguna señal de civilización. La voz de la diosa resonaba en su cabeza, quien lo había enviado a este extraño mundo. Aine le sugirió que encontrara una forma de escapar. Con fastidio, Luard respondió: "¿No ves que lo estoy intentando?"

La deidad intervino: "Aine no planea ayudarte. Dijiste que me ayudarías a entender las emociones humanas. ¿Qué estás sintiendo en este momento?"

Molesto, Luard insistió en que la diosa se callara. "Cállate. Estoy tratando de descubrir hacia dónde debo ir". El bosque era frondoso y extenso, cualquier persona fácilmente se perdería. Pasó un día y su estómago gruñía debido al hambre. Luard observaba mucha vegetación, pero no sabía si las plantas eran comestibles o venenosas. Arriesgándose, tomó unas bayas y las metió en su boca. Como consecuencia, vomitó un chorro de sangre. Se debilitó y su rostro se tornó pálido.

Siguió caminando durante dos días más. Cada paso era una agonía. La deidad mostraba indiferencia ante el sufrimiento de Luard. "¿Vas a morir? ¿Vas a dejarlo todo aquí?", preguntó la diosa dela realidad.

En un estado casi agonizante, Luard respondió: "¿No eres la diosa del destino? ¿No puedes ayudarme?"

La deidad replicó: "Aine no tiene por qué ayudarte, no está obligada".

Luard, casi resignado, dijo: "Pero si muero, ya no podrás conocer las emociones humanas".

Después de pensarlo un poco, la diosa habló: "Aine opina que tienes un buen punto. Interferiré, pero debes hacer todo lo que Aine te diga".

Luard solo asintió resignado. En ese momento, una pequeña criatura similar a un conejo con cuernos se asomó desde unos arbustos. Aine ordenó atraparlo.

Luard no perdió tiempo y lo capturó. Cuando estaba a punto de matar al conejo, Aine le dijo que lo dejara escapar.

Luard mostró molestia y disgusto: "¿Qué estás diciendo? Si no lo mato, moriré de hambre".

Aine, de manera fría y concisa, insistió: "Te dije que lo dejaras ir, si no lo haces, morirás de verdad".

Luard, a regañadientes, dejó ir al conejo. Desde los matorrales, oculto entre las hojas, unos ojos verdes observaban la escena y tomarían ese acto como algo benevolente.

Espero que esta revisión te sea útil para continuar con tu novela. Si tienes más fragmentos o preguntas específicas, estaré encantado de ayudarte.

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