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El sonido de la puerta de entrada me despertó de un ligero sueño. Escuché los pasos de Richard acercarse lentamente a mi habitación. Mi corazón comenzó a latir más rápido, esa mezcla de ansiedad y emoción que siempre sentía cuando él estaba cerca.

Me estiré en la cama, aún algo adormilada, pero no lo suficiente como para ignorar la incomodidad que había quedado tras la noche anterior. Nos habíamos quedado abrazados, en silencio, en medio de ese espacio incierto que compartíamos desde el viaje. Y ahora, el día siguiente se sentía como una continuación del suspenso.

—¿Te desperté? —preguntó, su voz suave mientras se asomaba por la puerta, con el cabello mojado de la ducha y el olor a jabón invadiendo el aire.

—No, no... ya estaba despierta —mentí, sentándome lentamente en la cama.

Se acercó a la cama con una pequeña sonrisa en los labios, pero sus ojos estaban llenos de algo más. Quizá dudas, o quizá la misma incertidumbre que me carcomía.

—¿Dormiste bien? —pregunté mientras me frotaba los ojos.

—Sí, dormí bien, la verdad —respondió él, sentándose en el borde de la cama, justo como lo había hecho esta mañana cuando se preparaba para ir a entrenar. Esta vez, sin embargo, no había prisa, y su mirada se quedó fija en la mía por unos segundos más de lo que esperaba.

—¿Qué tal el entrenamiento? —intenté desviar el tema. No quería hablar de lo que nos había estado rondando todo este tiempo, aunque sabía que eventualmente tendríamos que hacerlo.

—Bien, todo normal —respondió, pero su tono era distante. Richard solía hablar con entusiasmo sobre sus entrenamientos, así que esto me hizo mirarlo más detenidamente.

—¿Estás bien? —le pregunté, inclinándome un poco hacia él, buscando sus ojos.

—Sí, estoy bien. Solo... hay muchas cosas que han estado pasando por mi mente. Y siento que a ti también —dijo, soltando un suspiro y girándose para mirarme directamente.

Ahí estaba. Sabía que tarde o temprano tendríamos esta conversación. El momento en que tendríamos que enfrentarnos a lo que estaba sucediendo entre nosotros, lo que había comenzado como una tensión latente y ahora se había convertido en algo imposible de ignorar.

—Sí... —dije suavemente, bajando la mirada—. Hay muchas cosas que no hemos dicho, ¿verdad?

Él asintió, bajando la mirada a sus manos mientras las frotaba nerviosamente.

—No quiero que pienses que solo estoy jugando contigo, Yuli. Sé que hemos tenido momentos en los que parecía que las cosas no eran claras... Pero quiero que sepas que para mí, tú eres importante. No quiero perderte. —Su voz era sincera, pero también había un leve temblor en sus palabras.

Lo miré, sintiendo un nudo en el estómago. Richard nunca había sido bueno con las palabras cuando se trataba de cosas serias, y escucharle decir todo eso era casi un shock para mí. Pero también me hizo darme cuenta de algo: yo tampoco había sido completamente honesta con él.

—Yo tampoco quiero perderte —dije al fin, con la voz apenas audible—. Pero a veces siento que estamos jugando a no decir lo que de verdad sentimos. Y eso me asusta. Me asusta porque no quiero arruinar lo que tenemos, pero tampoco quiero seguir así, sin saber a dónde vamos.

Él me miró con una mezcla de sorpresa y alivio, como si hubiera estado esperando que yo dijera esas palabras durante mucho tiempo. Y de repente, el silencio que se creó entre nosotros no fue incómodo. Fue más bien un espacio en el que ambos estábamos procesando lo que acabábamos de decir.

Después de un rato, Richard se inclinó hacia mí y me abrazó con fuerza, como si necesitara ese contacto para confirmar lo que acabábamos de hablar.

—Gracias por decirme eso, Yuli. —Su voz era suave, y su abrazo era reconfortante. Pero aún había algo más en el aire, algo que no habíamos abordado.

Me aparté un poco de él para mirarlo a los ojos de nuevo.

—Richard, yo... sobre lo que pasó en el avión... —comencé, sintiendo el calor en mis mejillas solo de recordarlo.

Él esbozó una pequeña sonrisa, como si supiera a lo que me refería.

—No tienes que decir nada, Yuli. Sé que fue un momento... —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—, especial. Pero no quiero que pienses que eso define lo que somos. Lo que siento por ti no depende de lo que pasó ahí.

Sus palabras me dejaron en shock por un momento. No esperaba que él hablara con tanta claridad sobre algo que yo misma no había podido procesar completamente.

—¿Entonces...? —pregunté, todavía un poco confundida.

—Entonces —respondió él, tomando mi mano y entrelazando sus dedos con los míos—, vamos a seguir viendo qué pasa, sin presiones. Pero siendo más honestos el uno con el otro. ¿Te parece bien?

Asentí lentamente, sintiendo una mezcla de alivio y nerviosismo. Era una promesa, pero también era una incógnita. No sabía cómo íbamos a manejar todo esto, pero por primera vez en mucho tiempo, sentí que al menos estábamos siendo honestos el uno con el otro.

—Ok... —dije finalmente, esbozando una pequeña sonrisa—. Pero si me vuelves a cancelar un vuelo, te mato.

Ambos estallamos en risas, y por un momento, todo volvió a sentirse ligero entre nosotros.

Justo en ese instante, mi teléfono vibró. Lo tomé para ver quién era, y me encontré con una llamada de Ana.

—Hablando del diablo... —murmuré antes de contestar.

—¡Yuliluuuu! —gritó Ana del otro lado de la línea, haciéndome reír de inmediato—. ¿Dónde estás? ¡Te extraño!

—Anaaaa, pues en casa, tratando de procesar la vida. —Respondí con tono dramático, aunque en realidad me sentía mejor tras la charla con Richard.

—¿Y Richard? —preguntó, en tono de broma.

Miré de reojo a Richard, que estaba en la cocina preparando café. —Está aquí, pero acaba de terminar de entrenar. Yo apenas me estoy despertando.

—¡Dormiste con él otra vez! ¡Ah, no joda! ¡Cuéntame todo! —exigió Ana.

—Bueno... —respondí, mirando hacia Richard que me sonreía desde la cocina—. No fue exactamente lo que te imaginas. Pero... dormimos juntos, sí.

Ana soltó un grito de emoción. —¡Ajá, ahora cuéntame! ¿Pasó algo más esta vez?

Me reí, tratando de no mostrarle a Richard lo que estaba diciendo. —Bueno... sí y no. No pasó nada "explícito", pero... hubo mucho más, Ana. Estamos hablando de cosas importantes.

Ana suspiró dramáticamente. —Ay, amiga, es que ustedes me matan. ¡Hablen ya, aclaren las cosas, y sean felices!

Que rarita eres... - R.RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora