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El ambiente seguía cargado de risas y adrenalina mientras el juego de preguntas avanzaba. Todos estaban más relajados, pero eso solo significaba que las preguntas comenzaban a ser más atrevidas. El aguardiente fluía y la música seguía en el fondo, pero el círculo que formábamos era lo que acaparaba toda la atención.

—¡A ver! —dijo West, alzando la mano para que todos se callaran—. Seguimos con las preguntas, pero ahora quiero que sean más personales. Nada de preguntas tontas.

—Sí, ya fue suficiente de preguntitas bobas —añadió Carrascal, sonriendo de manera burlona mientras se inclinaba hacia adelante.

—Voy yo —dijo Anastacia, lanzando una mirada desafiante al grupo—. Y esta es para ti, Richard.

Todos voltearon a verlo, y él, con una sonrisa, se acomodó en el asiento, sabiendo que algo fuerte venía.

—¿Has estado enamorado alguna vez de alguien que no deberías? —preguntó Anastacia, y el ambiente se puso tenso de inmediato. Algunos empezaron a reírse por lo incómoda que era la pregunta, pero todos querían saber la respuesta.

Richard arqueó una ceja, claramente sorprendido por la pregunta.

—Wow, directo al grano —dijo, frotándose la barbilla como si estuviera pensándolo—. Sí, me ha pasado.

Eso provocó una ola de risas y murmullos entre los presentes. Mi corazón dio un vuelco, y por un momento, sentí que todo el cuarto se volvía más pequeño.

—¡¿Quién es?! —gritó Lucho, empujándolo amistosamente en el hombro—. Suéltalo, hermano, estamos entre amigos.

Richard sonrió con calma, pero no dio más detalles, lo que hizo que todos comenzaran a abuchearlo.

—Nah, ustedes no pueden con esa información —dijo, levantando las manos en señal de rendición—. Mejor siguiente pregunta.

—¡Te salvaste! —dijo Mojica, riendo—. Pero yo quiero saber algo de Yuli —añadió de repente, mirándome con esa misma sonrisa de complicidad que tenía desde el principio de la noche.

Mi estómago se retorció. Mojica era famoso por meter preguntas que ponían a todos en aprietos, y yo sabía que no iba a ser la excepción.

—Cuéntanos, Yuli —dijo, inclinándose un poco hacia mí—. Si pudieras besar a alguien en esta sala, ¿a quién sería?

Las risas estallaron de inmediato, y yo me sonrojé al instante. Sentí todas las miradas sobre mí, y en especial, la de Richard, que me miraba como si también estuviera esperando la respuesta. Mis manos empezaron a sudar, pero sabía que no podía evadir la pregunta. Tampoco quería beberme otro shot de aguardiente, ya estaba sintiendo el efecto del alcohol.

—Ehm... —comencé, tratando de calmarme—. Yo...

—¡Vas a tener que decirlo! —me interrumpió Carrascal, sonriendo de oreja a oreja.

No tenía escapatoria. Miré rápidamente alrededor del círculo, buscando la forma más segura de salir de esa situación sin meterme en más problemas.

—No puedo decirlo —murmuré, bajando la cabeza—. Pero no es que no quiera —añadí, tratando de suavizar la situación.

—¡Ah no! ¡Eso no vale! —gritó Daniel Muñoz, levantando una botella en el aire—. Si no dices un nombre, ¡tienes que tomarte dos shots!

Me quedé callada un segundo, pero el bullicio del grupo no me dejaba pensar con claridad.

—Está bien, está bien —dije, levantando las manos en señal de rendición—. Si tuviera que besar a alguien en esta sala... —me quedé en silencio por un segundo, buscando las palabras—. Probablemente sería... James —solté, mirando a James Rodríguez, quien estaba sentado justo al otro lado del círculo.

James levantó las manos, riendo fuerte mientras todos lo vitoreaban.

—¡Vea pues! —dijo él, claramente halagado—. ¿Y qué tiene este man que no tengamos los demás?

—Es el flow —bromeé, tratando de suavizar la situación, aunque por dentro sabía que solo quería salir del paso. Mi mente, sin embargo, seguía ocupada en otro lugar.

El grupo seguía riendo, y parecía que la tensión se había disipado un poco. Richard me miró de reojo, pero no dijo nada, lo que solo me dejó más confundida. Aún sentía esa pequeña conexión entre nosotros, pero no sabía qué hacer con ella.

—Ahora te toca, Yuli —dijo Mr Stiven, mirándome con picardía—. Tienes que hacerle una pregunta a alguien, y tiene que ser igual de buena.

Pensé por un momento, queriendo devolver el favor. No iba a ser fácil, pero me decidí.

—Richard —dije, con la mirada fija en él. Las risas se detuvieron un poco, y él me miró curioso, esperando la pregunta.

—¿Qué harías si esa persona de la que hablaste antes... también estuviera aquí?

El silencio se apoderó de la sala.

Que rarita eres... - R.RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora