Estaba lavando los platos, ya casi lista para irnos a dormir. Sentía a Richard detrás de mí, recostado en la isla de la cocina, absorto en su celular. Pero de repente, percibí su mirada fija en mí. El ambiente cambió. Me tensé ligeramente, notando cómo me observaba de arriba a abajo, analizándome con esa intensidad que me hacía perder el control de inmediato.
Me puse nerviosa, aunque intenté disimular corrigiendo mi postura, pero no podía ignorar la presión de su mirada recorriéndome. Y justo cuando creía que podía mantener la calma, lo sentí acercarse más. Su cuerpo se pegó al mío, y luego, su aliento cálido me rozó la oreja.
—Qué bien te queda esa camisa —me susurró en un tono bajo, provocador.
—Lo sé —respondí, sonriendo mientras el nerviosismo me carcomía, pero también disfrutando la tensión que comenzaba a crecer entre nosotros.
La cocina estaba sumida en un silencio profundo, solo roto por la suave fricción de nuestros cuerpos. Sentí su lengua lamerme la oreja, seguida de un mordisco que me hizo dar un pequeño salto.
—Ay, Richard —me quejé, más por el efecto que su toque tenía en mí que por el dolor.
Su agarre se apretó en mi cintura, y su cuerpo se alineó completamente con el mío. Podía sentir cada músculo de su pecho contra mi espalda, su respiración ya agitada mientras su deseo se intensificaba.
—Quisiera que dijeras mi nombre... pero en otro tono —susurró de nuevo, más cerca aún.
—¿Y cuál sería ese tono? —pregunté con una sonrisa maliciosa, sabiendo exactamente a dónde quería llegar.
—Tal vez gimiendo... —murmuró, dejando que su voz ronca me envolviera.
Solté una risa nerviosa, pero mi propio deseo ya me había alcanzado. La tensión entre ambos era palpable, tan densa que apenas podía moverme. Cerré la llave del agua, quedándome completamente estática, como si el ambiente mismo estuviera cargado de electricidad.
Tomé una de sus manos y, sin pensarlo mucho, la dirigí hacia mi abdomen desnudo, debajo de la camisa. No llevaba nada más que la parte inferior de mi ropa interior, y el contacto directo de su piel contra la mía encendió algo dentro de mí.
—¿Te gusta jugar conmigo, cierto? —susurró, acercándose aún más, sus dedos explorando lentamente la piel expuesta.
—¿Quién dice que estoy jugando? —respondí,
Sus labios bajaban lentamente hasta mi cuello, su aliento cálido erizándome la piel. De repente, una de sus manos descendió hasta mi parte más íntima, mientras la otra subía hasta mis pechos, acariciándolos con una mezcla de suavidad y urgencia. Su mano rozaba mi entrepierna lentamente, provocándome una oleada de humedad al instante.
Involuntariamente, eché la cabeza hacia atrás, dejándome llevar por la sensación mientras él empezaba a aumentar el ritmo de sus caricias. Los sonidos escaparon de mis labios sin poder controlarlos.
—Ohhh... Mmmm... Aaahh... —gemí, incapaz de contenerme.
Él estaba tan pegado a mí que podía sentir su dureza presionando contra mi cuerpo. Su respiración era un eco en mi oído, haciéndome estremecer mientras sus dedos se movían con habilidad, sin detenerse, intensificando mi deseo.
Me di la vuelta buscando su boca. Cuando nuestros labios se encontraron, el beso fue brusco, urgente, nuestras lenguas peleando, buscando dominio. Mi cuerpo vibraba con la excitación y el ritmo ágil de sus dedos me llevaba al borde del placer.
—Estoy tan... excitada... —susurré, sabiendo que no me tomaría mucho tiempo alcanzar el orgasmo.
Su lengua invadió mi boca justo cuando un dedo me penetró, haciendo que mi mente se desconectara del mundo exterior. El placer me consumía completamente, sentía cómo la electricidad corría por mis venas. Me agarré de sus hombros, buscando sostenerme mientras él rompía el beso, acelerando el movimiento en mi interior.
—Abre los ojos, Yulilu —murmuró, con una intensidad que me desarmó.
Ni siquiera me había dado cuenta de que los tenía cerrados, así que los abrí lentamente, encontrándome con su mirada fija en mí.
—Quiero que me mires mientras llegas... —dijo, sus palabras llenas de deseo—. Quiero tus gemidos en mis labios, quiero que tiembles en mis brazos, quiero todo de ti.
Sus palabras fueron el empujón que necesitaba. Sentí cómo mi cuerpo comenzaba a rendirse al placer. Intenté morderme los labios para callar los gemidos que amenazaban con escapar, pero su mirada, esos ojos marrones llenos de fuego, magnificaban cada sensación. Los gemidos que escaparon de mi boca eran incontrolables.
—Rich... aaah... no puedo... —murmuré, perdida en la ola de sensaciones, murmurando entre susurros palabras ininteligibles mientras el placer explotaba dentro de mí. Las olas del orgasmo me atacaron una tras otra, haciéndome perder el sentido de todo, excepto de él, de su cuerpo y de sus manos llevándome al éxtasis.
—Eso es... —susurró Richard, su voz profunda llenándome mientras mi cuerpo temblaba y se rendía completamente en sus brazos.
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Que rarita eres... - R.R
FanfictionEn medio de partidos, celos y emociones reprimidas, Richard, un futbolista famoso, se ve atrapado entre la pasión y la confusión que le provoca Yuli, una joven que nunca imaginó desear tanto. Mientras los malentendidos con su mejor amigo James escal...