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Richard me subió al mesón de la cocina sin dejar de besarme, su cuerpo firme presionando contra el mío. Sentía el calor que emanaba de él y el bulto creciente en su pantalón, como si fuera a explotar. Con un solo movimiento rápido, me quitó la camisa y me miró las tetas con ojos hambrientos, antes de inclinarse y morder una de ellas suavemente.

—¿Te gustan? —le pregunté, agitada, sintiendo cómo mi piel se erizaba al contacto de sus labios.

—Me encantan —respondió él, su voz rota por la excitación mientras su respiración se volvía cada vez más desordenada.

Lo siguiente lo había deseado desde hacía mucho. Sin perder tiempo, abrí su pantalón, metiendo mi mano dentro de su bóxer. Sentí su miembro completamente endurecido y lo tomé con ambas manos, impresionada por lo pesado que era. Comencé a masajearlo de arriba abajo, disfrutando del poder que tenía sobre su cuerpo.

Richard soltó un gruñido profundo, sus ojos cerrándose un momento mientras sus músculos se tensaban bajo mis manos.

—¿Te gusta? —esta vez fue él quien preguntó, su voz cargada de deseo.

—Me encanta —respondí, acalorada, aumentando el ritmo de mis caricias. Pero antes de que pudiera continuar, él puso su mano sobre la mía, deteniéndome.

—Quiero estar dentro de ti, ahora —dictaminó con firmeza, su voz grave, cargada de urgencia.

En un movimiento ágil, me cargó de nuevo y me empujó suavemente contra la pared mientras seguíamos besándonos. Sentí cómo sus manos expertas se deshacían de mi ropa interior con facilidad, dejándome completamente desnuda. Mi cuerpo ardía bajo su mirada mientras me acomodaba en con cuidado, sus labios dejando un rastro de besos por mi abdomen que me hacían estremecer. Cuando llegó a mi entrepierna, su lengua comenzó a explorar, lubricando toda la zona con una mezcla de precisión y devoción.

Nos fuimos para el cuarto

—Joder, me aprietas con tus espasmos —murmuró entre besos, y sin darme tiempo a recuperar el aliento, subió hasta mis labios. Su lengua invadió mi boca buscando la mía, y no dudé en entregársela.

De repente, lo sentí dentro de mí. Solté un gemido ahogado, una mezcla de dolor y placer que me dejó sin palabras. Este hombre me iba a dejar sin caminar por días. Su respiración se volvió más pesada, y sin detener el ritmo, tensó su cuerpo y me levantó de la cama, sosteniéndome por el trasero sin salir de mi interior.

Mi espalda chocó contra la pared, pero no me importaba. Todo lo que sentía era a él dentro de mí, moviéndose lentamente, torturándome con cada embestida. Sus manos abrieron mis piernas con facilidad, sosteniendo mi peso como si no fuera nada. Sus ojos permanecían fijos en mí todo el tiempo, su mirada intensa que me hacía sentir expuesta y deseada.

—Mmm —gemí, sin poder controlar mis sonidos—. Richard...

El ambiente en la habitación se volvía cada vez más sofocante, ambos sudados y desesperados, gimiendo sin parar.

—¡Más, dame más, d-duro! —exclamé, abriendo mis piernas aún más, necesitando sentirlo más profundo, más fuerte.

Richard respondió a mi demanda, aumentando el ritmo de sus embestidas. Sus manos se aferraron a mis caderas mientras sus movimientos se volvían frenéticos, ansioso por liberarse dentro de mí. Podía sentir cómo su pene me llenaba completamente, su dureza chocando contra mi cuerpo con una fuerza casi abrumadora.

—Mierda, a-amor... —jadeó él, su voz rota por el placer—. Me comes demasiado bien.

Un hormigueo comenzó a formarse en mi estómago, cada embestida llevándome más cerca del borde. Mis piernas se tensaron alrededor de su cuerpo, y arqueé mi espalda, gritando con el placer que me consumía.

—¡Ah! ¡Dios, sí, a-así! —sollozé, mi voz llena de un agudo gemido que resonaba en la cocina.

Richard embistió unas cuantas veces más, su cuerpo temblando con la intensidad del momento. Y finalmente, después de unos segundos, lo sentí. Se corrió dentro de mí con un gemido profundo, su cuerpo colapsando contra el mío mientras ambos jadeábamos, agotados y satisfechos, atrapados en la tormenta de deseo que nos había consumido.

Que rarita eres... - R.RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora