La universidad era incluso más intimidante por dentro de lo que parecía desde afuera. Las paredes altas, los pasillos llenos de gente caminando de un lado a otro, todos sabiendo exactamente a dónde se dirigían, mientras yo apenas podía recordar el número del salón de mi primera clase. Sujeté la correa de mi mochila con fuerza y caminé lentamente, tratando de no perderme en ese laberinto de voces y pasos.Después de lo que pareció una eternidad, encontré el aula. El letrero en la puerta decía "Diseño de Modas I". Tomé una respiración profunda y empujé la puerta, entrando al salón. Me recibieron varias miradas curiosas de los estudiantes que ya estaban sentados, todos aparentemente mucho más seguros que yo. Me senté en una de las sillas al fondo, esperando que nadie me hablara de inmediato. Mi nerviosismo crecía con cada segundo que pasaba, y me encontré mirando alrededor, observando las caras de mis futuros compañeros. Algunos hablaban entre ellos, otros estaban concentrados en sus cuadernos o en sus teléfonos. Sentí una pequeña punzada de envidia, deseando tener la misma confianza.
La puerta se abrió de golpe, y un hombre alto y delgado, con una chaqueta color vino y gafas de marco grueso, entró con aire resuelto. Su presencia llenó la sala de inmediato, y todos guardaron silencio.
—¡Buenos días a todos! —dijo con energía—. Soy el profesor Julián Restrepo, y este es su primer curso de Diseño de Modas.
Sus ojos recorrieron el salón, y por un segundo sentí que se detuvieron en mí, como si pudiera ver a través de mi fachada nerviosa.
—El mundo de la moda es vasto, impredecible y, sobre todo, competitivo —continuó—. Aquí no solo aprenderán a crear piezas, sino a pensar como diseñadores. Lo que llevamos puesto dice mucho de quiénes somos, y eso es lo que quiero que entiendan desde el primer día.
Sus palabras me envolvieron, y comencé a sentirme más emocionada que asustada. Este era el mundo al que siempre había soñado pertenecer, y ahora estaba justo al borde de ello.
El profesor pasó la primera media hora del curso explicando el plan de estudios: bocetos, cortes, confección, incluso historia de la moda. Todo sonaba fascinante y abrumador al mismo tiempo. Mi corazón latía rápido, pero no de miedo, sino de anticipación.
—Para la primera tarea —anunció, mientras tomaba un trozo de tiza y comenzaba a escribir en el tablero—, quiero que creen un moodboard. ¿Saben lo que es, verdad?
Algunos estudiantes asintieron. Yo había visto algunos moodboards en línea, pero nunca había hecho uno en serio.
—Quiero que plasmen en ese tablero quiénes son ustedes como diseñadores. Qué los inspira, qué los mueve, y más importante, qué creen que los hace únicos en este mundo. El proyecto será digital o físico, como prefieran. Lo entregarán la próxima semana.
Tomé nota de todo, sintiendo un pequeño nudo de nervios en mi estómago. ¿Quién era yo como diseñadora? No lo sabía con certeza, pero esta era mi oportunidad de descubrirlo.
La clase terminó rápidamente, y mientras recogía mis cosas, me di cuenta de que a pesar del miedo inicial, estaba emocionada por lo que vendría. Salí del aula, y el aire fresco del pasillo me golpeó en la cara. El sol entraba por las ventanas, dándole a la universidad un brillo cálido que no había notado antes. Caminé hacia la salida pensando en el moodboard. ¿Qué imágenes debía poner? ¿Qué colores? ¿Qué representaba mi estilo?
Decidí que no me estresaría aún por la tarea. De camino a casa, paré en una pequeña tienda a comprar algunas cosas para el almuerzo. Mi tía estaba trabajando todo el día en su salón de estilismo, así que me tocaría cocinar sola. Agarré un par de pechugas de pollo, algunas verduras frescas y un par de limones. Mientras caminaba hacia la caja, una idea comenzó a formarse en mi mente sobre mi moodboard. Medellín era una ciudad llena de contrastes: moderna pero también tradicional, con colores vibrantes y una mezcla de estilos que se sentía en el aire. Quizás podría usar eso como inspiración. Tal vez mi diseño reflejaría ese choque entre lo viejo y lo nuevo, entre lo clásico y lo moderno.
Cuando llegué a casa, me quité las zapatillas y caminé descalza hasta la cocina. Encendí el parlante Bluetooth y puse algo de música suave para acompañarme mientras cocinaba. Me encantaba estar sola en casa a veces, disfrutar del silencio o llenarlo con mi propia energía.
Lavé las pechugas de pollo, las sazoné con ajo, sal, pimienta y un poco de limón. Mientras el pollo se doraba en la sartén, corté zanahorias, brócoli y calabacín en pequeños trozos. Me encantaba cómo el aroma de los ingredientes llenaba la cocina. Preparé una salsa casera con un toque de yogur natural, ajo, un poco de mostaza y unas hierbas frescas que mi tía siempre guardaba en la nevera. Cuando todo estuvo listo, serví el pollo con las verduras y rocié un poco de la salsa encima.
Me senté a la mesa, saboreando cada bocado. Era un almuerzo sencillo, pero perfecto para recargar energías después de la mañana en la universidad. Mientras comía, mi mente volvió a la tarea. Quizás esa salsa, con su mezcla de sabores frescos y audaces, podría ser una metáfora para mi estilo. Algo fresco, natural, pero con un toque inesperado.
Después de comer, dejé los platos en el fregadero y me dirigí a mi cuarto. Me senté en mi escritorio, encendí la computadora y abrí Pinterest. Pasé las siguientes horas buscando imágenes para mi moodboard: moda callejera, naturaleza, detalles arquitectónicos de Medellín... todo lo que pudiera representar la mezcla de estilos que quería capturar. Empecé a crear un tablero digital, colocando imágenes de colores vivos, texturas diferentes y prendas atrevidas que reflejaban cómo veía el mundo.
Antes de darme cuenta, el tiempo había volado, y la luz del atardecer entraba por mi ventana. Sabía que este era solo el primer paso en mi viaje como diseñadora, pero por primera vez en mucho tiempo, me sentí emocionada por lo que vendría.
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Que rarita eres... - R.R
FanficEn medio de partidos, celos y emociones reprimidas, Richard, un futbolista famoso, se ve atrapado entre la pasión y la confusión que le provoca Yuli, una joven que nunca imaginó desear tanto. Mientras los malentendidos con su mejor amigo James escal...