¡Mile haría cualquier cosa con tal de estar con su hijo!
Cuando Teddie se dio cuenta de que estaba embarazada, su turbulento
matrimonio con el magnate hotelero Mile Leonidas ya había terminado.
A partir de aquel momento guardó celosamente el secr...
A PESAR de que la predicción meteorológica anunciaba lluvia, las nubes se vaciaron desde el cielo justo antes de que la limusina girara por Broad Street.
Nattawin alzó la vista para mirar el sol y luego el diamante que llevaba en el dedo corazón. Sonrió.
–¿Te gusta?
Miró a Mile y asintió despacio. El anillo era un regalo sorpresa por sus seis meses de casados. Felizmente casados. Cualquier miedo que Nattawin hubiera podido tener de que la historia se repitiera había quedado olvidado. Aristo había sido fiel a su palabra, asegurándose de que los errores del pasado se quedaran en el pasado.
–Me encanta –Nattawin le acarició la mejilla–. ¿Me vas a regalar un anillo cada seis meses? Aristo se rio y luego se puso muy serio.
–Sé que no es un aniversario oficial, pero quería regalarte algo porque la última vez… ya sabes.
–Lo sé –Nattawin lo besó en los labios para acallar sus palabras.
Su compromiso había durado un año, y ambos habían disfrutado de la espera. Discutían y se reían mucho. Y finalmente celebraron una ceremonia íntima con amigos y compañeros. Elliot fue el padrino de Nattawin y George hizo de paje, muy serio y solemne. Ahora habían pasado seis meses y nunca se habían sentido tan unidos.
–Te amo –dijo Nattawin con dulzura.
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Mile le pasó un brazo por la cintura y lo atrajo más hacia sí.
–Yo también te amo –afirmó sin pestañear–. Sé que los últimos tiempos han sido complicados, pero eso terminará hoy.
–Todo está bien... Lo entiendo.
Tras meses y meses de intensa preparación, Mile iba a sacar por fin su empresa a bolsa en Nueva York. Había trabajado durante largas horas y el sabía que estaba intentando tranquilizarlo ahora, pero era algo que ya no necesitaba. Los recuerdos infelices de su primer matrimonio solo eran recuerdos
Le apretó la mano.
–Y hoy va a estar todo mejor que bien –al sentir que la limusina desaceleraba lo besó apasionadamente con los ojos llenos de amor–. Estoy muy orgulloso de ti, Mile.
Mile lobmiró fijamente con el corazón acelerado. La limusina se había detenido. Si miraba por la ventanilla podía ver el edificio de la bolsa de Nueva York. Se giró para mirar al doncel que le había cambiado la vida con su amor.
–Han sido meses duros. He pensado que necesitábamos tiempo en familia, así que lo he arreglado todo para que pasemos una semana en la isla –le miró los labios–. Cuando termine este acto pasaremos a recoger a George de camino. Pero cuando estemos allí buscaremos tiempo para celebrarlo… íntimamente.
La oscura mirada de su marido dejó a Nattawin sin aliento.
–Me gusta cómo suena eso –murmuró–. Y tenemos muchas cosas que celebrar. Y no me refiero solo a los negocios. Nattawin se acercó más a él con los ojos clavados en su hermoso rostro porque quería ver su reacción. Mile parecía desconcertado. Le tomó la mano y se la puso en el vientre.
–Vamos a tener un bebé.
Él no dijo nada durante un instante. Ninguno de los dos pudo, la emoción era demasiado intensa, demasiado cruda. Pero daba igual. Nattawin podía ver todo lo que sentía en su corazón, todo lo que necesitaba ver le brillaba en los ojos cuando lo atrajo hacia sí y lo besó apasionadamente....
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