Prólogo

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Cuando el mundo comenzó a desmoronarse, no fue con el estruendo de bombas ni con el rugido de tormentas implacables. El apocalipsis llegó en silencio, fecha actual 16 de octubre 2036, catastrofe ocurrida el 22 de agosto 2034, arrastrando a la humanidad hacia una oscuridad implacable. Las criaturas conocidas como los Umbras surgieron, sombras de hambre insaciable que se alimentaban del miedo y la desesperación. No había advertencia, no había señales claras. Solo una noche, el mundo que conocíamos se desvaneció en un abismo de caos y destrucción.

Las ciudades, una vez bulliciosas con la vida, se convirtieron en desiertos de escombros y silencio. Las personas, atrapadas en el terror, vieron cómo sus sueños y esperanzas se convertían en cenizas mientras las sombras se apoderaban de todo. Los Umbras cazaban sin piedad, buscando el calor de la vida y la esencia del temor, dejando tras de sí un rastro de desolación.

Los Umbras eran la encarnación misma de la oscuridad. No eran simples monstruos, sino una amalgama de las pesadillas más profundas y los temores más arraigados. En la penumbra, sus cuerpos eran como niebla negra, retorciéndose y contorsionándose en formas indefinidas y grotescas, como si el vacío hubiera cobrado forma. Sus ojos, o más bien, los espacios vacíos donde deberían estar brillaban con una luz antinatural, reflejando un hambre que no conocía saciedad.

Sus garras, afiladas como cuchillas de obsidiana, parecían estar hechas de la misma noche eterna que los envolvía. Y su aliento, si es que se puede llamar así a la presencia que exhalaban, estaba impregnado con un hedor fétido que hablaba de una existencia que había olvidado la luz y la vida. Cada movimiento era un susurro de muerte, cada rugido un lamento de desesperación.

Los Umbras no solo cazaban por necesidad; su brutal naturaleza se deleitaba en el miedo que provocaban, como si la agonía de sus víctimas fuera un festín eterno para sus almas sombrías. Cada grito desgarrador, cada palpitar de terror, era un deleite cruel para estas criaturas, un manjar que fortalecía su oscura esencia y los mantenía en su perpetuo estado de hambre insaciable.

En medio de este paisaje desolado, un grupo de cuatro sobrevivientes encontró refugio. Este lugar, aunque deteriorado, ofrecía una frágil promesa de seguridad en un mundo donde la noche significaba peligro inminente. Mark, el líder del grupo, había visto cómo el mundo se desmoronaba a su alrededor. Su mente aguda y su determinación inquebrantable lo habían llevado a este momento crucial: construir una máquina del tiempo que podría permitirles regresar al pasado y cambiar el curso de la historia.

Junto a Mark estaban Emma, su pareja y fuente de esperanza, Alex, el ingeniero cuya habilidad era crucial para su supervivencia, y David, el pragmático guardián y mentor del grupo. Juntos, luchaban contra el reloj, contra el miedo y contra las sombras que se acercaban. La máquina del tiempo, su última esperanza, estaba casi completa. Pero en la penumbra de la noche, mientras los Umbras se acercaban, el tiempo era su enemigo más implacable.

Cada atardecer traía consigo el temor de una noche interminable, y cada noche, los Umbras se hacían más audaces. Los sobrevivientes sabían que el tiempo se les estaba acabando, y la desesperación crecía con cada momento que pasaba. La máquina del tiempo representaba una última oportunidad para cambiar el destino, pero el futuro estaba lleno de incertidumbre.

En medio de esta lucha por la supervivencia y la esperanza, se alza una pregunta eterna: ¿qué significa realmente salvarse cuando todo parece perdido? El fin del mundo que conocíamos no solo pone a prueba nuestra resistencia física, sino también nuestra capacidad de encontrar significado en medio de la oscuridad. En esta frágil existencia, cada esfuerzo por cambiar el pasado se convierte en un reflejo de nuestra voluntad de buscar la luz, incluso cuando el futuro parece sellado en sombras.

Así, en el crepúsculo de la humanidad, los sobrevivientes no solo luchan por su vida, sino también por una verdad más profunda: que incluso en el momento más oscuro, el intento de cambiar el destino puede ser la expresión más pura de la esperanza humana. Este es el prólogo de una historia donde la lucha por sobrevivir se cruza con la posibilidad de redención, y donde cada segundo puede ser la chispa que enciende un nuevo amanecer o la sombra que sella la noche eterna.

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