Capitulo🎩 2

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Pero estaba claro que había subestimado el impacto de su voz ronca y seductora. ¿Qué otra razón había para que el corazón le brincara como un potro salvaje? Solo era el impacto, se dijo. Obviamente no esperaba volver a verlo después de cuatro años. Apartó de sí el recuerdo del momento en que lo abandonó y frunció el ceño.

-No hace falta. Puedo yo solo.

Él lo ignoró, se agachó y empezó a recoger las cartas una a una metódicamente.

-Toma -dijo incorporándose para darle el mazo.

Pero Nattawin se le quedó mirando en tensión, reacio a arriesgarse a que hubiera el menor contacto físico entre ellos

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Pero Nattawin se le quedó mirando en tensión, reacio a arriesgarse a que hubiera el menor contacto físico entre ellos. La irracional respuesta de su cuerpo al escuchar de nuevo su voz le hizo darse cuenta de que a pesar de todo lo que había hecho todavía existía una conexión
entre ellos, el recuerdo de lo que una vez hubo entre ellos, lo bonito que fue... Trató de ignorar tanto aquel inquietante pensamiento como la atracción de su
mirada y se sentó. Quería marcharse, pero para hacerlo tendría que pasar por delante de él muy cerca, y sentarse le pareció el menor de los males. Él ocupó la silla que Claiborne había dejado vacía.

-¿Qué estás haciendo aquí? -le preguntó Nattawin con tirantez.

Tras su ruptura, él se mudó a Londres, o eso fue lo que le dijo a Elliot cuando fue a recoger sus cosas

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Tras su ruptura, él se mudó a Londres, o eso fue lo que le dijo a Elliot cuando fue a recoger sus cosas.
El apartamento no formaba parte de su acuerdo de
divorcio y Nattawin siempre dio por hecho que lo habría vendido. Aunque lo cierto era que no necesitaba el dinero, y seguramente tampoco conservaba malos recuerdos de él porque nunca estaba allí.

-¿En Nueva York? -preguntó él a su vez recorriéndole el rostro con la mirada-. Vivo aquí. Otra vez -añadió encogiéndose de hombros.

Nattawin tragó saliva y sintió una punzada al pensar en él regresando a su hogar y sencillamente retomándolo donde lo habían dejado. Deseó que se le ocurriera
algo devastador que decirle, pero eso implicaría que le importaba, y por supuesto eso no era así.

Observó con recelo cómo le deslizaba la baraja por la mesa. Su exmarido captó la expresión de su rostro y dijo entre dientes:

-No sé por qué me miras así. Soy yo quien debería estar preocupado. O al menos debería vigilar mi muñeca.

Mile apretó los dientes al ver la furia surgir en sus preciosos ojos verdes. Seguía siendo tan obstinado como siempre, pero agradecía que no hubiera tomado las cartas directamente de sus manos. Si las hubiera tenido libres se habría sentido tentado a estrangularlo.

No vio a Nattawin cuando entró en el bar, en parte porque no llevaba el cabello castaño oscuro largo ahora lo llevaba corto a la nuca y largo al frente Y principalmente porque, sinceramente, no esperaba volver a ver a su exmarido. Sintió una punzada de dolor en el corazón.

Pero ¿por qué tenía que ser así? Nattawin, lo
había engatusado cuatro años atrás con sus ojos verdes, sus largas piernas y su actitud reticente.
Había entrado en su vida como un huracán, interrumpiendo su calma y su ascenso a la estratosfera financiera, y luego desapareció igual de rápido
dejándole la cuenta del banco vacía y el corazón roto como único vestigio de sus seis meses de matrimonio.

Mile le lanzó una mirada implacable. Nattawin se había llevado algo más que su dinero. Le había robado el latido del corazón y la poca confianza que tenía en las mujeres y hombres. Había sido la primera vez que bajó la guardia llegando incluso a honrarlo con su apellido, pero el solo se había casado con él con la esperanza de que el dinero y las conexiones de Mile fueran un escalón hacia una vida mejor. Por supuesto que no se dio cuenta hasta que regresó de un viaje de negocios y descubrió que se había marchado. Hundido y humillado, se refugió en el trabajo y dejó atrás aquel desastroso episodio.

Hasta que hacía un momento se había tropezado con Edward Claiborne. Lo conocía y le gustaba
su seguridad en sí mismo y su cortesía de la vieja escuela. Ahora observó en silencio a Nattawin, sintiéndose seguro al saber que su gesto externo no revelaba la batalla que rugía en su interior. La cabeza le decía que solo había una cosa que podía hacer. Un hombre cuerdo y sensato
se levantaría y se marcharía de allí. Pero la cordura y la sensatez nunca habían formado parte de su relación con Nattawin Teddie Taylor, y estaba claro que
nada había cambiado... porque a pesar de saber que era el mayor error de su vida, siguió sentado. Bajó la mirada hacia la muñeca y alzó el labio en un gesto despectivo.

-No, sigue aquí. Quizá debería ver si todavía tengo la cartera. O llamar a Edward Claiborne y asegurarme de que él tiene todavía la suya. Sé que solo habéis tomado un café, pero siempre fuiste muy rápido. Lo sé por
experiencia. Nattawin sintió que se le calentaban las mejillas. Su rostro era impenetrable, pero el desprecio de su voz era obvio. ¿Cómo se atrevía a hablarle así, como
si el fuera el malo cuando era él quien lo había apartado de su vida sin decir una palabra?..

 ¿Cómo se atrevía a hablarle así, como si el fuera el malo cuando era él quien lo había apartado de su vida sin decir una palabra?

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Aunque lo cierto era que nunca había estado en su lista de prioridades. Ocho meses de matrimonio le habían dejado claro que mile no tenía tiempo en su vida para un esposo. Incluso cuando Nattawin se marchó e iniciaron los trámites de divorcio, mile se comportó como si nada hubiera pasado. Y, sin embargo, toda su indiferencia y su negligencia no pudieron prepararlo para cómo se comportó al final. Acostarse con él aquella última vez fue un error. Con las emociones exacerbadas tras una reunión para hablar de su divorcio, acabaron en la cama y Nattawin terminó embarazado.

Solo que, cuando se dio cuenta de que el cansancio y las náuseas no eran síntomas de estrés, el divorcio estaba firmado y Mile se había ido al otro lado del mundo, a trabajar a Europa. Pero para Nattawin era como si se hubiera ido al espacio exterior.
Recordó sus repetidos y desesperados intentos por ponerse en contacto con él y sintió que se le ponía la espalda rígida. Deseaba desesperadamente decirle que estaba embarazado, pero su absoluto silencio le dejó muy claro que no solo no quería hablar con el, sino que no quería escuchar nada que tuviera que decirle. Fue tras una llamada a su oficina de Londres, cuando una
secretaria lo trató de no muy buenas maneras, cuando decidió que hacer lo correcto no iba a funcionar.

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Magia ,Deseo Y MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora