Capitulo 4: Umbras...

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La atmósfera en el laboratorio es densa, y la certeza del fin llena cada rincón, pesando sobre los hombros de todos como una losa. No hay salida, no hay milagros, solo un silencio entrecortado por las últimas llamadas, mientras cada uno de ellos se enfrenta a su despedida definitiva. No habrá sobrevivientes, y esta es la última oportunidad de decir adiós.

Emma

Emma se aparta un poco del grupo y marca el número de su hermana menor. Al escuchar su voz alegre al otro lado, una tristeza desgarradora la invade. Trata de mantener la compostura, pero la certeza del final le estremece la voz.

– Hola, pequeña... – murmura con ternura, su voz ya quebrada. – ¿Estás bien?

– ¡Emma! – exclama su hermana emocionada. – ¿Cuándo vuelves a casa? Mamá dice que el cielo está todo oscuro y que hace frío... Tengo miedo.

Emma cierra los ojos, imaginando a su hermana acurrucada en su habitación, y cada palabra se le hace un nudo en la garganta.

– Cariño, escucha... quiero que recuerdes algo muy importante, ¿sí? Todo lo que te he enseñado, las historias, los juegos, cada abrazo... todo eso es para que nunca te sientas sola. Quiero que cierres los ojos y pienses en mí, como si te estuviera abrazando. ¿Lo harías por mí?

La niña empieza a sollozar al otro lado de la línea.

– Pero... Emma, ¿por qué hablas así? No quiero que te vayas. Me dijiste que íbamos a ver estrellas juntas, ¿recuerdas? Prometiste que íbamos a acampar y que ibas a contarme historias sobre las estrellas...–

Emma siente que el corazón se le rompe. Respira profundo y, con el dolor en cada palabra, le susurra:

– Mira al cielo, cariño. Verás la estrella más brillante, y allí estaré siempre. Te prometo que no importa lo que pase, siempre estaré en tu corazón. Eres lo más hermoso de mi vida, ¿sabes? No hay nada en este mundo que ame más que a ti... Te amo, pequeña.

Su hermana llora en silencio, y Emma sabe que no tiene más tiempo. Sin una palabra más, cuelga, sintiéndose como si una parte de ella hubiera muerto en ese mismo instante. Se abraza a sí misma, temblando, mientras las lágrimas caen sin control.

Alex

Alex escucha el tono de llamada y siente cómo el peso de la despedida se posa sobre él. Cuando su padre responde, su voz firme lo llena de nostalgia y dolor. Cierra los ojos, tratando de encontrar las palabras, pero nada parece suficiente.

– Papá... mamá... solo quería decirles que los amo. No hay forma de evitar lo que está a punto de pasar, y quiero que sepan que hice todo lo que pude, hasta el último momento.

Su padre responde, desesperado, con una mezcla de incredulidad y tristeza.

– Hijo, no puede ser el final... tienes que resistir. Siempre encontraste una manera de salir adelante. Eres fuerte, Alex, tú puedes... puedes lograrlo.

Las palabras de su padre le desgarran el alma. Sabe que no hay esperanza, pero lo último que desea es quebrantarlo.

– Ojalá pudiera, papá... daría cualquier cosa por estar allí, por verlos de nuevo, por abrazarlos. Pero quiero que sepan que no me arrepiento de nada. Estoy orgulloso de lo que hice, de haber sido su hijo... Siempre me apoyaron, y no sé si les agradecí lo suficiente.–

La voz de su madre se escucha al otro lado, cargada de amor y tristeza.

– Alex... fuiste la luz de nuestra vida. Nada en este mundo podría hacernos sentir más orgullosos que verte cumplir tus sueños, verte luchar por lo que creías.

Él sonríe con tristeza, queriendo decir tantas cosas, pero sintiendo que no tiene tiempo. Su voz se convierte en un susurro mientras cuelga.

– Los amo... siempre.

Cuelga, y al hacerlo, siente cómo una parte deél desaparece junto con las últimas palabras de sus padres.

Mark

Mark marca el número de su madre, y tan pronto como ella responde, siente el peso de la despedida aplastándolo. La última vez que la vio, algo en su mirada le dijo que ella ya sabía que esto ocurriría. Su voz suena calmada, resignada.

– Hijo... – murmura con una dulzura dolorosa.

Mark intenta contener las lágrimas, pero ya es imposible. Siente que el tiempo se le escapa de las manos.

– Mamá... este es el fin. No hay nada que pueda hacer, no hay salida, y no puedo... no puedo imaginar no volver a verte. Quisiera haber tenido tiempo para hacer las cosas de otra manera... para darte una vida mejor.–

Su madre suspira al otro lado, y Mark imagina su sonrisa triste. La misma sonrisa que le daba cuando era niño y algo le salía mal.

– Mark, no llores. Todo en esta vida es un ciclo. Estoy tranquila, porque sé que tú hiciste todo lo que pudiste. Eres fuerte, hijo, más de lo que piensas. Desde el momento en que naciste, fuiste una luz en mi vida... y te veré siempre, en cada rincón de este mundo, sin importar lo que ocurra. –

Mark cierra los ojos, dejando que las lágrimas caigan libremente. Quisiera estar allí, abrazarla, sentir su calor una última vez.

– Mamá, tú fuiste mi vida, mi ejemplo. Lo que soy, lo soy gracias a ti. Quiero que sepas que, aunque no esté allí, te llevaré siempre en mi corazón. –

Su madre toma un momento, su voz suave y llena de amor.

– Te amo, Mark. Gracias por ser el hijo que fuiste. No temas, hijo... nos encontraremos al otro lado... junto con tu padre. Hasta entonces, ten paz en tu corazón. –

Con el alma rota, Mark murmura un último "te amo" antes de colgar, dejándose caer, abrazado a sí mismo como si buscara el consuelo que solo ella podría darle.

David

David observa a sus compañeros, sintiendo una mezcla de respeto y resignación por cada uno de ellos. No tiene a nadie a quien llamar, ni palabras que decir. Sabe que el fin es inevitable y que la soledad ha sido siempre su única compañía.

Sin levantar la mirada, se sienta en un rincón, contemplando el vacío. Siente una calma extraña en su pecho, un frío que le recuerda que no tiene nada que perder ni a nadie que lo espere. Su mirada se pierde en el espacio, vacía y resignada, como si ya hubiera aceptado su destino hace mucho tiempo.

Los uno por uno, cada rostro marcado por el dolor y el agotamiento de haber llegado hasta este punto sin otra salida. Finalmente, se levanta y, en un gesto inesperado para todos, se acerca y los envuelve en un abrazo firme, sin decir una palabra al principio. Aunque su expresión sigue siendo estoica, su voz se rompe levemente cuando alza la vista para mirarlos.

– Ustedes fueron... lo más cercano a una familia que he tenido – murmura, su voz baja pero cargada de una honestidad desgarradora. – Nunca lo dije, pero cada uno de ustedes hizo que todo esto valiera la pena, incluso cuando sabíamos que el final estaba cerca.

Emma, Alex y Mark lo rodean, sollozando, sintiendo la calidez de su abrazo como un último refugio. David, aún sereno, les da una última mirada antes de que el silencio los envuelva de nuevo.

– Gracias... – dice en un susurro apenas audible, con una paz que parece resignada y casi reconfortante. – Gracias por darme un lugar a donde pertenecer... hasta el final.

En ese instante, el vínculo entre ellos se hace eterno, y aunque la certeza del fin sigue allí, en ese abrazo encuentran un momento de consuelo final, sabiendo que no están solos.

Y en ese silencio, se despide en sus pensamientos, sin lágrimas, sin palabras, dejando que el fin lo envuelva en su soledad.

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