EL DIOS DEL NUEVO MUNDO

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Capítulo 1: La Respuesta

Siempre he sentido que mi vida es una broma pesada, como si el universo tuviera un sentido del humor cruel y retorcido. Desempleado, sin perspectivas y con una serie de fracasos acumulados, pasaba mis días encerrado en mi pequeño y deprimente apartamento. Mi nombre es Kasuya, y hasta hace poco, mi existencia no era más que una sucesión de días monótonos y desesperanzados.

Recuerdo claramente la noche en que todo cambió. Había bebido más de la cuenta, como solía hacer para olvidar mi miserable situación. Miré al techo y, con una mezcla de amargura y sarcasmo, dije en voz alta:

—¿Sabes qué, Dios? Si existes, creo que podría hacer un mejor trabajo que tú. ¡No podría ser peor, eso seguro!

Me reí de mi propia ocurrencia, sin esperar ninguna respuesta. Después de todo, quién iba a escuchar las quejas de un hombre insignificante como yo. Pero esa misma noche, recibí un mensaje en mi teléfono. Era de un número desconocido, y el remitente solo decía: "El Juego".

Curioso y algo escéptico, abrí el mensaje. En él había un enlace y una simple instrucción: "Introduce tu nombre". Sentí una extraña mezcla de anticipación y duda, pero decidí seguir el juego. Escribí mi nombre: Kasuya.

Al instante, la pantalla cambió. Apareció una imagen espectacular de un planeta, y el título "El Mundo del Dios Kasuya" brillaba en letras doradas. Me quedé boquiabierto. El nivel de detalle era impresionante, los gráficos parecían tan reales que casi podía sentir el viento en mi cara y oler la tierra húmeda.

Las instrucciones básicas aparecieron en la pantalla. Podía crear tierra, agua y ajustar el tiempo. Comencé a experimentar, y en cuestión de minutos, un planeta completo y detallado se formó ante mis ojos. Estaba fascinado. Podía ver océanos, montañas, bosques... todo al alcance de un clic.

La emoción me llevó a seguir explorando. Creé criaturas y animales, deleitándome en cada detalle. No podía creer lo real que se sentía todo. Después de un tiempo, me animé a crear seres de fantasía: elfos, hadas, enanos, goblins, orcos y muchas otras razas. Mi mundo cobraba vida de una manera que nunca hubiera imaginado.

A medida que pasaban los días, mis creaciones comenzaron a desarrollar conciencia propia. Formaron civilizaciones, construyeron ciudades y empezaron a interactuar entre ellas. Me sentí como un verdadero dios, viendo cómo mi mundo se desarrollaba y prosperaba.

Un día, recibí un nuevo mensaje en el juego: "Tus creyentes desean una figura para venerarte." Lo pensé mucho y, finalmente, decidí copiar una estatuilla de una chica de anime que tenía en mi estantería. Parecía una idea divertida en ese momento. Poco después, mis creyentes comenzaron a adorar a esta figura con fervor.

Pero no todo fue tan bien como había imaginado. Las diferentes razas empezaron a entrar en conflicto. Las guerras y los problemas surgieron rápidamente. No sabía cómo manejar la situación. Estaba perdido, abrumado por la magnitud de lo que había creado.

Entonces, una noche, todo cambió de nuevo. Recibí una ofrenda especial en el juego: un sacrificio humano. Al principio, pensé que era solo una característica más del juego, pero luego vi aparecer a una chica en mi apartamento. Estaba ensangrentada y herida, y cuando levantó la vista, me miró directamente a los ojos.

—Dios Kasuya —dijo con voz temblorosa—, por favor, ayúdanos.

En ese momento, me di cuenta de que lo que había creado no era solo un juego. Era real. Mi mundo, mis creaciones... todo era real. Y ahora, las consecuencias de mis acciones estaban frente a mí, exigiendo respuestas.
Capítulo 2: La Realidad de un Dios

Me quedé inmóvil, incapaz de procesar lo que estaba viendo. La chica estaba allí, en mi sala de estar, arrodillada y con los ojos llenos de desesperación. No era una animación o un holograma. Era una persona de carne y hueso.

—¿Quién eres? —pregunté, mi voz temblando.

—Soy Liora, del clan de los Elfos del Bosque. Hemos ofrecido todo lo que teníamos para invocar tu ayuda. Nuestro mundo está al borde de la destrucción —respondió, su voz rota por el miedo y la tristeza.

Mis pensamientos estaban en caos. ¿Cómo podía esto ser real? Había sido solo un juego, un escape de mi miserable vida. Ahora, de repente, me encontraba frente a una de mis propias creaciones, y necesitaba respuestas.

—¿Cómo llegaste aquí? —insistí, tratando de mantener la calma.

—Fuimos guiados por los sacerdotes. Ellos dijeron que tú, nuestro dios, responderías nuestras súplicas y vendrías a salvarnos. Por favor, Dios Kasuya, necesitamos tu ayuda —repitió, con lágrimas en los ojos.

Me senté en el sofá, mi mente trabajando a toda velocidad. Necesitaba entender qué estaba pasando y, más importante aún, cómo solucionarlo. Pero primero, tenía que ocuparme de Liora.

—Está bien, Liora. Te ayudaré. Pero primero, necesitas descansar y recuperarte. Tienes heridas —dije, tratando de sonar más seguro de lo que me sentía.

La ayudé a levantarse y la llevé a mi habitación. Afortunadamente, tenía un botiquín de primeros auxilios. Mientras le curaba las heridas, mi mente seguía girando. Tenía que volver al juego y averiguar qué estaba sucediendo.

Dejé a Liora descansando en mi cama y volví a la sala de estar. Abrí el juego, esperando encontrar alguna explicación. Pero no había nada nuevo, solo el mismo mundo que había creado, ahora en conflicto y caos.

Mientras navegaba por las diferentes áreas del juego, me di cuenta de la magnitud del problema. Las razas estaban en guerra, los recursos se agotaban y el caos reinaba. Mi corazón se hundió al ver el sufrimiento que había causado inadvertidamente.

Un nuevo mensaje apareció en la pantalla: "Tus creyentes necesitan tu guía. Están perdidos sin ti."

Respiré hondo y decidí que tenía que enfrentar esto. Había creado este mundo, y ahora tenía la responsabilidad de salvarlo. Comencé a investigar las diferentes civilizaciones, tratando de entender sus conflictos y necesidades. Necesitaba encontrar una manera de traer paz y estabilidad.

Pasé días enteros sin dormir, inmerso en el juego y en la resolución de los problemas de mi mundo. Hablé con líderes de las diferentes razas, medié en conflictos y busqué soluciones. Poco a poco, las cosas comenzaron a mejorar. Las guerras cesaron y los recursos se redistribuyeron.

Pero sabía que no sería suficiente con soluciones temporales. Necesitaba crear un sistema que permitiera a mis creaciones vivir en armonía sin mi constante intervención. Reflexioné sobre las leyes y estructuras que podrían mantener la paz y la prosperidad.

Mientras trabajaba, Liora se recuperaba. Sus visitas a mi sala de estar se volvieron más frecuentes, y poco a poco comenzamos a hablar más. Me contó sobre su mundo, su gente y sus esperanzas. Sus historias me ayudaron a comprender mejor el impacto de mis decisiones y la verdadera naturaleza de mi responsabilidad.

Finalmente, después de semanas de arduo trabajo, implementé un nuevo sistema de gobierno y justicia en mi mundo. Había creado consejos de representantes de todas las razas, encargados de tomar decisiones justas y equitativas. Sentí una mezcla de alivio y agotamiento al ver que mi mundo empezaba a prosperar de nuevo.

Liora me miró con gratitud y admiración.

—Gracias, Dios Kasuya. Has salvado a nuestro mundo —dijo, sus ojos brillando con esperanza.

Asentí, pero en mi interior sabía que el viaje apenas comenzaba. Ser un dios no era solo crear y disfrutar del poder. Era una responsabilidad enorme, llena de desafíos y decisiones difíciles. Pero estaba decidido a asumirlo, no solo por mi mundo, sino también por la chica que había llegado a mi vida, recordándome lo que realmente significaba ser un creador.

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