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La turbulencia del vuelo privado hacia California no era nada comparado con la tormenta de emociones que sentía. Al despertar, noté que el avión ya estaba descendiendo. Richard estaba dormido a mi lado, con su brazo aún en mi cintura. Lo miré de reojo, su expresión serena, tan diferente de la tensión que había entre nosotros antes de despegar.

No sabía si sentir alivio o enojo al saber que pronto llegaríamos a nuestro destino. Me levanté con cuidado para no despertarlo y fui al baño a refrescarme. Me miré al espejo y me obligué a respirar profundo. Todo este tiempo, había intentado mantenerme firme, pero algo en su cercanía me desestabilizaba.

Cuando salí del baño, ya estábamos a punto de aterrizar. Me acomodé de nuevo en mi asiento, pero él ya estaba despierto, observándome con una mirada que no supe interpretar.

—¿Lista? —preguntó, como si el viaje no hubiera sido más que un simple paseo.

—Siempre he estado lista —le respondí, seca.

Él no contestó, pero su expresión se endureció. Al aterrizar, el helicóptero se detuvo suavemente y uno de los asistentes nos abrió la puerta. Bajé primero, inhalando el aire fresco de la pista, queriendo alejarme de Richard lo antes posible.

—Te llevaré al hotel —insistió, siguiéndome de cerca.

—No hace falta. —Intenté poner distancia entre nosotros, pero él estaba decidido.

—Insisto. —Esta vez, su tono fue más firme.

El trayecto en auto hacia el hotel fue silencioso, con Richard manejando y yo mirando por la ventana, tratando de organizar mis pensamientos. Apenas llegamos al hotel, me bajé sin siquiera mirarlo.

—Nos veremos en la entrega de la universidad —le dije, cerrando la puerta del auto sin esperar su respuesta.

Subí rápidamente a mi habitación, necesitando ese espacio para mí. No podía negar que había algo entre nosotros, una tensión imposible de ignorar, pero también estaba enojada. No solo por lo que había hecho, sino porque había vuelto a meterse en mi vida sin que yo se lo permitiera.

Me dejé caer en la cama del hotel, mirando al techo y preguntándome cuánto más podría aguantar este tira y afloja con Richard.

El sol de California se filtraba por las ventanas del hotel mientras yo terminaba de arreglarme. Ya llevaba un rato pensando en el desfile y en todo lo que había pasado en el avión con Richard. Tenía muchas emociones mezcladas y lo último que quería era distracciones. Pero, claro, las cosas no podían ser tan simples.

Justo cuando me iba a alistar para salir, mi celular vibró con una llamada. Era Ana.

—¿Qué más, negra? ¿Ya llegaste a California o qué? —preguntó

—Sí, ya estoy acá, llegué hace rato... aunque no como esperaba —dije, haciendo una pausa intencional.

—¿Cómo así, ve? ¿Te pasó algo en el viaje?

—No sé si "algo" es la palabra adecuada... —respondí, bajando el tono de mi voz.

—Ajá, ¡soltá el chisme ya! —dijo entre risas. Su risa era contagiosa, y por un momento olvidé el estrés del desfile.

—¿Te acordás de Richard? Pues... —solté, bajando la voz aún más, casi como si alguien pudiera escuchar desde el otro lado de la línea.

Ana se quedó en silencio unos segundos, luego soltó una risa pícara.

—No me digas que... ¡ay no, Yuli! Contame todo.

Me mordí el labio y me tiré en la cama, recordando lo ocurrido en el avión. El roce, los besos...

—Pues... digamos que hubo algo de... contacto. Él fue el que me trajo a California. Canceló mi vuelo y no me quedó de otra que venir con él —le conté, sintiendo cómo mi cara se calentaba con solo recordar esos momentos.

—¡Juepucha! ¡Esa sí que no me la esperaba! ¿Y cómo fue? ¿Te lo besaste o más?

Me reí nerviosa, no queriendo dar tantos detalles. Pero la verdad era que me había dejado llevar más de lo que debía.

—Ana, no sé cómo me metí en esto, pero ya estoy aquí. Mejor hablemos del desfile... —intenté cambiar de tema, pero Ana no iba a soltar el asunto tan fácil.

—Ah, no, no. Vos no me vas a cambiar de tema tan rápido. ¡Quiero detalles! —insistió, pero finalmente se rindió—. Bueno, bueno, ya habrá tiempo pa' que me contés todo con pelos y señales. ¡Mirá! Acabo de ver las historias de West y Pelicanger. Nos están apoyando full, diciendo que nos van a ver en el desfile.

Abrí Instagram rápidamente y vi las historias. West y Pelicanger, dos de nuestros amigos y streamers conocidos, ya estaban anunciando que irían a apoyar. En sus videos animaban a todos sus seguidores a ver los diseños que habíamos preparado.

—Ay, qué emoción, marica. Esto ya es real —dije, sintiendo una mezcla de nervios y emoción mientras miraba las historias. Sabía que tener ese tipo de apoyo iba a traer más atención al desfile. Los jueces iban a ser estrictos, pero también iba a ser una oportunidad única.

—Obvio, negra. Este es nuestro momento, así que vamos con toda —respondió Ana, emocionada.

Terminé de empacar lo necesario para el día del desfile. Mientras lo hacía, decidí grabar un vlog para documentar la experiencia.

—Hola, hola, mi gente —dije frente a la cámara del celular, caminando por la habitación—. Ya estamos en California, listos para el gran desfile. No les puedo contar todavía todos los detalles, pero créanme que se viene algo grande. ¡Qué nervios!

Grabé un poco del cuarto, el paisaje de la ciudad desde la ventana, y luego apagué la cámara. Sabía que el video necesitaba más, pero todo lo que estaba ocurriendo me tenía distraída.

Minutos después, salí del hotel para encontrarme con Ana. Al llegar al lobby, vi a Richard cruzando el pasillo. Tenía esa sonrisa triunfante en la cara que tanto me molestaba y me atraía al mismo tiempo.

—Oíste, ¿qué vas a hacer después del desfile? —preguntó Ana, viendo a Richard acercarse.

—No sé, la verdad. Quiero relajarme un poco, pero con todo esto... —respondí, mientras veía cómo Richard nos miraba de reojo.

—Bueno, ya luego cuadramos algo. Por ahora, ¡a brillar en esa pasarela, negra! —dijo Ana, dándome un abrazo antes de que nos preparáramos para ir al evento.

El día apenas comenzaba y sabía que el desfile no sería lo único que nos esperaba.

Que rarita eres... - R.RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora