Caminaba por los pasillos de mi escuela secundaria con la mirada baja y el corazón pesado. Soy Luard Takahashi, un estudiante de preparatoria, y mi vida se ha convertido en una constante tortura. Los matones de la escuela se han convertido en una pesadilla recurrente, intimidándome y amedrentándome sin piedad. Parece que no hay un lugar seguro para mí.
Mientras camino, no puedo evitar preguntarme cuándo terminarán estos abusos interminables. Echo un vistazo a mi reloj y me doy cuenta de que tengo que llegar a tiempo para mi trabajo como cajero en una tienda de conveniencia cercana. A pesar de estar golpeado y sucio, mi actitud no cambia. Me levanto, me sacudo el polvo y me dirijo al supermercado.
La jornada laboral es agotadora. Atiendo a los clientes con una sonrisa forzada mientras lidio con el cansancio y el dolor físico. Al finalizar mi turno, me despido de mis compañeros y me dirijo de regreso a casa.
Al llegar, saludo con entusiasmo, esperando una respuesta familiar. Sin embargo, nadie responde. Las horas pasan y la puerta finalmente se abre. Es mi madre, que regresa del trabajo. La saludo y le pregunto cómo ha sido su día. Ella, preocupada por mi bienestar, me ofrece prepararme algo de cena, pero le digo que ya me he ocupado de ello y que ella debería descansar.
Mi madre suspira y se lamenta, sintiéndose culpable por no poder darme una vida mejor. Pero la tranquilizo, expresándole mi gratitud por todo su esfuerzo a pesar de las adversidades. Aunque nuestra vida no es perfecta, estoy satisfecho con lo que tenemos y amo a mi madre incondicionalmente.
Después de cenar, me retiro a mi habitación exhausto. Cierro los ojos y me dejo llevar por el sueño, pero algo extraño ocurre. Me encuentro en un paisaje completamente diferente, rodeado de un cielo estrellado y agua cristalina que refleja el cielo. Estoy confundido pero maravillado al mismo tiempo.
De repente, una mano emerge del agua, seguida por la silueta de una mujer. A primera vista, parece que está desnuda, pero partes de su cuerpo están cubiertas por un líquido similar al metal líquido. Su cabellera es larga y brilla como si estuviera hecha de cristal.
La misteriosa mujer se mantiene indiferente en su posición, sin decir una palabra, con la mirada más fría que he visto en toda mi vida. Permanezco paralizado, sin saber qué hacer o qué decir.
—Esto, señorita, ¿podría decirme en dónde estamos? —mis piernas temblaban mientras me acercaba con temor a la mujer extraña. Su voz resonó fríamente sin mostrar emoción ni cambios en su tono.
—Estás en los dominios de Aine, en la laguna nebulosa.
—¿Laguna nebulosa? —pensé para mí mismo—. ¿Acaso esto es un sueño?
—No es un sueño. Aine te trajo porque así lo quiere y así lo ha deseado.
—Espera, dijiste que tu nombre era Aine, ¿verdad? ¿Por qué hablas de ti misma como si fueras otra persona ajena?
La joven inclinó ligeramente la cabeza, como si no comprendiera del todo mi pregunta. Después de unos incómodos segundos, me respondió de forma concisa y directa:
—Porque Aine es realidad, destino y porque Aine es Aine.
Llevé drásticamente la mano a la cabeza mostrando una cara de molestia. Esto no estaba llegando a nada y las respuestas de esta mujer eran extrañas y no eran claras. Solo sabía una cosa: ella era la responsable de haberme traído a este sitio.
—¿Este sitio es real?
Ella simplemente se quedó callada, como sin darme una respuesta. Tomaré su silencio como un sí.
—Tú me trajiste aquí, ¿verdad? ¿Podrías por favor devolverme al sitio al que pertenezco?
—No quiero.