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Me desperté temprano, más temprano de lo que había planeado, porque los nervios no me dejaban dormir. Hoy era el día del viaje a California, el evento donde presentaría mis diseños en una pasarela frente a jueces importantes. Era mi oportunidad para dar un paso adelante en mi carrera y, honestamente, no podía fallar.

Me cambié rápido, jeans ajustados, una camiseta blanca básica y una chaqueta ligera, lo justo para estar cómoda en el avión. Agarré mi maleta y me aseguré de tener todo: pasaporte, boletos, celular, cargadores. Respiré hondo antes de salir de la casa, lista para el día que tenía por delante.

Pero apenas cerré la puerta detrás de mí, un carro negro se detuvo frente a la entrada. Fruncí el ceño, intentando reconocer el vehículo, hasta que lo vi: Richard bajándose del auto con esa actitud que siempre me descolocaba.

—No me jodas... —murmuré para mí misma.

Él caminó hacia mí con paso decidido, como si tuviera todo bajo control. Apenas lo vi, rodé los ojos. No estaba para soportarlo hoy.

—Te voy a llevar a California —dijo, sin preámbulo alguno.

—¿Qué? —me detuve en seco, mirándolo como si se hubiera vuelto loco—. No, tengo que llegar al aeropuerto y ya me estás robando tiempo.

—Si no te subes a mi auto y dejas que te lleve en jet privado, no vas a llegar a tiempo —me dijo con total seriedad, cruzando los brazos como si no hubiera nada que discutir.

—¿De qué mierda hablas, Richard? —solté, sintiendo cómo la irritación me quemaba por dentro.

—De que cancelé tu vuelo comercial —soltó como si fuera lo más natural del mundo—. O te vas conmigo, o no vas a California.

Lo miré, boquiabierta, sin poder creer lo que acababa de escuchar. ¿Había cancelado mi vuelo?

—¡Estás loco! —grité, furiosa—. ¡No puedes hacer eso! ¡No tienes derecho!

—Lo hice porque sé que me estás evitando, Yuli —su tono era más suave ahora, pero eso solo me enfureció más—. Y no me voy a quedar cruzado de brazos. Este viaje es importante para ti, y no voy a dejar que lo arruines solo por orgullo.

Me crucé de brazos, intentando controlar la rabia que me hervía por dentro. ¿Quién se creía que era, manipulándome de esta manera? Pero en el fondo, sabía que tenía razón. El viaje era importante. No podía permitirme fallar, y lo que menos necesitaba era más drama antes de un evento tan grande.

—¿Y secuestrarme te parece la mejor solución? —respondí con sarcasmo, mirándolo con dureza.

—No es un secuestro —replicó con una pequeña sonrisa—. Solo te estoy dando una mejor opción.

Lo observé, sintiendo una mezcla de rabia y algo más que no quería admitir. Richard sabía exactamente cómo empujar mis botones, y maldita sea si no estaba funcionando.

—No me estoy rindiendo contigo, Yuli —dijo con más seriedad, acercándose un poco más—. Sube al carro. Vamos a California juntos.

Su tono era tan seguro que por un segundo casi cedí. Pero no iba a darle el gusto tan fácil. Lo miré con frialdad, queriendo dejar claro que no estaba impresionada con su jueguito.

—Si llegamos tarde por tu culpa, te juro que te mato —mascullé, tomando mi maleta y subiendo al carro, sin mirarlo.

Me subí al asiento del pasajero, cruzando los brazos con la vista fija en la ventana. No iba a darle ni una pizca de satisfacción. Pero lo sentí sonreír a mi lado, y eso solo me enfureció más.

—Va a ser un largo viaje —dijo Richard, poniendo en marcha el auto, su tono lleno de diversión.

Que rarita eres... - R.RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora